martes, 20 de julio de 2021

Quédate Conmigo: Capítulo 49

 -Seguro que tiene razón. A mí no me gustan mucho, pero Pedro me ha dicho que salga para conocer a gente. Ahora tengo que marcharme - añadió mirando el reloj-. Espero no haberla molestado.


-En absoluto. Siempre estoy encantada de verte. ¿Irán a Wassenaar para Navidad?


-Sí. Toda la familia estará allí.


En la puerta, la mujer le puso una mano sobre el brazo.


-No te preocupes por nada -le dijo.


Pero el consejo no le resultó de mucha utilidad porque, cuando llegó a casa, había otra carta de Estados Unidos en el correo de Pedro. Por si eso fuera poco, por la noche recibió una llamada. Alguien había llamado a la consulta desde Washington y, como siempre que el doctor no estaba allí, le pasaron la llamada a casa.


-Tiene una llamada de Washington, mevrouw. Se la paso.


La voz femenina que escuchó al otro lado la sorprendió. Además, estaba hablando en holandés y Paula no entendía nada.


-Lo siento -dijo cuando la mujer se calló un instante-. El doctor  Alfonso no está en casa y yo no hablo holandés. ¿Quiere dejar algún recado? Él volverá dentro de unos días.


La voz al otro lado de la línea parecía molesta.


-No -respondió secamente, y colgó.


Quizá volviera a llamar, pensó Paula.


Se puso el abrigo y salió al jardín con los perros. Dos cartas de Estados Unidos y una llamada en solo un par de días eran demasiadas coincidencias. Paula, que normalmente era una persona sensata y racional, dejó que su imaginación volara, desbocada. Si al menos Pedro la llamara... Esa noche recibió la llamada que tanto deseaba. Su voz sonaba como siempre: Tranquila y amable. Le preguntó qué tal estaba y qué había hecho todo el día. Ella se lo contó y después añadió:


-Ha llegado otra carta de Estado Unidos y esta tarde ha llamado una mujer desde Washington. No sé quién era porque hablaba en holandés. No me dió su nombre y no quiso dejar ningún recado.


La voz de él sonó indiferente. 


-Ah, sí. Estaba esperando una llamada. Ya se lo diré a Smitty. Paula, no puedo volver hasta dentro de unos días. Espero que cuando regrese tengamos la oportunidad de hablar. No estoy dispuesto a que continuemos así.


-Yo tampoco. Buenas noches, Pedro.


Paula sabía lo que iba a hacer. Se fue a la salita y se puso a escribir una carta. En el primer intento no obtuvo buenos resultados, ni tampoco en el segundo. La tercera carta le salió breve y muy fría. Se volvía a Salcombe, le explicaba en una carta más larga. Se daba cuenta de que su matrimonio había sido un error. Le habría gustado que fuera él mismo el que le hubiera contado lo de Verónica. Entendía que ahora que ella era libre, él quisiera estar junto a su verdadero amor. Sería fácil. Les diría a todos que había vuelto para arreglar unos asuntos familiares. Después de algún tiempo, les podría decir la verdad. No se paró a considerar qué quizá él no quisiera irse con la otra. Firmó la carta como una amiga y la dejó sobre el escritorio. Se quedó un rato pensando, garabateando sobre un papel, escribiendo su nombre de varias formas. Dibujó un corazón con una flecha y después escribió «Te quiero» varias veces.


-Soy una idiota -le dijo Paula a los perros, que la miraban con ansiedad, y tiró el papel a la papelera.


Subió a su habitación y preparó una maleta. Contó el dinero que tenía y buscó su pasaporte; después volvió a la sala y descolgó el teléfono. Era demasiado tarde para tomar un vuelo, pero el transbordador de Hoek no salía hasta las doce de la noche. Si Kulk la llevara en el Rolls, tendría tiempo de sobra. A continuación fue a buscar a Kulk. Le dijo que había recibido un mensaje urgente de Inglaterra y que tenía que partir lo antes posible.


-Tengo un billete para del transbordador de Hoek. Si me pudiera acercar allí... Estaré lista dentro de media hora.


-El doctor, mevrouw, ¿Ya lo sabe?


Paula, decidida a seguir con su plan, siguió mintiendo.


-No he podido hablar con él, pero le he dejado un mensaje y lo llamaré en cuanto llegue a Inglaterra.


Se sintió un poco enferma por el lío que estaba montando, pero quería salir de allí lo antes posible. Aparte de esa idea, no tenía ningún otro plan. El futuro, por el momento, no le importaba. 

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