martes, 27 de abril de 2021

Soy Tuya: Capítulo 19

Duchada y con su pijama favorito de terciopelo rojo, suave, cómodo y, por si acaso, sexy, Paula se apoyó en una pila de almohadones de flores sobre la cama y se colocó el ordenador sobre las piernas para abrir su correo. A pesar del aviso de la agenda electrónica, no le había llegado el calendario del mes siguiente y eso sólo contribuyó a inquietarla respecto a las intenciones de Max. ¿En qué consistiría el «Fantástico salto en su carrera» al que había hecho mención? No recibir el programa de vuelo sólo podía significar que ese salto no incluía seguir volando. Tenía un correo de Mariano, desde París, que había escrito un título tan provocativo que no pudo evitar reírse, pero que también le recordó las palabras de Gonzalo: «Un novio en cada puerto…» Al mismo tiempo. ¿Por qué no? Su vida sentimental era variada, romántica y sin complicaciones. 


Iba a abrir el correo cuando un ruido procedente del pasillo, probablemente Gonzalo corriendo tras alguno de los gemelos para llevarlo a la cama, le hizo alzar vista. Miró el despertador; eran las ocho y media. Junto a él estaba la rosa blanca que Pedro le había dado. La tomó y aspiró su fragancia. El perfume disparó en su memoria una evocativa mezcla de humo de gasolina, líquido desinfectante y serrín. Miró la pantalla del ordenador y, olvidando el correo de Mariano, escribió algo en la barra de direcciones de la Web. En cuestión de segundos, apareció una página de fondo negro. Paula leyó «Diana» y bajó la tapa bruscamente. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué espiaba a Pedro? ¿Tenía importancia que lo hiciera? Puesto que no iba a volver a verlo, ¿Qué más daba si leía un poco más? Levantó la pantalla muy lentamente. No había ni fotografías ni links. Sólo un hombre anónimo desahogándose sobre una página. Aunque para ella, ese hombre había dejado de ser anónimo. Leyó algunas entradas elegidas al azar. Leyó que Pedro había editado un vídeo del funeral de Diana, algunas anécdotas de su relación con la disfuncional familia de ella, con una madre alcohólica y un padre desaparecido, y Paula comprendió mejor por qué Pedro se consideraba la única esperanza de Mateo. Hablaba de las ocasiones en las que había estado a punto de rendirse o en las que se había despreciado a sí mismo por no creerse capaz de seguir adelante.


Una hora más tarde, Paula emergió de un oscuro túnel con el sabor de sus lágrimas en los labios y sin fuerza para secárselas. En una de las entradas de varios meses antes, Pedro se había expresado con tal intensidad, desvelando unos sentimientos tan crudos, que no se había molestado en corregir errores ortográficos. "Sábado, 4:12 He ido a un funeral por el marido de mi vecina. Roberto murió hace dos años y Teresa había convocado a sus mejores amigos en su pub favorito. Teresa y Roberto estuvieron juntos 58 años. Diana y yo sólo cinco. teresa y yo hemos charlado a menudo desde que Diana falleció. Hablamos de temas de actualidad y de Mateo. Solemos evitar el tema fundamental, pero aun así, me sirve de alivio. A pesar de todo, no estaba seguro de si acudiría al funeral por Roberto, pero Teresa me ha pedido ayuda: «Pedro, cariño», me ha dicho. «Necesito que me lleves. Luego me traerá mi hermana». ¿Cómo iba a negarme aun sabiendo que lo hacía para conseguir que fuera? Al final, no lo he pasado tan mal como pensaba. Me sentía como anestesiado y no consigo comprender por qué. ¿Cómo podía no sentir nada sabiendo por lo que Teresa estaba pasando? ¿Será que me he secado por dentro y no soy capaz de sentir? ¿Ya nunca voy a salir de esta parálisis emocional que borra los límites de la memoria?"


Paula dejó la rosa sobre la mesilla al tiempo que tomaba un pañuelo de papel. Teresa. La recordaba perfectamente. Ya era una anciana cuando ella era una adolescente. Siempre tenía yogurt de fruta de la pasión en la nevera por si iba a visitarla. De hecho, Teresa y Roberto se habían ocupado de ella mientras Gonzalo resolvía los trámites para el entierro de su padre. Sintiéndose emocionalmente exhausta, decidió que ya no podía más. No podía permitirse amanecer al día siguiente con los ojos hinchados y rojos. Apretó el botón que llevaba a la página de inicio y descubrió que Pedro había escrito algo aquella misma noche. Tras una breve vacilación decidió leerlo, pero en cuanto posó los ojos en las primeras palabras se arrepintió de ser tan curiosa. "Jueves, 8:07 Hoy he conocido a una mujer. Hacía seis años que estas palabras no tenían ninguna connotación. Claro que he coincidido en este tiempo con innumerables mujeres, pero hoy, por primera vez desde que conocí a Diana y empecé a salir con ella, desde que la amé y desde que me fue arrebatada, he conocido a una mujer".


Paula pestañeó frenéticamente, pero la entrada no desaparecía de la pantalla. Pedro Alfonso había conocido a una mujer. Y, aunque no mencionara ningún nombre ni ningún detalle concreto, tuvo la certeza de que esa mujer era ella.

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