jueves, 15 de julio de 2021

Quédate Conmigo: Capítulo 43

 -Pedro, gracias por un día estupendo... -comenzó a decir Paula, pero él la interrumpió.


-Lo hemos pasado bien, ¿Verdad? No me quedaré para cenar y no me esperes levantada, llegaré tarde. Me alegro de que hayas disfrutado del día, tenemos que repetirlo en alguna otra ocasión -cruzó el salón y se inclinó para darle un beso en la mejilla-. Que descanses.


Ella le dedicó una sonrisa y lo miró mientras se marchaba. Su fantástico día se estaba haciendo añicos. Probablemente, él lo había pasado fatal y estaba deseando marcharse, pero sus exquisitos modales le impedían demostrarlo. ¿Adonde iría? Y, lo que era todavía más preocupante, ¿Con quién? Sintió un repentino ataque de resentimiento. Inmediatamente, se avergonzó por ello. Él había sido muy paciente con ella y había gastado mucho dinero. Se fue a buscar a Mevrouw Kulk para preguntarle si podía cenar un poco más temprano de lo habitual, con el fin de poder dedicar el resto de la noche a organizar su nuevo vestuario y volvérselo a probar todo antes de meterse en la cama. Kulk le dijo que era una pena que el doctor se hubiera tenido que marchar.


-Pero así es su trabajo, mevrouw.


¿Qué derecho tenía ella a sentirse molesta?, se preguntó. Debía tener cuidado, se estaba convirtiendo en una egoísta y una irresponsable. Después de la cena, se despidió del matrimonio y les dijo que no iba a necesitar nada más por esa noche. Una vez en su habitación, abrió todos los paquetes y empezó a probarse la ropa. Cuando terminó, se sorprendió de que ya fuera medianoche. Se dió un baño y se puso un camisón nuevo. Después, siguiendo un extraño impulso, bajó a la cocina. El reloj del vestíbulo dio la una. Pensó que Pedro podía estar en su despacho o en la cocina, pero no estaba en ninguno de los dos sitios. Solo los perros levantaron la cabeza cuando entró en la cocina. Sobre la mesa había café y un par de sandwiches que Kulk había dejado listos para cuando él regresara. Tomó uno y se sentó a comérselo. Llevaba un camisón de seda rosa y la bata a juego que se acababa de comprar. No estaba segura de por qué había bajado, pero allí se estaba muy bien y quizá a Pedro le apeteciera su compañía cuando regresara.  Dió otro mordisco al sandwich y se volvió al escuchar un ruido a su espalda. Él estaba de pie en la puerta. Parecía cansado, pero estaba sonriendo.


-Qué agradable sorpresa encontrarte aquí, Paula. ¿Te estás comiendo mis sandwiches?


-¿No te importa? No sé por qué he venido a la cocina. Bueno, me imagino que ha sido porque pensé que quizá querías hablar con alguien. Pero me volveré a la cama si no quieres compañía.


-Paula, estoy encantado de tener compañía. Pero, ¿No estás cansada?


Ella le sirvió café y puso el otro sandwich a su alcance.


-Ni pizca. Has sido tan amable al pasarte un día entero de compras conmigo... Lo he pasado muy bien, pero seguro que tú estabas preocupado por tu trabajo. Quiero darte las gracias por todo, Pedro. Por toda la ropa bonita, por llevarme de tiendas, por la comida y el té...


Él sintió la tentación de decirle que el día también había sido fantástico para él, que comprarle toda la ropa que quería había sido para él un verdadero placer y que si fuera posible, le gustaría comprarle las joyas más fantásticas que pudiera encontrar. Pero era demasiado pronto. Ella se sentía cómoda con él, confiaba en él, pero eso era todo. Era un situación extraña, cortejar a Paula cuando ya estaban casados, pero no tenía ninguna duda de que con paciencia podría conquistar su amor. Él se recostó en la silla y le habló sobre el paciente que había ido a visitar esa noche. Era una persona muy conocida cuya enfermedad tenía que mantenerse en secreto. El más leve rumor al respecto ocasionaría un caos en el mercado de valores.


-¿Se va a recuperar?


-Espero que sí. Qué agradable es llegar a casa y tener a alguien con quien hablar.


Paula llevó los platos y las tazas al fregadero.


-Por eso nos hemos casado, para ser buenos amigos.


Él también se levantó.


-Sí, Paula. ¿Eso que llevas es nuevo? Es muy bonito -dijo, y le dió un beso en la mejilla-. Gracias por estar aquí. Ahora vete a dormir. Nos veremos en el desayuno. 


Ella le sonrió soñolienta, consciente de que algo había pasado entre ellos, pero sin saber qué era. En la cama, intentó reflexionar sobre el tema, pero estaba demasiado cansada para pensar con claridad. Solo sabía que al recordar la hora que había pasado con él en la cocina, un calor la recorría por dentro. Por la mañana, se puso un jersey de cachemir y una falda nueva y bajó a desayunar. Le agradó que él hiciera un comentario sobre su ropa.


-¿Vendrás a tomar el té? -le preguntó.


-Haré lo que pueda. Esta tarde tengo que ir al hospital, pero seguro que llego para cenar. El sábado y el domingo estoy libre, así que podremos ir a visitar a mis padres. Están deseando conocerte. Querían que nos quedáramos a pasar la noche, pero pensé que podíamos tener el domingo para nosotros solos -recogió las cartas que había sobre la mesa y se acercó hasta donde ella estaba para darle un beso-. ¿Tienes algún plan para hoy?


-Voy a dar un paseo con los perros.


-Si te pierdes, solo tienes que decirle a alguien quién eres y te acompañarán de vuelta a casa.



Aunque Ámsterdam estaba a pocos kilómetros, en el campo que rodeaba el pueblo se respiraba paz y tranquilidad. Envuelta en su nuevo abrigo, paseó con los perros por los caminos. Se encontraron con poca gente, pero aquellos con los que se cruzó la saludaron alegremente. Llegado un punto, llegó a un canal y paseó por el borde durante un rato. El terreno era muy llano y podía ver los campanarios de varias iglesias. Después de un rato, decidió volver a casa. El paseo le había abierto el apetito. Después de comer, se fue a su salita a tomar el café y leer el periódico. Mientras leía en el diván, se quedó dormida. Así fue como Pedro se la encontró. Con el pelo alborotado, los zapatos en el suelo y la boca ligeramente abierta. Se quedó mirándola un rato hasta que ella se despertó y se estiró.


-¡Vaya! Me he dormido. ¿Llevas ahí mucho tiempo? -preguntó buscando su zapatos-. Esta mañana me dí un buen paseo y después comí mucho. Voy a arreglarme un poco y le diré a Kulk que sirva el té.


-Así estás muy bien y Kulk vendrá en un instante. ¿Hasta dónde llegaste? ¿Hasta el canal? 

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