jueves, 9 de mayo de 2019

Eres Irresistible: Capítulo 14

Paula dejó caer los brazos. Le costaba creer que Pedro hubiera dicho aquello. Y que su corazón latiera desbocadamente como si ansiara que cumpliera con su amenaza.

—No tienes nada que ver con Pablo.

Pedro enarcó una ceja.

—¿Quién es Pablo?

—El último hombre con el que he salido.

Pedro ignoró la punzada de celos que sintió.

—¿No ser como él es bueno o malo?

Paula se encogió de hombros.

—No lo sé. Supongo que me habría gustado que sintiera una fracción de esa hambre que tú sientes por mí.

Pedro entendió al instante lo que insinuaba.

—No puedo imaginar que hayas tenido un hombre cerca que no quisiera devorarte. Debía ser un idiota.

Paula reprimió una sonrisa y evitó decir que opinaba lo mismo.

—Tenía sus propias ideas sobre el sexo. Me sugirió que hiciéramos un trío.

Pedro frunció el ceño. Podía aceptar que su novio no tuviera una gota de pasión en el cuerpo, pero la idea de que quisiera compartirla con alguien le pareció una demencia. Ningún hombre en su sano juicio querría algo así.

—Entonces no era sólo un idiota —dijo en voz alta—, sino que debía de estar loco. Si un hombre te quiere compartir es porque ha perdido el juicio. A mí jamás se me ocurriría algo así. Yo te querría en exclusiva para mí —deslizó la mirada por ella—. Sólo yo dejaría en tus labios una sonrisa de satisfacción, Paula.

Paula sintió un nudo en el estómago al notar su mirada recorrerla de arriba abajo, ralentizándose en ciertas partes de su anatomía que inmediatamente subían de temperatura al recibir su caricia, a la vez que su voz aterciopelada despertaba todo tipo de sensaciones en ella.

—¿Cuánto tiempo estuviste con ese tipo?

—Un año.

—¿Y hace cuánto lo dejaron?

Paula no sabía cómo habían llegado a aquel punto de la conversación, pero contestó:

—Hace dos años. Ahora, si no te importa, voy a seguir recogiendo.

Pedro la siguió con la mirada hasta el fregadero. Luego se puso a desayunar. Como el día anterior, la comida estaba deliciosa. Tanto como la cocinera. Paula se prohibió mirarlo y se esforzó por mantenerse ocupada al tiempo que intentaba ignorar su presencia. Para cuando terminó, ella había acabado de poner todos los cacharros en el friegaplatos y limpiado las superficies. Se levantó y dejó la taza y el plato en el fregadero. Cuando se volvió, ella se apartó rápidamente para quitarse de en medio, pero no lo bastante deprisa como para impedir que él le tomara la mano.

Paula sintió al instante un escalofrío. Ladeó la cabeza y lo miró a los ojos. Pedro mantenía la mirada fija en sus labios. Luego, lentamente, la subió hacia sus ojos antes de volver a bajarla. En ese momento ella tuvo la seguridad de que iba a cumplir su amenaza y una llamarada prendió entre sus muslos a la vez que sentía en su interior un vacío que no recordaba haber sabido que existía. Pedro dió un paso adelante y su aroma la envolvió, atrayéndola como un imán a las profundidades de su masculinidad, embriagándola, ahogándola en su sensual hechizo. Lo miró fijamente y se quedó hipnotizada por sus rasgos. Era un hombre extraordinariamente guapo. Tanto, que le nublaba el pensamiento y le impedía decirle que la soltara. Por el contrario, dio un paso hacia él al tiempo que Pedro lo daba hacia ella.

Paula se encontró atrapada entre la encimera y el cuerpo de Pedro, sintió la fuerza de su erección entre sus muslos como si aquél fuera el lugar al que pertenecía. Por primera vez en toda su vida, ella se sintió en total sincronía con un hombre, plenamente consciente de quién era y de lo que podía hacer. Y pensar en lo que él podía hacer y en lo que haría, le hizo estremecer. La ansiedad que sentía era tal que podía sentir los nervios a flor de piel. Tragó saliva, pero cuando no le sirvió para calmarse, sacó la lengua para humedecerse los labios. Fue un error. Vió reflejado en el rostro de Pedro el efecto que su movimiento tuvo en él. No pretendía animarlo, pero al ver el fuego que iluminó sus ojos, supo que se había apoderado de él algo esencialmente masculino que ella no tenía intención de frenar. Pedro se inclinó hacia adelante y antes de que Paula pudiera respirar, selló sus labios con un beso.

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