martes, 18 de octubre de 2022

Quédate Conmigo: Capítulo 6

Desde luego que se alegraba. Se alegraba mucho al saber que no tendría que depender de nadie para realizar... Sus funciones más básicas. Probablemente, le dolería mucho mover el brazo izquierdo, pero al menos no tendrían que escayolarlo.


—Esto te va a doler. Lo siento —le dijo el médico.


El procedimiento para reducir la fractura antes de escayolarle el brazo sí fue doloroso. Cuando el médico tiró para colocar los huesos en su sitio, Pedro tuvo que apretar los dientes para no lanzar un alarido. Pero el dolor lo hizo vomitar, y en lo único que podía pensar era que se alegraba de que Paula Chaves no estuviera allí, mirándolo.


—¿Ha terminado? —preguntó la enfermera.


Él asintió con la cabeza.


—Me parece que tienes una pequeña conmoción cerebral, así que creo que deberías quedarte aquí esta noche.


—No —dijo Pedro, intentando ignorar el tremendo dolor de cabeza—. Estoy bien. Quiero irme a casa.


—Cabezota, ¿Eh? —sonrió el médico, mirando la escayola—. Esperemos que el anestésico surta efecto, pero habrá que comprobar si se hincha por la noche. Si se te hincha otra vez la muñeca, habrá que escayolarla también. ¿De acuerdo?


—De acuerdo.


—Sigo pensando que deberías dormir en el hospital esta noche, pero si tienes alguien que se quede contigo... Tú ya sabes lo que tienes que vigilar.


—Sí, claro.


Pedro llevaba años dando consejos a sus pacientes sobre los riesgos de una conmoción cerebral, pero nunca había pensado que le pasara a él. Al menos, su brazo derecho parecía a salvo con la escayola que iba desde los dedos al codo. Pero no podía moverlo en absoluto, así que iba a necesitar mucho el izquierdo durante las próximas semanas.


—Voy a recetarte algo fuerte para el dolor. No tomes más de cuatro pastillas al día —le recordó el médico.


Pedro no pensaba tomarlas, pero no dijo nada. Él mismo podría recetárselas el lunes cuando fuera a la consulta y... ¿Cómo iba a trabajar con un brazo escayolado y el otro sujeto por una venda de cinc? Estupendo. Lucie empezaba sus seis meses de prácticas el lunes y él era el único médico de la clínica cualificado para ser su instructor. Suspiró. Tendría que encargarse de sus pacientes mientras él la supervisaba. Pero tendría que llevarlo en el coche para hacer las visitas... ¡Horror! Entonces recordó que tenía que cambiar el colchón y la moqueta. No podía domir en la casita hasta que hubiera comprado un colchón nuevo. Estupendo. Tendría que dormir en su casa durante unos días. Los menos posibles, desde luego. A él no le gustaba compartir casa con nadie. Y menos con una impertinente como Paula Chaves.


Paula estaba aburrida. Había leído todas las revistas, estudiado todos los panfletos informativos y paseado por todos los pasillos. ¿Cuánto tiempo se tarda en poner una escayola? En ese momento, apareció una enfermera.


—¿Doctora Chaves?


¡Por fin! Paula se levantó de un salto.


—¿Qué tal está?


—Un poco gruñón. A los hombres no les gusta perder su independencia. Pero ya puede irse a casa.


Paula la siguió hasta una de las consultas y allí estaba Pedro, sentado en una silla de ruedas, con un aspecto lamentable.


—Siento que hayas tenido que esperar tanto tiempo.


—No pasa nada. ¿Quieres que te lleve en la silla hasta el coche?


—Iré andando —dijo Pedro.


Ella miró a la enfermera, pero la mujer se encogió de hombros. Un hombre testarudo y difícil, pensó Paula con una sonrisa. Iban a ser seis meses muy interesantes. 

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