Pedro siguió con la mirada a Pau, mientras se alejaba hacia los servicios, antes de bajar la vista a su móvil. Tampoco tenía nada de malo que tuviese debilidad por las piernas de las mujeres, ¿No? Esos botines resaltaban a la perfección las piernas torneadas de Pau, y aunque el traje gris de falda y chaqueta que llevaba no dejaba entrever sus curvas, estaba seguro de que estaría increíble en bañador.
¿De qué nombre sería diminutivo Pau?, ¿De Paulina? Quizá tuviera ocasión de averiguarlo… Si ella se lo permitía, porque tenía la sospecha de que podía ser que aquella cafetería tuviese una puerta trasera, y que tal vez lo de que tenía que ir al servicio solo había sido una excusa para escabullirse. Si lo hubiera hecho lo entendería, porque era lo que él había estado a punto de hacer cuando le había confesado la verdad. Al saber que su jefa le había pagado para que escribiera aquellos mensajes, y que le había dado plantón sin pensar siquiera en disculparse, su primera reacción había sido el impulso de abandonar la cafetería y no mirar atrás. Natural, después de lo de Lorena, pero luego se había parado a pensar que la chica sentada frente a él era quien había escrito esos mensajes, quien había hecho casi tolerables las visitas al fisioterapeuta esa semana. Federico ya le había advertido que tal vez aquella @chicadeciudad no fuese lo que esperaba, y no se había equivocado: Era mucho más.
Hacían falta agallas para presentarse allí, como había hecho, y disculparse en persona. Agallas… Y buen corazón, porque no había querido dejarlo allí esperando a alguien que no iba a aparecer. ¿Podría ser que fuese eso lo que había visto en aquellos mensajes, que se preocupaba por los demás y no solo por ella? Además, parecía sentir curiosidad por él. Tanta como él por ella. Lo que no alcanzaba a imaginar era cómo podía haber accedido a escribir esos mensajes en nombre de su jefa. Tenía muchas cosas que contar. Giró la cabeza un momento hacia los servicios. Casi daba la impresión de que hubiese salido huyendo después de que la besara. ¿Quizá besarla había sido un error? Ella, desde luego, no le había parado los pies. Tal vez hubiese ido al servicio a esconderse de él y tuviese miedo de salir, por si era un maníaco sexual que se citaba en cafeterías con chicas con la intención de seducirlas. Si lo había fastidiado todo, Federico se pondría furioso. Miró la bandeja de entrada de su correo electrónico y abrió uno de los últimos mensajes de su hermano. Contenía un enlace a un artículo de una revista londinense con una lista de los solteros millonarios más inteligentes de la ciudad. Y allí estaba él, Federico Alfonso, de Cory Sports, su hermano gemelo. La fotografía debía de haber sido tomada en sus oficinas de Londres, porque iba vestido de ejecutivo, con pantalón negro y camisa a juego, y en los puños lucía sus gemelos de diamantes en forma de tabla de surf. Pensó en todas las veces que se habían hecho pasar el uno por el otro, para gastarle bromas a sus profesores y amigos. Y en una ocasión Federico se había presentado por él en un examen al que no había podido llegar a tiempo porque se había llevado a una chica a dar una vuelta en lancha y se habían quedado sin gasolina en medio de ninguna parte. Gracias a él, había sacado la nota más alta.
Sí, Federico siempre había sido un cerebrito, mientras que él, a quien se le daban mejor los deportes que los estudios, se había dedicado a participar en competiciones de surf y había estado a punto de ser campeón mundial. Un escalofrío recorrió a Pedro, que inspiró lentamente y echó los hombros hacia atrás. El accidente lo había cambiado todo, y ahora había ido a Londres para fingir ante el mundo del deporte que Cory Sports seguía funcionando al cien por cien. ¡Si eso fuera cierto! Estaba al tanto de lo que los periodistas estaban preguntándole a su hermano. Sí, sabían que él, Federico, seguía al timón, pero… ¿Y su hermano? ¿Qué funciones estaba desempeñando en el negocio? ¿Y qué futuro le esperaba ahora que no podía competir? Buena pregunta; lástima que no tuviera una respuesta. No la tenía aún, pero la tendría. Tenía que salir de aquel bache. Pedro decidió centrarse en algo que pudiera controlar, y tras reírse del pomposo artículo que le había enviado su hermano, le contestó picándolo con que seguro que con ese corte de pelo de empollón se llevaría a las damas de calle… Cuando encontrase tiempo para conocer a alguna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario