martes, 6 de abril de 2021

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 46

Lo primero que sintió Paula al abrir la puerta de sus aposentos fue la fragancia a orquídeas, muchas orquídeas. Se quedó quieta y boquiabierta. Las superficies libres del salón estaban ocupadas por jarrones de las deliciosas flores por las que Carramer era famosa. Era como si hubiera una cosecha entera en la habitación. Era igual en el dormitorio. Los muebles antiguos se hallaban prácticamente ocultos por ramos de orquídeas pequeñas. Como toque final, unos pétalos de rosa cubrían la cama.


-Pedro -dijo en voz alta. Tendría que haber imaginado que no se rendiría con facilidad. 


Mientras regresaban a Turtle Bay en el barco, debió instruir al capitán para que diera orden de que las flores estuvieran esperándola cuando volvieran al palacio de verano. La extravagancia del gesto era arrebatadora. La fragancia de las flores la envolvió de manera increíblemente seductora. Se sentía acalorada porque nunca había sido cortejada de forma tan manifiesta y molesta porque se debía a los motivos equivocados.


-Pedro Alfonso, ¿Por qué no puedes aceptar un no por respuesta? - ¿Qué seguiría a continuación?  El único requisito que recordaba, aparte de las flores, era la conversación íntima durante una cena iluminada por velas. ¿Le habría mencionado el champán?-. No se habrá atrevido -corrió al cuarto de baño de mármol que se comunicaba con el dormitorio. Allí había pocas flores, pero la enorme bañera estaba llena hasta el borde y borboteaba. Metió un dedo y se lo llevó a la boca-. Champán -gimió. Esa extravagancia le recordó con quién estaba tratando.


Durante un momento de locura pensó en desvestirse y meterse en la bañera para poder decir que se había bañado con champán. Luego la dominó la seriedad de la situación. Pedro no solo la estaba cortejando, sino que intentaba derribar sus defensas, y ella temía que tuviera éxito si no ponía fin de inmediato a la situación.


Sin cambiarse de ropa, salió en busca del príncipe. Lo encontró tomando una copa de jerez en la terraza, en compañía del doctor Pascale. Pareció feliz al verla aparecer con los bermudas y la camiseta.


-Pediré otra copa. 


-No, gracias -replicó, ganándose una mirada de curiosidad del doctor. Habría preferido no tener público, pero si se retiraba, quizá no volviera a tener valor para enfrentarse a Pedro-. ¿Qué cree que está haciendo, alteza? -exigió saber con los dientes apretados.


-Veo que has encontrado las flores y el champán -su expresión se suavizó.


-¿Encontrarlos? No habría podido esquivarlos ni aunque hubiera querido. En cuanto al champán, ¿No ha oído hablar de que en el mundo hay gente que se muere de hambre? Con lo que costó llenar la bañera, probablemente habría podido alimentar a media docena de personas durante una semana. Es excesivo.


-Se lo dije -Andrés Pascale tosió con discreción. Pedro y Paula lo hicieron callar con la mirada. Impasible, el hombre mayor alzó las manos. Recogió la copa de jerez y dijo-: Si los tortolitos me perdonan, terminaré la copa en la biblioteca.


-En el yate -dijo Pedro cuando se quedaron a solas-, cuando te pregunté si querías ser cortejada, mencionaste flores y champán -le recordó. - Hablábamos de un cortejo hipotético.


-Entonces, hipotéticamente, ¿Cuántas flores serían suficientes? ¿Cuánto champán sería el correcto antes de que puedas aceptar mi proposición de matrimonio?


-El matrimonio no es algo que dependa de los números -suspiró-, al menos no para mí. Me conmueve las molestias que te has tomado con las flores, de verdad, y con el champán en la bañera. Estuve tentada de meterme en ella.


-¿Qué te detuvo? -los ojos le brillaron como si la imaginara.


-No quiero regalos suntuosos. Solo significan algo cuando son... -se mordió los labios antes de decir «por amor»- cuando tienen algún sentimiento detrás. De lo contrario, son gestos vacíos. Gestos grandiosos, pero vacíos.


-¿Con sentimiento? -pareció pensativo-. ¿Cómo puedes saberlo?


-Cuando el otro te toca -estaba demasiado agitada para evitar caer en la trampa-, sientes algo.


Antes de que ella pudiera reaccionar, recorrió la distancia que los separaba y la tomó en brazos. 


-¿Te refieres a esto?


Intentó mantenerse rígida, pero no sirvió. La presión de las manos de Pedro en su cintura le quitó el aliento. Al abrir la boca para respirar, Pedro aprovechó el momento para besarla con pasión. Paula se sintió consumida por el fuego. No pudo evitar responder con todo su amor. «Tonta», le dijo una voz en la parte de su mente donde prevalecía la cordura. Había intentado devolverle los regalos, decirle que ese no era su precio. No había contado con que él supiera exactamente cuál era y se lo pagara con una moneda que no tenía fuerzas para rechazar. Cuando sus rodillas amenazaron con ceder, se aferró a Pedro. Tembló al ser consciente del efecto que surtía sobre él. Aunque no era el único, ya que Paula también se sentía increíblemente excitada. Como una sonámbula, le separó la seda de la camisa e introdujo las manos para acariciarle el estómago liso y sentir las palpitaciones del corazón en contrapunto con las del suyo. La respiración de él se tornó trabajosa y sus dedos se enredaron en el cabello de ella, echándosela hacia atrás hasta tenerla jadeante delante de su cara. Le dió un beso fiero y posesivo y, antes de que ella hubiera podido asimilarlo, se separó.


-Y ahora dime que no sientes nada por mí.


Como un cubo de agua helada, las palabras la devolvieron a la realidad. ¿Qué estaba haciendo? Era hora de bajar a la tierra.


-Lo que siento no tiene nada que ver -repuso, consciente de lo severa que sonaba, como la maestra que en realidad era. Una de las cosas que más le costó hacer fue retroceder y obligarlo a soltarle el pelo. Respiró hondo-. ¿Hablabas en serio cuando mencionaste que quedaba liberada del vínculo?


-Bajo nuestras leyes, no podía pedirte que te casaras conmigo si seguías vinculada a mí -suspiró.


-¿Entonces mi libertad es condicional? -el corazón se le atenazó.


-No, aunque desearía que así fuera.


-Ahora que soy libre, he decidido ir a Solano para continuar con mis vacaciones -manifestó antes de perder el coraje-. ¿Acepta mi dimisión con efecto inmediato, alteza?


-¿Tengo elección? -respondió con tanta amargura que ella lo miró asombrada. Pero no tardó en descubrir la causa-. Joaquín te va a echar de menos.

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