martes, 4 de octubre de 2022

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 44

 —¿Gustavo Dymoke? ¿Está casado con tu prima?


—Sí. ¿Lo conoces?


—No mucho, pero venía a ocasionalmente a la casa familiar a ver a Pedro.


—Bueno, ya que lo conoces, no hace falta que continúes con la entrevista. Estoy segura de que te daría buenas referencias sobre mí.


Sonia la miró un instante y luego se echó a reír.


—No hace falta, querida. No hace falta. Es bueno ver a mi hermano con alguien que lo hace sonreír. Desde Brenda... —Sonia se paró en seco.


—Me habló de Brenda.


—Ah, entonces lo comprendes. Pedro cambió totalmente. Antes era muy divertido, pero tras la ruptura se volvió insensible a cualquier emoción. Como si sólo quisiera ponerse fuera del alcance de cualquier persona —dijo. Paula comprendió su temor al compromiso, el temor a la cercanía del otro. Y al parecer lo había extendido a su familia—. Cuando Carolina me llamó para hablarme de tí...


—¿Carolina?


—Es la mayor, la hermana sesuda. Somos tres hermanas. Carolina, Luciana, que vive en Francia, y yo. Aunque de pequeño Pedro era molesto como un grano en el trasero, ninguna de nosotras quiere volver a verlo tan herido, Paula.


—No voy a hacerle daño. La nuestra es una relación de negocios. La empresa requirió mis servicios como asesora —aseguró, más para convencerse a sí misma que a Sonia. De acuerdo. ¿Y el beso en el parque? ¿Y ese vals tan íntimo antes de salir de casa? Ella sabía cómo se había sentido. Pero, ¿Y él? Paula decidió que, fuera como fuese, eso tenía que acabar—. Intento colaborar para que Coronet salga adelante y Pedro pueda reanudar su vida en Nueva York lo más pronto posible.


—Está haciendo un trabajo excelente —se oyó la voz de Pedro, que se acercó a la mesa y tomó un trozo de bizcocho—. Julián está imprimiendo montones de tarjetas. ¿Quieres ir a verlo?


Oh, Dios. ¿Cuánto tiempo llevaba allí? ¿Qué había oído?


—Yo también voy — dijo Sonia, con naturalidad. Estaba claro que el hecho de que su hermano la hubiese sorprendido hablando de su bienestar no la incomodaba en absoluto—. Pedro, lleva el plato con el bizcocho. Estoy segura de que ese chico no come. No me extrañaría que sealimentase de la luz que arroja la pantalla del ordenador —añadió antes de echar a andar delante de ellos.


Cuando se quedaron solos, Pedro se volvió hacia Paula.


—¿Te ha sometido al tercer grado?


—No sé de qué hablas.


—Te lo advertí.


—Para tu información, Sonia no es nada mandona. Al contrario, me parece encantadora.


—¿Y de qué han hablado?


—De la vida en el campo, de los problemas del transporte público y de tus otras hermanas. Por ejemplo, ahora sé que Carolina es la sesuda de la familia.


—Así es. Tiene una cátedra en la universidad.


—También hablamos de Gustavo. No me dijiste que Sonia lo conocía.


—No, sólo lo vió un par de veces cuando vino a casa conmigo. No se puede decir que lo conozca.


—Es cierto. A mí me has visto un par de veces y no me conoces en absoluto.


—No es lo mismo. Puedo apostar a que sé más de tí que la mayoría de la gente. Eres una mujer muy especial.


Paula había pensado que podía controlar sus sentimientos. Tarde o temprano Pedro se marcharía. Tenía que concentrarse en Leticia, en Coronet, en su propio futuro. Todo el resto nada tenía que ver con la realidad. Sabía que iba a sufrir. Era inevitable. Lo había sido desde el primer momento en que lo había visto ensimismado con su copa de champán. Pero ella no iba a hacerle daño.


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