jueves, 1 de abril de 2021

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 44

 -¿Casarnos? -casi se atraganta con el champán-. ¿No hay leyes en contra? Después de todo, aún sigo vinculada a tí -sabía que divagaba, pero la proposición le había arrebatado todo pensamiento coherente.


-Tú misma sugeriste la solución anoche -le recordó-. Ahora mismo te libero de toda obligación de vínculo. Considéralo una reducción de la condena por buena conducta.


-¿Y por qué diablos querrías casarte conmigo? -preguntó.


-Eres hermosa, sabes comportarte socialmente como ha de hacerlo mi consorte y, por encima de todo, eres buena para mi hijo.


-Pero sin duda una niñera...


-Ya tiene una -no le permitió terminar-. Lo que no tiene es una madre. 


-Sin importar lo mucho que lo deseara, yo no puedo ser su madre.


-El instinto maternal no es solo biológico. Lo veo en la forma en que lo tratas y cómo Joaquín te responde. Serías una madre excelente para mi hijo.


«Pero, ¿Y una esposa para tí?». La cabeza le dió vueltas, rechazando la proposición. La idea de ser la esposa de Pedro cuando él no la amaba le resultaba intolerable.


-No funcionará -susurró-. Sería la repetición de tu primer matrimonio.


-La última vez elegí con el corazón, no con la cabeza. Ahora será diferente.


«Porque no me ama», concluyó, herida. Cerró con fuerza los dedos alrededor del pie de la copa de cristal y tuvo que contenerse para no arrojarle a la cara el contenido. ¿Es que no veía que pedía lo imposible?


-Sería una solución ideal para ambos -continuó Pedro, sin darle la oportunidad de discutir-. Ninguno de los dos desea estar atado por el amor. Tú tendrías la vida que quieres, libre de toda responsabilidad salvo como mi esposa y madre de Joaquín.


-Pareces muy seguro de que no deseo ninguna responsabilidad -él había sacado la conclusión errónea, y todo por culpa de ella.


-¿Y no es así? -enarcó una ceja-. ¿No es el motivo por el que jamás te ataste a una relación seria y la razón de tu presencia en Carramer?


No iba a casarse con él, pero eso no bastaba para que siguiera creyendo en una mentira. 


-Puede que así te lo parezca, pero no es verdad. Tuve que asumir grandes responsabilidades mucho antes de lo debido -con voz trémula le explicó el abandono de su padre y cómo se había visto obligada a asumir responsabilidades a una edad en que la mayoría de las chicas solo pensaba en ropa y en divertirse.


-Mi pobre Paula -él respiró hondo-. ¿En qué pensaba tu familia al dejar que soportaras esas cargas?


-Ya forma parte del pasado. Mi madre ha vuelto a casarse y al fin es feliz, y ahora que mi hermana ha de pagarse ella misma la universidad, se ha centrado en los estudios. Bien está lo que bien acaba.


-Salvo para tí. ¿Quién va a devolverte tus años perdidos de adolescencia? -sonó enfadado, aunque a ella le costó creer que fuera por su situación.


-Quizá por eso vine a Carramer, para disfrutar siendo joven y despreocupada durante un tiempo -explicó, entendiendo por primera vez sus propios motivos.


-Comprendo por qué te resulta tan difícil contemplar la idea de casarte conmigo. Al fin te ves libre de toda atadura, de manera que unas nuevas no han de resultarte atractivas.


Si él deseara casarse con ella porque la amara, la respuesta habría sido muy distinta. El recuerdo de las constantes discusiones de sus padres antes de que su padre se marchara era demasiado vivido para considerar un matrimonio sin amor.


-Tienes razón, quiero disfrutar de mi libertad durante un tiempo. En cualquier caso, no puedes ordenar que alguien se enamore de tí por decreto real.


-¿Por qué no? -inquirió después de beber un poco de champán.


Era tan típico de Pedro, que Paula tuvo que contener una sonrisa. Podía responder sin tener que revelar la agitación interior que la dominaba.


-No sería un buen ejemplo para Joaquín.


Él permaneció en silencio largo rato antes de preguntar:


-¿Y cuál crees que sería el mejor ejemplo para mi hijo?


Anheló decirle que el niño necesitaba unos padres que se amaran y lo quisieran a él, que el amor que sintieran el uno por el otro emanara de ellos de forma natural, abarcando al pequeño y a todo lo que los rodeara. ¿Era mucho esperar? Quizá había idealizado el amor por su ausencia en el seno de su propia familia, pero no quería cambiar. Tenía que haber algo mejor a lo que aspirar que la clase de matrimonio que habían soportado sus padres y Pedro. No podía aceptar que la gente se conformara con un sucedáneo cuando el amor verdadero existía en el mundo y era posible llegar a experimentarlo.


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