Mevrouw Kulk irrumpió en sus pensamientos ofreciéndole una hoja de papel y un bolígrafo.
-La cena de esta noche -dijo Kulk-. ¿Hay algo especial que le apetezca? Teresa ya lo tiene decidido, pero quizá a usted le apetezcan otras cosas.
-No, por supuesto que no. Pero me gustaría saber qué vamos a comer.
Cuando se marchó de la cocina, una hora más tarde, ya tenía una idea de cuál era la rutina diaria de la casa. Aparte del matrimonio, había una chica que iba a ayudar, la misma que le había llevado el té por la mañana, y un jardinero. Obviamente, era una casa muy bien llevada y no necesitaban su ayuda. Se puso un abrigo y salió al patio con los perros. En la parte de atrás de la casa había una terraza con unos escalones que conducían a un jardín bien cuidado. Quienquiera que lo hubiese diseñado, lo había hecho teniendo en cuenta hasta el detalle más insignificante. Paula lo recorrió con los perros. Le pareció que era un lugar precioso y que sería estupendo sentarse allí en verano. Cuando volvió a la casa, Kulk se ofreció para enseñarle el resto de las habitaciones. Ella se lo agradeció.
-La verdad es que preferiría esperar al doctor y recorrerla juntos.
En la sala pequeña había libros y periódicos en ingles y en holandés. Además, había una televisión pequeña colocada discretamente en una esquina. Paula, que no se aburría con facilidad, tenía bastantes cosas para mantenerse ocupada. Después de comer, se sentó junto al fuego acompañada por los perros y dejó volar la imaginación. Estaba claro que Pedro tenía mucho dinero, pero además tenía clase. Ya le preguntaría sobre su familia, pero debía recordar no agobiarlo a preguntas por el momento. Había muchas cosas de las que no habían hablado. Quizá estuvieran casados, pero no se conocían del todo. Pero se gustaban y eso era lo más importante por el momento. También estaba segura de que en el futuro serían muy felices juntos. Después del té, subió a cambiarse. Cuando bajó, Pedro se estaba quitando el abrigo en el vestíbulo, rodeado por los perros, que lo saludaban encantados. Cuando la vió, se dirigió hacia las escaleras para saludarla.
-¿Qué tal has estado? ¿Te has aburrido?
-En absoluto. Nunca me aburriría en esta casa.
-¿Has estado explorando?
-No. Preferí esperarte.
-Estupendo. Vamos a hacer el recorrido ahora y, mientras tomamos algo antes de la cena, me puedes explicar qué opinas.
Le pasó un brazo por los hombros y la llevó hacia una puerta de forma ovalada.
-El salón -le dijo mientras abría la puerta.
Era una habitación grande con las paredes forradas de seda verde y un zócalo de paneles de madera blanca. Las ventanas tenían cortinas de terciopelo burdeos y el suelo estaba cubierto por una alfombra espesa de color verde oscuro con un motivo floral en el centro. La chimenea era de mármol y del techo de escayola colgaba una lámpara de araña.
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