martes, 4 de octubre de 2022

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 41

 —Suelo viajar con la última mujer con la que esté saliendo. Para ser sincero, no me importa mucho quién sea.


—No es una manera muy amable de referirte a ella.


—Prefiero salir con mujeres que no esperen amabilidad por mi parte. Es menos complicado.


—Todos esperamos consideración, Pedro —observó, y él tuvo la sensación que acababa de abrir la puerta a su mundo y que, a pesar de su brillante carrera y su alto estilo de vida, ese mundo estaba vacío—. ¿No hay nadie especial?


—No, Paula.


Hacía rato que habían abandonado la carretera principal y ya se internaban por una estatal. En ese momento, Pedro vislumbró la casa solariega de sus padres a través de los árboles, pero antes de llegar a ella, cruzó una verja y se internó por un patio pavimentado donde se encontraban las caballerizas que Guillermo utilizaba como taller. Tras apagar el motor, se quedó sentado un instante en silencio, pensando en que tenía que hablarle de Brenda.


—Una vez tuve alguien especial, pero no funcionó.


Paula sintió una mezcla de celos y de compasión.


—¿Estuviste casado? —preguntó, con la esperanza de que su interés pareciera simple cortesía.


Después de todo, ya se había dado cuenta de que un hombre de esa edad tenía que haber estado enamorado una o dos veces en su vida.


—La iglesia ya estaba reservada, la encantadora novia había pasado horas escribiendo las invitaciones y las amonestaciones estaban hechas —le informó. Eso explicaba su conocimiento sobre el tema, pensó Paula—. En suma, un desastre, porque no llegamos al altar.


Ella no pensó en el problema de cancelar todo lo que se había organizado, sino en que la mujer que él amaba hubiera cambiado de parecer a última hora. Sin pensarlo, cubrió la mano de Pedro con la suya.


—Lo siento —murmuró.


Él la miró con una sonrisa irónica.


—No malgastes tu piedad en mí, Paula. Temo no haber sido el hombre que Brenda quería que fuera.


Paula se la imaginó alta, con cabellos de un tono rubio oscuro, con todos los atributos que Pedro buscaría en una esposa.


—¿Eso fue cuando te marchaste de Londres para ir a América?


—Sí, pero ya me habían ofrecido el empleo. Fue cuando le dije lo que quería hacer, cómo veía mi futuro. Y quedó bastante claro que nuestras aspiraciones eran muy diferentes. Pensé que me conocía bien y que yo la conocía a ella. Parece que ambos nos equivocamos.


—Ella canceló la boda.


—No, Paula. Lo hice yo.


A pesar de la tibieza del sol, Paula sintió un escalofrío.


—¿El trabajo significaba mucho para tí?


—No tuvo nada que ver con el trabajo.


—Entonces, no...


—¡Pedro! —la puerta del establo se abrió de par en par y un hombretón se acercó a ellos.


«No comprendo», pensó Paula. O tal vez sí comprendiera...


—¿Se van a quedar ahí sentados todo el día? —preguntó el hombre, y al ver que ninguno de los dos se movía, añadió—: Vamos, todo está preparado para ustedes. Tú debes de ser la talentosa Puala. Sonia se sentirá muy aliviada de poder conversar con alguien juicioso a la hora de comer —dijo con una amplia sonrisa.


—¿Comer? —intervino Pedro rápidamente—. No, Guillermo, tengo otros planes. 

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