-Piensas seguir en la compañía o has venido a presentar tu dimisión a Max? –preguntó Gonzalo cuando se quedaron a solas en la cocina después de cenar.
Paula se acomodó en su asiento mientras echaba un ojo a varios sobres con publicidad. Los gemelos correteaban por la casa gastando su última reserva de energía, Tamara acostaba a Camila y Gonzalo guardaba los restos de la cena en la nevera.
–Claro que voy a seguir con MaxAir –dijo Paula–. ¿Por qué iba a dejarlo?
–Solías cansarte muy pronto de las cosas –dijo Gonzalo, arqueando las cejas como si la retara a contradecirlo.
Paula cerró la revista que estaba ojeando y se sentó sobre las manos.
–Siempre he tenido una capacidad de concentración limitada, pero se trata de un problema generacional. Tú no lo comprendes porque eres mucho mayor que yo –sonrió con malicia y Gonzalo frunció el ceño–. ¿Desde cuándo tienes tantas canas Gonzalo Gabriel? –preguntó ella, llamándolo por su nombre completo, una de sus clásicas artimañas para irritarlo.
–Desde el mismo día que te marchaste –dijo él, revirtiendo a su papel de hermano mayor sarcástico como si no hubieran pasado siete años desde la última vez que había interpretado ese personaje.
Paula respiró hondo. No se dejaría provocar tan fácilmente.
–Tengo la sensación de que este trabajo te importa de verdad, pequeña –por cómo la miró, Paula supo que se sentía en parte responsable de ese positivo cambio de actitud en ella. ¡Qué ingenuo era!–. Me cuesta creer que por fin hayas llegado a valorar algo.
–¿Yo? ¿Valorar algo? –Paula puso cara de escepticismo. Claro que valoraba su trabajo. No quería tener que rechazar la ofertad de Max. Pero de ahí a admitirlo ante su hermano…
–Bueno, y ya que hemos agotado el tema laboral, ¿Qué tal va tu vida sentimental? ¿Tienes novio? –preguntó Gonzalo–. En su último correo electrónico, el primo Rodrigo mencionaba que te había visto con un amigo en Nueva York. Pero lo último que he sabido es que vivías un apasionado romance con un tipo en París.
Paula lo miró fijamente para ver si se trataba de un sutil reproche por no haber llamado ni escrito en meses, pero Rick parecía sentir una genuina curiosidad, así que decidió que era su propio sentido de culpabilidad lo que le hacías estar tan suspicaz.
–Yo no los llamaría novios –dijo–. Gustavo y yo compartimos la pasión por los gnocchi caseros y él sabe dónde venden los mejores de todo Nueva York. Y con Mariano, en París, me dediqué a probar distintos cafés. He descubierto que se me dan muy bien las relaciones sin ataduras.
El ruido de algo rompiéndose, seguido del grito de uno de los gemelos, llegó desde la habitación de al lado. Gonzalo dejó el trapo de cocina sobre la mesa y fue a averiguar qué había sucedido. Pero al llegar a la puerta, volvió la cabeza y dijo:
–Tener un novio en cada puerto puede terminar siendo un problema, Piccolo.
Paula alzó la barbilla.
–¿Por qué? –preguntó, aunque sabía que no necesitaba molestarse. Gonzalo se lo diría de todas maneras.
–Porque llega un momento en que el único refugio que te queda es tu propia casa.
Gonzalo empujó la puerta y Paula se quedó sola. Al darse cuenta de que apretaba los puños con fuerza, los relajó. El sonido de su móvil le sirvió de excusa para no enredarse en sus pensamientos. Esperó a ver qué nombre salía en la pantalla, pero no pudo identificar el número. ¿Rafael? ¿Maximilliano?
–¿Sí?
–¿Paula?
Aunque apenas lo conocía, Paula identificó aquella voz al instante. Era Pedro.
–Soy Pedro Alfonso, el de esta tarde.
«Como si fuera a olvidarlo», pensó. Pero en alto, se limitó a responder:
–Hola.
–Te has dejado la agenda electrónica en casa. La he encontrado al lado del piano cuando ha empezado a sonar hará un cuarto de hora. No sabía cómo apagarla. Paula dedujo que era la alarma que le avisaba de que comprobara en su correo electrónico si le había llegado el calendario de vuelos del mes siguiente–. Supongo que la necesitas –añadió Pedro–. Me temo que la única manera de localizarte ha sido buscar en la agenda las señas de Gonzalo y tu número de móvil. Estoy en el semáforo de la calle Henderson. Llegaré en menos de un minuto.
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