martes, 28 de mayo de 2019

Eres Irresistible: Capítulo 34

Al salir, se preguntó por qué actuaba en contra de lo que había decidido, pero llegó a la conclusión de que si les daba más munición, sus hermanas podrían llegar a ser peligrosas. Además, así salvaría a Paula de ser interrogada, aunque no le cabía la menor duda de que ya le habrían sonsacado toda la información posible. Al llegar a su despacho se sentó ante el escritorio. Estaba deseando tener unos minutos a solas con ella, pero tendría que esperar. Tomó una carpeta de encima de la mesa. Al menos intentaría hacer algo del trabajo retrasado mientras esperaba a que sus hermanas se fueran. Pero si se demoraban, tendría que animarlas amablemente a que lo hicieran. Sonrió al imaginar su reacción. Ya las había echado de su casa con anterioridad, pero siempre bromeando. En aquella ocasión, sin embargo, no bromearía. Y en cuanto pudiera, repararía el cerrojo de la puerta trasera. Nunca le había importado que no funcionara y que sus amigos y familia entraran en su casa a su antojo, pero había empezado a molestarle.

Dejó la carpeta sin tan siquiera abrirla al darse cuenta de lo que estaba pensando. La única razón de que se planteara cambiar el cerrojo era que en dos ocasiones, sus primos le habían encontrado besando a Paula. Pero puesto que se iba a marchar el viernes, ¿Tenía sentido que hiciera algo al respecto? Se apoyó en el respaldo de la silla bruscamente. Por supuesto que tenía sentido, porque estaba claro que no quería que su relación con Paula acabara aquella semana. Podía salir con ella, llevarla a cenar. Nada serio, desde luego. ¿Pero tendría tiempo? No debía olvidar que pronto nacerían los corderos y que algunos de sus hombros se marcharían a otros ranchos para conducir ganado. En ese momento supo que iba a hacer lo que llevaba sin hacer diez años: buscar tiempo para pasarlo con una mujer.

Alzó la mirada al oír que llamaban a la puerta. Se le aceleró el pulso. ¿Se habrían marchado sus hermanas y Paula acudía a buscarlo? Se puso en pie expectante, pero al ver que se trataba de Nicolás, frunció el ceño y se volvió a sentar. Pedro no necesitaba preguntarle por qué estaba allí. Y tal y como se sentía en aquel momento, tuvo la tentación de ofrecerle dinero para que se llevara a Carolina de su rancho. Pero eso no solucionaría el problema de Sonia y de Luciana. Sonia no salía con nadie desde que había roto con el estúpido médico con el que había mantenido una relación el año anterior. Y afortunadamente, Luciana estaba demasiado concentrada en sus estudios como para interesarse en los hombres. Aunque a veces lo sacaba de sus casillas, no podía negar que se sentía orgulloso de su determinación y de sus esfuerzos para sacarse el título de abogada en un tiempo récord.

—¿Qué haces aquí, Nico? —preguntó Pedro sin poder resistirse a tomar el pelo a su amigo.

Nicolás se había reído de él las dos últimas semanas por Paula y merecía recibir su propia medicina.

—¿Tú qué crees?

Pedro puso los ojos en blanco. Nicolás había pasado demasiado tiempo con Tomás en los últimos días y empezaba a sonar como él.

—Sabes que uno de estos días vas a tener que tomar una resolución drástica, aunque no me refiero al extremo de raptarla —dijo Pedro.

Nicolás se limitó a sonreír. En cualquier otra ocasión esa sonrisa habría inquietado a Pedro, pero aquel día no lo alteró. Tenía sus propios problemas y los de su amigo y Carolina no lo afectaban. Lo único que verdaderamente le importaba era averiguar si Paula querría seguir viéndolo a partir del viernes. Y estaba decidido a hacer lo que hiciera falta para que lo deseara tanto como él.

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