Se casaron dos días más tarde, un día ventoso de lluvia persistente. A pesar del mal tiempo, un gran número de personas se acercó a la iglesia para asistir a la ceremonia. El doctor Walters y el resto de los colegas del doctor, la señorita Johnson y Phoebe, la señora Craig y la señora Pike, algunos miembros de la tripulación del bote de salvamento... Cuando la ceremonia acabó, todos se acercaron a darles la enhorabuena y a desearles lo mejor. Inmediatamente después, se montaron en el coche en dirección a Ámsterdam. Antes de ir a la ceremonia, Pedro había hecho las maletas y se había despedido de la casa hasta la primavera. En ese preciso momento, los dos charlaban sobre lo bonito que había resultado todo y lo agradable que había sido que sus amigos los hubieran acompañado.
-No me vas a ver mucho durante los primeros días -le dijo Pedro-. Tengo una montaña de trabajo acumulado, pero eso te dará tiempo para irte acostumbrando a la casa y también para hacer algunas compras. Tengo que advertirte que cuanto más nos acerquemos a Navidad, más ocupada va a estar nuestra vida social. Eso te dará la oportunidad de conocer a mis amigos.
-¿Tienes muchos amigos?, ¿Sales mucho?
-Tengo bastantes amigos, pero mi vida social es moderada.
Pararon a comer en un restaurante de la autopista y Pedro llamó a Harwich para ver si salían los transbordadores.
-Con este mal tiempo dudo que salga algún barco. Si no, lo intentaremos con Dover.
El transbordador de Harwich había sido cancelado, pero los de Dover seguían funcionando. Así que Pedro tomó el desvío de la autopista hacia el segundo puerto. Cuando llegaron ya era bastante tarde y estaba empezando a oscurecer. El tiempo no parecía mejorar. Mientras esperaban a subir a bordo, Paula miró al mar embravecido y rezó para que nada malo sucediera. Cuando ya estaban en marcha, se tomó el té que le ofreció él y abrió la revista que le había comprado. Llegarían a casa sobre las doce de la noche. El viaje hasta Ámsterdam era largo, pero las carreteras eran muy buenas. Paula dejó la revista a un lado.
-Me estoy mareando -le confesó.
Pedro le echó un rápido vistazo, la ayudó a ponerse en pie y la acompañó al baño. Y ella se sentía tan horriblemente mal que no le habría importado que la hubiera tirado por la borda. En lugar de eso, se ocupó de ella con tanta amabilidad que a Paula no le pareció tan vergonzoso. Después le lavó la cara y la ayudó a acomodarse. La hizo tomarse un licor y apoyar la cabeza sobre su hombro.
-Duérmete un rato -le dijo-. Ya estamos llegando. Cuando estemos en tierra firme te volverás a sentir bien. Pobre niña, no debería haberte traído hoy; deberíamos haber esperado hasta mañana.
Paula ya se encontraba un poco mejor.
-No era posible. Tienes una cita mañana.
Cerró los ojos sintiéndose segura con el brazo de Pedro alrededor de sus hombros. Y no solo se sentía segura, también era feliz. Cuando salieron del barco se sintió mucho mejor. Ya era noche cerrada y la lluvia seguía cayendo. El viento soplaba fuerte y apenas había tráfico en la autopista. Pedro condujo rápido sin apenas decir una palabra.
Ay Ojalá nada se interponga entre ellos!
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