Encontró la pequeña iglesia en Beguine Court, donde Julia Smith le había explicado. Al salir de misa, paseó por los alrededores admirando las preciosas casas y, después, entró en una cafetería para comer algo. Más tarde fue a la estación para hacerse con un horario de trenes y se montó en un barco que daba un paseo por los canales. El barco estaba lleno de turistas, sobre todo estadounidenses e ingleses. Desde los canales se disfrutaba de una magnifica perspectiva de la ciudad, de las casas antiguas que daban a los canales, algunas con patios amurallados y otras con las ventanas casi al nivel del agua. Si hubiera tenido tiempo, se habría montado de nuevo, pero ya eran casi las cuatro y quería tomar un té antes de volver a casa. Encontró el café donde Polo la había llevado y, sin tener en cuenta los precios, se tomó un té y un trozo de pastel enorme.
La tarde discurrió agradablemente en compañía de Julia Smith, charlando mientras la mujer tejía un intrincado diseño con envidiable facilidad. Paula presintió que, aunque disfrutaban de su mutua compañía, nunca iban a ser tan amigas como para contarse cosas muy personales. Pero le bastaba con que pudieran vivir en armonía. Según pasaban las semanas, se iba dando cuenta de que cada vez se hacía cargo de más tareas en la consulta y Julia Smith podía pasar más tiempo frente al ordenador. A pesar de su aspecto anticuado, trabajaba con las últimas herramientas informáticas. Si ella quería tener algún porvenir, debía aprender a manejar el ordenador. Pero primero, pensó, debía empezar a estudiar el idioma. Hacia el final de la semana recibió una carta de su madre. Estaba muy contenta, algo que nunca le había sucedido mientras estaba con ella, pensó Paula. Alejandra y ella se habían instalado en el pueblo con facilidad. Habían encontrado a una mujer que les limpiara la casa y se habían apuntado a un club de bridge. Cada mañana tomaban café con la señora Craig y otras amigas. Al final de la carta, le deseaba que fuera feliz. Llevaba allí un mes cuando decidió que podía permitirse un abrigo de invierno. Ya conocía el centro de la ciudad bastante bien y sabía dónde encontrar tiendas de ropa que no fuera muy cara. Una mañana estaba buscando el historial de un paciente cuando el doctor salió de su despacho y le dejó una carta sobre la mesa.
-Ha llegado una carta para tí -le dijo con una sonrisa y se marchó antes de que ella pudiera decir nada.
Paula recogió la carta. El sobre parecía oficial, estaba escrito máquina y era urgente. Lo abrió lentamente. ¿Habría dejado alguna factura sin pagar? ¿O sería algo relacionado con el banco?
Ay no lo podes cortar ahí!! Me muero de intriga!!
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