martes, 20 de abril de 2021

Soy tuya: Capítulo 10

Miró por encima del hombro a través de la ventana y vió el jardín y la parte trasera de la casa. Pedro pasó por la ventana de la cocina hablando por teléfono, y Paula supuso que habría llamado a la grúa, o tal vez a un taxi para que la llevara a casa. El corazón se le encogió al pensar que su visita llegaba a su fin. Se llevó una mano al estómago y tragó saliva. De nuevo, aquella desconcertante sensación se apoderaba de ella y no sabía cómo interpretarla. Dió un paso atrás para distanciarse de las emociones que se agolpaban en su interior y se chocó con un pequeño escritorio que había en una esquina. Un viejo ordenador portátil se deslizó y estuvo a punto de caer al suelo, pero ella lo sujetó justo a tiempo. Al dejarlo sobre el escritorio vió que estaba encendido en una página negra con escritura blanca y lo identificó al instante como el diseño de un diario informático. Conocía bien aquellos blogs porque muchos de sus compañeros de trabajo los utilizaban para mantenerse en contacto con sus familias durante los viajes. La página que tenía ante sí tenía el nombre de «Diana» y, por las fechas, dedujo que estaba escrito para una mujer que había fallecido hacía algo más de un año. Un escalofrío le recorrió la espalda. Para asegurarse de que estaba en lo cierto, no pudo resistirse a tocar con el dedo el ratón para hacer avanzar la página. Se detuvo en una fecha de varios meses antes: "Llevo unos días sintiendo una extraña ansiedad que no sé interpretar, aunque en parte tenga que ver con Mateo. Dice que no se encuentra bien".


Paula miró hacia atrás y vió a Mateo en una esquina. En aquel momento le contaba que ayudaba a su padre todos los sábados y que, a cambio, recibía cinco dólares. Pero las palabras de Mateo se convirtieron en un murmullo cuando se volvió y continuó leyendo. Se humedeció los labios. El corazón le latía con tal fuerza que lo oía retumbar en sus oídos. Para justificarse por leer el diario íntimo de Pedro, se dijo que, si lo escribía en Internet, estaba disponible para todo aquél que quisiera leerlo. La excusa le bastó y continuó leyendo: "A veces es el estómago, otras la garganta o la cabeza. Sé que para sus terapeutas no es más que un síntoma de que necesita seguir una terapia más intensiva, pero estamos en invierno y es lógico que se enfríe, así que puede que me esté preocupando más de lo necesario. Si quieres que te diga la verdad, creo que sé cómo se siente. Ahora que he instalado mi taller en el jardín de casa porque todo el mundo me ha dichoque sería lo mejor para Mateo, y que no veo ni a mis amigos ni a mis colegas de trabajo para dedicarle a él toda mi atención, hay días en los que no tengo ganas ni de levantarme ni de ducharme, ni siquiera de hacerle el desayuno. Y la idea de salir a la calle me produce pánico. Pero cuando pienso en su carita de tristeza y en sus enormes ojos marrones, tan parecidos a los de su madre, y en aquel día tan importante hace un año en el que me pidió que no fuera a trabajar tan lejos, mi amor por él es más fuerte que cualquier otro sentimiento. Por él soy capaz de hacer cualquier cosa. Paso a paso".


Paula pestañeó. Diana era la hermosa mujer de la fotografía. Diana era la madre de Mateo, la mujer que había recibido una casa como regalo de boda. Y había muerto.


–¿Quieres que te enseñe mi columpio?


Paula dió media vuelta. Mateo estaba detrás de ella y la miraba con sus enormes ojos llenos de inocencia. Si hacía unos instantes había creído que el corazón le latía rápidamente, en aquel momento creyó que se le saldría del pecho. Le sudaban las manos y sintió que se le encendían las mejillas. De pronto se indignó consigo misma por leer el diario de James y decidió que el clima le estaba alterando.


–Claro que sí, Mateo –dijo, y tomándolo por los hombros le hizo girar hacia la puerta y le dió un pequeño empujón para que saliera, al tiempo que con la otra mano, bajaba la tapa del ordenador–. Pero tendrás que darte prisa. Tengo que marcharme pronto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario