jueves, 15 de julio de 2021

Quédate Conmigo: Capítulo 42

Hacia el final de la semana, Pedro le dijo durante una cena:


-Mañana tengo unas horas libres. ¿Quieres que vayamos de compras?


Paula asintió con entusiasmo.


-Vas a necesitar un abrigo nuevo y una buena gabardina. Cómprate todo lo que quieras para el invierno, algunos vestidos para salir por las noches y todo lo que necesites.


-Gracias, pero ¿Cuánto puedo gastar?


-Puedes utilizar las cuentas que tengo abiertas en algunas tiendas de moda, pero en la tiendas pequeñas pagaré la factura al acabar la compra. Tan pronto como pueda, te facilitaré una asignación; mientras tanto, yo me encargaré de todo.


Esa noche, en la cama, Paula pensó que necesitaba muchas cosas. Quizá Pedro no se había dado cuenta de lo caro que le iba a resultar comprarle un guardarropa básico. Ella había permanecido despierta mucho tiempo pensando en el tema. Por la mañana él la llevó a Ámsterdam a una zona de tiendas. Las boutiques eran de esas con solo una o dos prendas en el escaparate y sin precios a la vista.


-Mis hermanas vienen aquí -le dijo mientras le abría la puerta de una tienda.


La elegante mujer que salió a recibirlos se fijó en el traje y los zapatos de Paula. Todo era de buena calidad pero pasado de moda y la mujer sonrió al reconocer un buen cliente.


-Doctor Alfonso... Hace algún tiempo estuvo aquí con su hermana.


-Sí. Esta es mi esposa y necesita algunos vestidos. Vamos a recibir a gente en casa y necesitará trajes de fiesta.


-Aquí tenemos de todo para mevrouw, con tanta fortuna que acaba de llegar un envío justo esta semana. Si mevrouw me acompaña...


Paula siguió a la mujer tras unas cortinas y esta empezó a sacarle vestidos. Se probó uno de terciopelo verde y salió para que se lo viera Pedro que estaba sentado en una silla leyendo un periódico.


-Muy bonito, quédatelo -le dijo al verla. 


-Pero esto debe ser carísimo -le susurró entre dientes.


-Es muy apropiado para salir por la noche; cómprate otro azul.


La vendedora tenía un espléndido oído y, cuando Paula volvió a entrar en los probadores, la estaba esperando con un vestido de crepé azul sin mangas. Pedro asintió satisfecho.


-Me gusta, quédatelo. Y dile que te saque un par de vestidos de abrigo.


Paula, como flotando en una nube, se dejó probar un vestido de cachemir marrón y un conjunto de dos piezas de punto verde. Como Pedro les dió el visto bueno a los dos, los añadió a los otros. Él pagó por todo y dejó la dirección de la consulta para que se los enviaran allí.


-Los recogeremos antes de volver a casa. Ahora vamos a buscar algo de firma...


Después de una breve pausa para tomar café, Paula adquirió una gabardina, dos faldas de lana que le encantaron, un par de jerséis de cachemir y un puñado de blusas de seda. Cuando acabaron, ya era la hora de comer. Tomaron langosta en un restaurante de moda y ella le comentó que ya tenía un fondo de armario estupendo y que podían volver a casa.


-Todavía no hemos acabado -señaló él-. Necesitas zapatos, un par de trajes de noche, algo de abrigo para por la noche, un abrigo y camisones.


Paula dejó de preocuparse por el precio de las cosas porque era obvio que a Pedro no le preocupaba el dinero. Se compró zapatos, botas y zapatillas y un abrigo de lana. En lo referente a la los camisones, la dejó sola con la dependienta y luego volvió para pagar la factura. La llevó a un pequeño café para tomar el té y después condujo lentamente hacia la consulta, metieron todas las compras en el maletero y partieron hacia casa. Ella iba sentada junto a él ensayando un discurso de agradecimiento. Había sido un día maravilloso, pensó, y parecía que Pedro había disfrutado tanto como ella. «Ojalá haya más días como este», rezó en silencio. Paula dejó que Kulk subiera los paquetes. Mientras, Pedro se detuvo a hojear la correspondencia.


-Bajo dentro de un minuto -le dijo, y voló escaleras arriba para quitarse el abrigo y arreglarse el pelo. 


En menos de cinco minutos, ya estaba de vuelta y él seguía en el vestíbulo con el abrigo puesto. 

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