martes, 11 de octubre de 2022

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 52

 —Sí. Una de las niñas enfermó de paperas y se la contagió al padre. Así fue como acabaron sus sueños de tener un heredero, muchos años antes de que Pedro viniera al mundo. Tal era su deseo de un hijo varón que estuvo muy agradecido a Alberto por el favor que le había hecho. Por lo demás, es un secreto que se ha mantenido dentro de la familia. Parece que Pedro ha heredado lo mejor de ambos. El encanto y temperamento artístico de Alberto y, del hombre que lo educó como un hijo propio, el sentido del honor y lealtad hasta la muerte.


—¿Y Brenda?


—¿Esa ramera? Cuando se enteró de que Pedro verdaderamente no quería aceptar el título nobiliario, se mostró tal como realmente era. Mi hijo me pidió que le dijera por qué se negaba a aceptarlo.


—¿Y usted rehusó hacerlo?


—Si un título importa más que un hombre... —dijo mientras movía la cabeza de un lado a otro—. Naturalmente que Pedro no lo vió de esa manera. El amor es ciego —declaró al tiempo que tomaba la mano de Paula entre las suyas—. Ve con él, Paula. Hazlo feliz. Lo merece —dijo antes de levantarse y besarla en la mejilla—. Intenta persuadirlo para que venga a casa en Navidad. Lo echo mucho de menos. ¿Quieres que le diga que se acerque?


—No, gracias, necesito estar un rato a solas.


Pero el caso fue que no tuvo tiempo para reflexionar. Uno de los niños que jugaba a la orilla del lago perdió el equilibrio y se hundió en el agua. Sin detenerse a pensar, Paula quitó el freno a la silla, que se precipitó a la orilla, y entonces se lanzó al agua. Alcanzó a agarrar al pequeño cuando se hundía en las turbias ciénagas del fondo y lo sacó a la superficie.


—Diles que no armen tanto escándalo. Y no permitas que ese fotógrafo... —alcanzó a exclamar antes de sentir el fogonazo en la cara—. ¡No! Estoy cubierta de barro. No quiero fotografías en los periódicos locales.


—¿Sólo locales? Ya verás los titulares, Paula: «La amante de un vizconde se lanza al rescate de un niño». Estuviste magnífica —dijo Pedro antes de besarla. Entonces sintieron otro fogonazo de luz—. Cásate conmigo. 


—Deberías pensarlo antes de proponer a una chica algo como eso cuando todavía está bajo los efectos de una conmoción. Porque puede que lo acepte —observó, todavía temblorosa.


—Dame tu mano —pidió él. Ella alzó la mano derecha—. No, la otra—Pedro sacó una sortija del bolsillo sin hacer caso de la dotación sanitaria, los aliviados padres del niño y la mitad del público que había ido a la fiesta y que los giraba con curiosidad—. Llévalo mientras piensas en la respuesta.


La piedra era un diamante amarillo rodeado de pequeños diamantes blancos. Paula alzó los ojos.


—Pedro, es hermoso.


—No tanto como tú.


Y alguien, tal vez el fotógrafo, gritó:


—¡Vamos, lady, béselo!


—No soy lady —murmuró antes de besar a Pedro.



El domingo por la mañana, Pedro preparó té y un montón de tostadas. Luego puso todo en una bandeja junto con los periódicos y fue a la cama. Ambos aparecían en la portada de al menos dos de los periódicos.


—¿Qué hacías en la fiesta? —preguntó Paula después de tirar los periódicos al suelo—. Se suponía que debías estar en una reunión con algunas personas interesadas en comprar la empresa Coronet.


—Cancelé la reunión. Verás, de pronto me dí cuenta de que la empresa no es mía y de que no me corresponde tomar esa iniciativa.


En ese instante, Paula supo que la decisión de Pedro tenía sentido. Coronet pertenecía a Leticia y al personal que había trabajado largos años para Alberto.


—¿Y que va a pasar entonces?


—Voy a organizar las cosas de modo que el personal pueda adquirir la empresa. Cada uno podrá comprar una cantidad de acciones de acuerdo a los años trabajados en la compañía, de modo que el control quedará en manos de Leticia. En las dos últimas semanas ha rejuvenecido, ¿No te parece? 

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