jueves, 16 de mayo de 2019

Eres Irresistible: Capítulo 22

—Buenos días.

Pedro alzó la mirada del periódico y supo que había cometido un error. Paula tenía los ojos hinchados y cara de sueño, y habría querido invitarla a volver a la cama… con él.

—Buenos días —saludó ella, notando el cuello en tensión.

Paula olisqueó el aire.

—¡Genial, has hecho café!

Fue por la cafetera y Pedro observó decepcionado que, una vez más, llevaba mallas bajo una falda corta. Paula se sirvió una taza y tras añadirle leche y azúcar, dio un gran trago.

—¡Maravilloso! —dijo.

—Gracias.

¿Sonreía? ¿Una taza de café podía hacerle sonreír? Según recordaba Pedro, la noche anterior apenas se había comunicado con él. ¿Y por qué le hacía sentir tan bien saber que había contribuido, aunque fuera en una ínfima proporción, a su felicidad? Volvió la vista al periódico. Tal y como había planeado, debía haberse marchado antes de que ella bajara a la cocina. Estaba decidido a mantener las distancias. Quizá así conseguiría dormir una noche entera.

—Voy a hacer tortillas. ¿Quieres que te prepare una?

Pedro miró a Paula, que estaba preparando los utensilios para organizar el desayuno. ¿Había dicho «tortilla»? La última vez que había desayunado una fue en un hotel, durante un viaje de trabajo. Estaba deliciosa.

—Sí, por favor —dijo, intentando disimular el entusiasmo que le había causado la idea.

—¿Cómo la quieres?

Pedro evitó decir lo primero que se le pasó por la cabeza, que, para variar, era un comentario procaz. Era demasiado temprano para pensar en sexo. Aunque el sexo a primera hora era magnífico, y no le costaba imaginar que Paula seria capaz de incendiar la cama con su ardiente naturaleza, y cocinar en ella con el calor que desprendía.

En cuanto le dijo los ingredientes que quería, Paula se puso manos a la obra, y él siguió observándola mientras añadía cebolla, pimientos y tomate al huevo. Viéndola se le hizo la boca agua, tanto por la comida como por la cocinera. Era un placer seguir sus movimientos por la cocina. Tanto, que pronto tuvo una erección difícil de disimular.

—¿Te apetece un zumo de naranja?


Pedro parpadeó al darse cuenta de que se había quedado con la mirada perdida.

—Sí, gracias. Me irá bien.

En aquel momento cualquier cosa sobre la que ella pusiera sus manos le iría bien. De hecho, lo recorrió un escalofrío imaginándolas sobre ciertas partes de su cuerpo.

Paula cruzó la cocina y puso el plato en la mesa junto con un zumo de naranja.

—Gracias.

Paula sonrió.

—De nada.

Pedro empezó a comer concentrándose en la comida para conseguir mitigar el efecto físico que Paula tenía sobre él. Cuando ella le rellenó la taza de café, ni siquiera alzó la mirada para darle las gracias, pero luego siguió observándola de soslayo.

Pasó media hora sin que intercambiaran palabra. Pedro leyendo el periódico distraídamente, y Paula concentrada en la cocina. Pronto ella se quitó los zapatos y continuó trabajando descalza, lo que hizo sonreír a Pedro cuando vió de nuevo sus preciosas uñas rosas. Al terminar la tortilla y tras doblar el periódico, él decidió que había llegado el momento de hacer algunas averiguaciones.

—¿Tienes algún familiar por esta zona, Paula?

Paula se obligó a mantener la atención en lo que estaba haciendo para no dejarse alterar por la aterciopelada y profunda voz de Pedro. Ya le había costado bastante ignorar su aroma, que percibía incluso por encima del olor del beicon.

—No —contestó, preguntándose cuál sería el motivo de la pregunta.

—¿Te has instalado aquí sin conocer a nadie?

Paula intentó contestar sin mentir abiertamente.

—Bueno, una de mis mejores amigas de la universidad vive por aquí.

—¿Y vives con ella?

—SÍ. Al menos hasta que he venido a trabajar para tí.

Pedro apartó el plato a un lado y se apoyó en el respaldo de la silla.

—¿Y de dónde eres?

—¿De dónde crees? —preguntó ella, mirándolo con una sonrisa.

—Del sur.

—Así es: soy de Tampa, en Florida —decidiendo que ya había contestado suficientes preguntas, hizo la suya—: ¿Y qué me cuentas de Rafael y sus cinco mujeres? No pensaba que en esos tiempos fuera tan sencillo divorciarse.

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