martes, 28 de mayo de 2019

Eres Irresistible: Capítulo 36

Con dedos temblorosos le desabrochó el cierre frontal del sujetador y contempló sus senos desnudos. Eran perfectos y no había nada comparable a su sabor. Agachó la cabeza y lamió uno de ellos a la vez que le sujetaba el seno con firmeza. Oyó los gemidos de Paula mientras le mordisqueaba un pezón y luego el otro. Sus pezones estaban duros y calientes, y no recordaba haber disfrutado nunca antes tanto con los senos de una mujer. Cuando finalmente alzó la cabeza, sonrió felinamente y, sin decir palabra, le bajó la falda vaquera y las mallas.

—Tengo que decir que esta prenda no me gusta nada —dijo, deslizando la cintura de goma hacia abajo.

—¿Por qué? —preguntó ella, desconcertada.

—Porque ocultan tus piernas.

Paula sonrió.

—¿Preferirías que no las llevara mientras doy de comer a tus hombres?

—No —replicó Pedro al instante.

—Entonces…

—Entonces puedes llevarlas en público y yo te las quitaré cuando estemos a solas.

—De acuerdo.

Pedro se quedó mudo al descubrir un tanga rosa bajo las mallas y pensar de inmediato que quería descubrir lo que ocultaba. Deslizándose al suelo para arrodillarse al pie de la cama, colocó la cabeza entre los muslos de Paula y puso sus piernas sobre sus hombros. Igual que la noche anterior, una pulsante sensación recorrió la parte baja de su cuerpo con sólo sentir sus piernas suaves y aterciopeladas sobre la piel desnuda. Oler su aroma íntimo y tener la boca tan ceca de su sexo exacerbaba su excitación. Pasó su lengua por encima del tanga a modo de aperitivo. El gemido de Paula fue directo a su sexo, endureciéndolo aún más. Alzó la mirada y al ver la expresión de total abandono de ella, su hambre se incrementó. Levantándole las caderas, le quitó el tanga. Desde que la había probado la noche anterior deseaba volver a tenersu sabor en los labios. No había descubierto la verdadera dimensión de su deseo sexual por ella hasta que habían hecho el amor. Cada orgasmo de la noche anterior le había hecho desear aún más el siguiente. Dejando la prenda de ropa interior en el suelo, recuperó la postura y empezó a lamerla, dibujando con su lengua sus formas  femeninas.

—Pedro —susurró ella, apretando sus muslos por la urgencia de su deseo.

—¿Sí, cariño? —dijo él, en el mismo tono.

—Me… me gusta.

Pedro se estremeció.

—A mí también —dijo.

Y para demostrárselo, se adentró en ella. El sabor de Paula le hacía enloquecer y sólo podía recuperar la cordura emborrachándose de él, haciendo lo que estaba haciendo. Y el sonido de los gemidos y grititos de ella, la manera en que lo aprisionaba con sus piernas y el dulce jarabe que su cuerpo producía, despertaba su codicia. Supo que no tardaría en alcanzar el clímax y aumentó la presión de su lengua, lamiéndola como si su vida dependiera de ello. Y cuando sintió que Paula se tensaba, apretó la boca contra su cueva y esperó a que sus espasmos se iniciaran para volver a empujarla un poco más alto con su lengua.

Paula creyó que la cabeza le iba a estallar por la violencia de los espasmos que la sacudieron. Pedro le había alzado las caderas y mantenía los labios sellados contra su sexo mientras su lengua la atacaba una y otra vez. Cuando alcanzó el clímax gritó su nombre repetidamente a medida que el torbellino de sensaciones que la invadían le hacía perder todo sentido de la realidad.

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