jueves, 6 de octubre de 2022

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 47

 —Esto es ridículo, Pedro. Ni siquiera tengo bañador.


—Muy bien —dijo en tono de broma—. Yo tampoco. Pero no te aflijas. Puedes bañarte en ropa interior si te sientes tímida. Desde luego, sólo será postergar lo inevitable. No me haré responsable si te quedas con la ropa mojada, así que tendrás que quitártela cuando salgas del agua.


Paula tragó saliva. Había muchas razones para pensar que era una mala idea, pero de alguna manera no podía empezar a preocuparse por lo que sucedería después, cuando en ese momento se sentía tan llena de vida.


—¿Y qué dirá la gente que vive en esa casa? ¿No pondrán objeciones a una pareja de extraños que se bañan desnudos en su playa privada?


—La casa está vacía —respondió Sebastian con un ademán que abarcaba todo el terreno—. Todo es nuestro.


—De acuerdo, ¿Y cómo vamos a hacerlo?


—Iremos al cobertizo de los botes. Una vez allí, yo me haré cargo del resto.


Cuando maniobraba la silla de ruedas, Paula fue consciente de lo que iba a hacer y sintió que le fallaba la confianza en sí misma. Iba a quitarse la ropa delante de Pedro a plena luz del sol de julio, sin un lugar donde ocultarse. Al parecer, las dudas se reflejaron en su cara, porque él le acarició la mejilla.


—Confía en mí, Paula.


«¿Por qué no?», Pala pensó de pronto. ¿Qué era lo peor que podía suceder? ¿Que tras una mirada a su cuerpo, Pedro deseara haber pasado la tarde de otro modo? ¿Sería problema de ella o de él?


—¡Esto va a ser divertido! —exclamó Pedro al tiempo que se quitaba la camisa.


—Desde luego que sí —convino ella mientras contemplaba los fornidos hombros masculinos.


Si hubiera sabido que Pedro la iba a llevar al mar, no habría olvidado meter la cámara fotográfica en el bolso. Sin embargo, si hubiera sabido que iba a llevarla al mar, se habría encerrado en su apartamento y por nada del mundo habría subido a su coche.  


Pedro se quitó los zapatos y los calcetines y los arrojó sobre la camisa, que ya estaba sobre la arena. Luego, como si fuese lo más natural del mundo, hizo lo mismo con los vaqueros. Paula notó en ese preciso instante que hacía mucho rato que había dejado de respirar. Él se volvió hacia ella, con los bóxers de color perla muy ajustados en la las caderas, dejando poco espacio a la imaginación. Finalmente había dado con un hombre que la desafiaba a ser tan audaz en los hechos como en las palabras.


—¿Necesitas ayuda? —preguntó Pedro.


—Mmm...


Como le pareció que la respuesta era afirmativa, se inclinó ante ella y le quitó los zapatos.


—Te has pintado las uñas de los pies en un tono púrpura —comentó.


—Solía combinar el color de las uñas con las mechas de mi pelo.


—¿Y por qué no lo haces ahora? Me parece que eres una mujer a la que le gusta causar impacto.


—Todos tenemos que madurar alguna vez.


—Aunque no es una excusa para convertirse en una aburrida.


—¡Aburrida! —exclamó con las manos en las caderas—. ¿Crees que una aburrida se quitaría la ropa como si nada para bañarse desnuda en el mar?


—¿Es eso lo que estás haciendo en este momento? Pensé que estabas sentada mirando el panorama.


—Hay mucho que admirar —comentó ella, sonrojada.


—¿En todo caso por qué no disfrutas y me dejas el trabajo a mí?


Sin esperar respuesta, empezó a desabotonarle la blusa de manga corta que llevaba sobre una falda larga. ¿Iba a desvestirla?


—¿Qué estás haciendo? 

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