jueves, 8 de julio de 2021

Quédate Conmigo: Capítulo 34

Cuando volvió a bajar, Pedro no había vuelto, así que pensó que habría ido al centro de salud a saludar a sus colegas. Se preparó un café y se concentró en una tarea que llevaba algún tiempo posponiendo: Revisar el escritorio de su madre. Era algo que tenía que hacer. Llevaba varios días viviendo en una especie de limbo, haciendo lo que él sugería; ya era hora de hacer frente a la realidad. Cuando llegara, le hablaría sin falta de su idea. Pero ese día tampoco iba a poder ser. Pedro llegó y le explicó que había ido a ver sus antiguos colegas. Después añadió de manera casual:


-No quiero que me presentes como el doctor Alfonso, Paula.


-Bueno pensé que era una manera formal...


Él no la dejó continuar.


-Paula, ¿Quieres casarte conmigo?


Ella dejó lo que estaba haciendo y lo miró fijamente.


-¿Por qué?


A él le divirtió al pregunta.


-Una pregunta muy sensata. Tengo treinta y seis años, Paula. Necesito una esposa que me lleve la casa, que atienda a mis amigos y que... Me apoye.


-Pero si Kulk te lleva la casa de maravilla... Y puede que a tus amigos no les guste. Además, no necesitas a nadie que te apoye. De hecho, tú eres el que me ha estado apoyando a mí todo el tiempo. Gracias por pedírmelo, pero he tenido una buena idea esta mañana. Voy a vender el chalet y así podré pagarte todo el dinero que has dejado en el banco.


-¿Y después?


-Buscaré trabajo.


-Para ser una chica sensata tienes unas ideas muy extrañas, Paula. ¿Qué trabajo? ¿Dónde vivirás? ¿Cómo pagarás la renta y de qué te alimentarás?


-Bueno -dijo Paula enfadada-, pensé que te alegrarías de estar libre para volver a casa. Esta conversación es muy extraña.


-Desde luego. Vamos a comenzar de nuevo. Paula, ¿Quieres casarte conmigo? 


Se quedó mirándolo estupefacta. 


-Pero tú no... No es posible queestés enamorado de mí.


-Yo no he hablado de amor, Paula. Estoy convencido de que un matrimonio solo puede ser feliz si las dos personas que lo forman son compatibles y se gustan. Si se dan esas dos primeras condiciones, después irá surgiendo un afecto mayor. Por otro lado, los matrimonios basados en una decisión tomada bajo los efectos de un enamoramiento pueden ser desastrosos -la miró con una sonrisa-. ¿Te sueno como un hermano mayor dándote un consejo? Lo único que pretendo es dejar las cosas claras y no hacerte creer en un sentimiento romántico que no existe.


-¿Qué pasaría si dijera que sí?


-Nos casaríamos lo antes posible y volveríamos a Ámsterdam. Tú te quedarías con el chalet, por supuesto. A los dos nos gusta este pueblo y podríamos venir de vez en cuando.


-¿Has estado alguna vez enamorado? -preguntó Paula, y si a él le sorprendió la pregunta, no se le notó.


-Innumerables veces. Suele pasarles a los jóvenes. ¿Y tú?


-Sí, de los actores de cine y los cantantes. Y en el colegio, del hermano de mi mejor amiga, pero se fueron a vivir al extranjero y se me pasó. Y, por supuesto, también estaba Diego, pero nunca estuve enamorada de él. A mi madre le gustaba y yo me acostumbré a su compañía; además, era muy atento. Hasta que mi padre murió y descubrió que estaba en la ruina; entonces pensó que la situación podría dañar su carrera. ¿Yo podría dañar tu carrera?


Él respondió con solemnidad.


-Por supuesto que no. Incluso creo que serías una gran ventaja; un hombre casado siempre da más confianza.


-Podrías encontrar a alguna mujer y enamorarte de ella... Entonces yo...


-Existe la posibilidad, pero recuerda que ya no soy un joven impetuoso y tú, si me permites decirlo, has alcanzado la edad de la razón.


-Tengo veintisiete años -le espetó Paula-. Y si piensas que soy una solterona, estás muy equivocado. 

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