martes, 14 de mayo de 2019

Eres Irresistible: Capítulo 20

Horas más tarde, Pedro recorría su dormitorio con la mandíbula en tensión. Sería la segunda noche consecutiva sin dormir, y no podía permitírselo. Las dos siguientes semanas tenía que estar en plena forma para la temporada de esquila. Al menos sus hombres estaban animados con los desayunos y los almuerzos, y al finalizar el trabajo habían estado especulando sobre qué sorpresa les tendría destinada Paula al día siguiente. Era innegable que había animado la vida del rancho.

Pedro fue hasta la ventana, enfadado consigo mismo por los pensamientos que lo dominaban. También su cena había estado exquisita. Había permanecido solo en la cocina, en silencio. Paula había entrado en cierto momento para dejar su copa y le había dado las buenas noches antes de subir precipitadamente a su dormitorio.  Ninguno de los dos había mencionado el beso. En cambio, alguien se había ocupado de contárselo a Marcos y a Nicolás. Afortunadamente, ninguna de sus hermanas parecía saberlo, porque, de otra manera, ya habría recibido su llamada o peor aún, habrían aparecido para presentarse a Paula. Lo que sí había logrado aclarar a lo largo el día era que, en contra de la sospecha de Nicolás, ella no estaba huyendo de nadie. Aunque apenas había conseguido hacer que hablara de sí misma, le había contado lo de su ex novio, y parecía extremadamente interesada en la historia del viejo Rafael. Sacudió la cabeza. Aparte de que era una extraordinaria cocinera, que tenía un antiguo novio que era un idiota, y que uno de sus amigos iba a casarse, no sabía absolutamente nada de ella. Quizá sería mejor así. De hecho, lo único importante era que hiciera bien el trabajo para el que había sido contratada. Aunque su presencia en el rancho significara que él no pegara ojo. De eso, el único culpable era él por no poder ejercer ningún control sobre sí mismo. Tenía que dominar la tensión sexual que había entre ellos. Pero cómo. No bastaría con imaginarla vestida con un saco porque ya conocía su cuerpo. Y le resultaba imposible fijarse en sus curvas sin que se le despertara la libido. Suspiró profundamente y volvió a la cama. Era más de la una y si era preciso, contaría ovejas. Después de todo, eran su medio de vida.


Paula se incorporó y contestó el teléfono, sonriendo al ver que era su padre.

—Papá, es más de la una, así que espero que tengas algo bueno que contarme.

El senador Chaves dejó escapar una carcajada.

—Diana está aquí. Ha accedido a casarse conmigo y queríamos compartirlo con nuestros hijos.

A Paula se le llenaron los ojos de lágrimas. Su padre se merecía toda la felicidad del mundo. Se secó los ojos.

—Me alegro por los dos, papá. Enhorabuena. ¿Han hablado ya con Bruno y Valentina?

Bruno y Valentina eran los hijos de Diana. Bruno tenía veintiséis años y estudiaba Medicina en Florida. Valentina, veintiuno y estudiaba en Luisiana. Paula se llevaba magníficamente con ellos y sabía que estarían tan contentos como ella.

—Todavía no —dijo su padre—. Hemos decidido llamar primero a la mayor.

Paula sonrió. Ya pensaban en ellos como una familia.

—Siento mucho no estar con vosotros para celebrarlo, pero en cuanto vaya a Florida, nos reuniremos.

—¿Y cuándo será eso?

Paula se mordisqueó el labio. Ella misma no estaba segura.

—No antes de dos semanas.

Para entonces habría vuelto la cocinera de Pedro y con suerte, ella le habría contado ya la verdad. Confiaba en que se sintiera en deuda con ella y que, aunque fuera a regañadientes, accediera a protagonizar la revista.

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