jueves, 16 de mayo de 2019

Eres Irresistible: Capítulo 23

Pedro se encogió de hombros.

—Averiguamos que la primera mujer con la que huyó estaba casada con un hombre que la maltrataba. Con la segunda, huyó con el consentimiento del marido, que prefirió evitar el escándalo —Pedro decidió que ya había contado suficiente y que prefería mantener despierta la curiosidad de Paula, aunque sólo fuera por ver cómo le brillaban los ojos.

Se levantó y llevó el plato y la taza al fregadero.

—No hace falta que te molestes —dijo ella.

—Mis padres me enseñaron a recoger.

Como el día anterior, Paula se echó a un lado para darle acceso al fregadero, y Pedro, que no le gustó la idea de que intentara evitar cualquier contacto con él, la sujetó por la muñeca. Ella lo miró alarmada.

—¿Por qué me tienes miedo, Paula? —sólo entonces se dió cuenta de que deslizaba su mano acariciadoramente por el brazo de ella.

Paula alzó la barbilla, pero no hizo ademán de retirar el brazo.

—¿Qué te hace pensar que te tengo miedo?

—Que intentas evitarme.

Paula lo miró son sorna.

—Yo podría decir lo mismo de tí.

Pedro guardó silencio mientras se decía que Paula tenía razón. Al notar que ella se estremecía bajo sus dedos, la miró a los ojos.

—¿Por qué sigue pasándonos esto? —preguntó con voz ronca.

Paula le dedicó una desconcertante sonrisa.

—Si no me equivoco, tú fuiste el que decidió besarme para que se te pasara la obsesión.

Pedro asintió, esbozando una sonrisa.

—Ya lo sé. Y no sirvió de nada.

Paula se encogió de hombros.

—A lo mejor no pusiste suficiente empeño —dijo.

Pedro frunció el ceño.

—De eso nada. Puse toda mi alma.

—Lo sé —dijo ella con un suspiro.

Con la mano que tenía libre, Pedro le hizo alzar la barbilla.

—Pero para demostrártelo, voy a hacer otro intento, a ver si esta vez funciona.

Bajó la cabeza y la besó apasionadamente, irrumpiendo con su lengua en su boca con una fuerza que hizo que el beso del día anterior resultara mojigato.  Oyó gemir a Paula y sintió sus pezones endurecerse contra su pecho tan nítidamente que parecían estar desnudos. Y como el día anterior, su sexo en erección encontró un lugar entre los muslos de ella, que devolvía cada caricia y cada latigazo de su lengua. ¿Por qué el sabor de ella le resultaba tan embriagador? ¿Por qué sus bocas parecían encajar como si entre las dos formaran una unidad? Al oír varios carraspeos su mente recibió la orden de separarse, pero no lo hizo antes de lamer sus labios. Entonces alzó la cabeza y miró iracundo a los cuatro hombres que lo observaban con sorna desde la puerta de la cocina: Nicolás, Tomás, Federico y Juan. Como era de esperar, fue Tomás quien tuvo el descaro de hablar.

—¿Se puede saber por qué besas todo el tiempo a tu cocinera?

Paula se metió en la bañera reflexionando sobre los acontecimientos del día. Al ser interrumpidos una vez más, ella se había sentido irritada y Pedro, como era de esperar, había vuelto a evitarla. Igual que el día anterior, le había dejado la cena preparada y tras esperar en vano a que volviera, había decidido acostarse. Salió de la bañera y se envolvió en una gran toalla mientras repasaba mentalmente los preparativos que había hecho para el desayuno, y asegurarse de que no se había olvidado de nada. El ruido de un motor le hizo aguzar el oído. Se puso un albornoz y fue a mirar por la ventana. No se había equivocado, y bastó con ver a Pedro para que su cuerpo reaccionara. Como si se sintiera observado,  él miró hacia su ventana y en cuanto sus miradas se encontraron, ambos se quedaron paralizados.

Paula, conteniendo el aliento, sintió los ojos de él acariciar partes de cuerpo que hacía tiempo que nadie tocaba. El creciente deseo la hizo estremecer. Ni siquiera la distancia podía evitar el torbellino de sensaciones que se apoderaba de cada poro de su piel con una mirada de Pedro, y la única imagen que tenía cabida en su mente era el beso hambriento y posesivo que él le había dado. Para recuperar el dominio sobre sí misma, suspiró profundamente, se alejó de la ventana y, poniéndose el pijama, se dijo que había hecho bien en evitar coincidir con él. Lo que más le preocupaba era que la atracción que sentía fuera no sólo física, sino también emocional. Estaba sucediendo algo que no podía definir y en lo que prefería no pensar. Temía que fuera el hombre capaz de triunfar donde Pablo había fracasado, y arrastrarla hasta hacerle olvidarse de sí misma, porque tenía la habilidad de traspasar la barrera emocional tras la que se sentía segura. Con Pedro temía perder el sentido común, pensar en cosas en las que no debía, como por ejemplo en una niña con ojos como los de él o un niño con su sonrisa. Le aterrorizaba darse cuenta de que si había un hombre capaz de doblegar su voluntad, sería Pedro.

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