martes, 18 de octubre de 2022

Quédate Conmigo: Capítulo 5

 —Pon la palanca en la P —le indicó él, desde el suelo—. Y el freno de mano —añadió, como si no se fiara.


Paula iba a replicar, pero cuando pisó el freno, el jeep seguía moviéndose.


—Esto no funciona.


—Pon el freno de mano.


—Ya lo he puesto.


—Pues vuelve a ponerlo —exclamó él, exasperado—. Podrías haber dado marcha atrás para quedar más cerca.


—No puedo dar marcha atrás. Es muy complicado —dijo Paula, bajando del jeep.


—Podrías haber llamado a una ambulancia.


—Puede que tenga que hacerlo. Mi coche está en medio de la carretera.


—Yo tengo una cuerda. Podríamos tirar de él.


—¿Podríamos? —repitió ella, mirándolo de arriba abajo—. No creo.


—Bueno, ya nos preocuparemos de eso más tarde. Ahora llévame al hospital —dijo Pedro, con los dientes apretados.


Paula lo ayudó a levantarse, tarea nada fácil porque era un hombre muy alto.


—¿Estás bien?


—De maravilla —contestó él, irónico—. Abre la puerta.


—¿Por favor?


—Por favor.


—Ah, bueno.


—No te pases —murmuró Pedro.


Paula abrió la puerta e intentó ayudarlo a subir, pero él, obstinado, quería subir solo. Por supuesto, no podía hacerlo sin brazos y, al final, tuvo que empujarlo. Pedro apretó los dientes y, cuando por fin estuvo en el asiento, dejó caer la cabeza en el respaldo. Debía dolerle muchísimo, pero no dijo nada.


—No hace falta que me pongas el cinturón. 


Paula cerró la puerta y dió la vuelta al jeep, preguntándose cómo, en aquellas circunstancias, podía haberse fijado en lo duro que era el cuerpo de aquel hombre. Su espalda, su trasero... Pero decidió que aquellos pensamientos eran muy inapropiados y se colocó tras el volante, preguntándose cómo iba a dar marcha atrás a aquel jeep que parecía un tanque. ¿Cómo podía ser tan tonta?, se preguntaba Pedro. ¿Cómo una mujer que había terminado la carrera de medicina no era capaz de conducir un coche automático? Ella arrancó, movió el jeep un metro, se le caló, volvió a arrancarlo, se metió en un bache...


—¿Vas a sacarme de aquí o no, guapa?


—Oye, conmigo no te pongas tonto. Si el camino estuviera asfaltado, esto no pasaría.


Qué respondona, pensó Pedro.


—Intenta llevar el jeep hacia el centro —le dijo, con los dientes apretados.


Pero en el centro del camino también había baches y cada salto lo hacía ver las estrellas. Tenía que tumbarse, tenía que tomar algo para el dolor. Tenía que morirse, pensó. Pero lo que no necesitaba era viajar en un jeep con aquella asesina.


—Ahí está mi coche —anunció Paula.


—Ten cuidado. No te choques con él, por Dios.


Afortunadamente, consiguieron pasar sin llevarse el parachoques y Paula siguió metiendo alegremente las ruedas del jeep en todos y cada uno de los baches del camino. Solo le quedaban un par de kilómetros, pensó Pedro, en agonía. Solo un poco más...


—Sí, es una fractura limpia del radio. En cuanto al brazo izquierdo, afortunadamente solo es un esguince. Deberías alegrarte.


—Y me alegro. 

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