martes, 20 de noviembre de 2018

No Quiero Perderte: Capítulo 36

Pero no la encontraba. Había desaparecido entre la neblina de la costa. Pedro había llamado a todo el mundo que conocía y a algunas personas que no conocía. Tras cuatro días, empezaba a desesperarse. Matías Darking, un amigo de la universidad, era editor en un periódico local. Fue a verlo por si había oído algún rumor al respecto. Matías tuvo el valor de echarse a reír.

–¿Tu esposa ha huido y estás llamando a la prensa para averiguar dónde está? ¿No se supone que debería ser al revés? ¿Y si mañana te saco en los titulares? Es un día de pocas noticias, ya sabes.

–Sólo quiero saber dónde está. He hablado con todo el mundo. Estoy muy preocupado, Matías.

–¿Crees que podría saltar desde el Golden Gate Bridge?

–No, es demasiado sensata para eso –¿Por qué a la gente le parecía divertido?–. La quiero, Mati. Ella no lo sabe y necesito decírselo.

–¿Te has casado con ella sin decirle que la querías?

–Por supuesto que se lo he dicho, pero no me cree. Piensa que me he casado con ella por dinero.

–Algo que sería comprensible. ¿Te haces idea de la fortuna que tienen los Chaves?

–No me importa que sean ricos. No me importa nada excepto recuperarla. Ni siquiera me importa la maldita agencia que estado planeando durante toda mi vida. Lo echaría todo por la borda con tal de tenerla a mi lado, y no bromeo.

La idea lo sorprendió. El sueño de toda la vida no era nada comparado con la idea de pasar el resto de sus días sin Paula. Sólo llevaba fuera cuatro días. Cuatro mañanas sin su sonrisa. Cuatro tardes sin sus besos. Cuatro noches sin sentir sus brazos alrededor del cuerpo. No podría soportarlo mucho más tiempo.

–Estás loco por ella.

–He contratado a un detective, he llamado a todos lo que creo que pueden conocerla, y he ido a visitar a sus parientes. La he buscado por sus lugares favoritos de la ciudad, pero ha desaparecido. Nadie tiene ni idea de dónde está –suspiró y miró a su amigo–. Haría cualquier cosa por recuperarla, Mati.

–¿Cualquier cosa? –preguntó Matías con curiosidad.

–Cualquier cosa.

TE QUIERO. VUELVE CONMIGO.

Las letras mayúsculas de la portada del San Francisco Examiner se veían en todos los quioscos de la ciudad. Pedro sentía una mezcla de vergüenza y emoción mientras caminaba por una calle concurrida. Había recibido la llamada de un famoso programa de televisión que quería que contara su historia. Para su sorpresa, aceptó rápidamente. Había hecho la entrevista aquella mañana.

–Sí, me temo que sí acepté dinero del padre de mi esposa. Lo consideraba una inversión para mi nuevo negocio –se aclaró la garganta y miró el micrófono que llevaba enganchado a la corbata. Los focos habían hecho que rompiera a sudar y las tres cámaras que lo enfocaban no ayudaban demasiado.

–Sin embargo, no le contaste nada a tu esposa –la rubia periodista se inclinó hacia él de forma que sus pestañas casi le rozaron la mejilla.

–No, nunca se lo dije. Y en eso es en lo que me equivoqué. Es mi esposa y deberíamos confiar el uno en el otro en todos los aspectos.

–Y cuando lo descubrió se sintió muy dolida.

–Estaba destrozada. Después de enterarse de lo del dinero, decidió que sólo me había casado con ella por eso, y que no me importaba nada.

–¿Es cierto?

Pedro enderezó los hombros.

–Nada más lejos de la verdad. Quiero a Paula. Me cautivó desde el primer momento en que la ví. Es una mujer divertida, encantadora, inteligente, dulce y con talento, y quiero compartir el resto de mi vida con ella.

–Hablas como un hombre enamorado –la voz del hombre que ayudaba a presentar el programa llamó la atención de Pedro–. ¿Y es cierto que has devuelto el dinero?

–Sí. Cada centavo –se llenó de orgullo.

El día anterior había ordenado la transferencia para devolver el dinero. Había tenido que emplear gran parte de sus ahorros para cubrir el dinero que ya se había gastado en la agencia. También le había enviado a Miguel Chaves una nota personal, disculpándose por el papel que desempeñaba en aquella conspiración y por la subsiguiente publicidad. Aunque, en realidad, pensaba que aquel hombre se merecía todo aquello.

–Soy un hombre lo suficiente trabajador y ambicioso como para mantener a Paula sin ayuda. Eso lo sé ahora. Independientemente de que pueda montar mi propia agencia o tenga que trabajar para otra persona, seguiré ofreciendo lo mejor a mis clientes. Desde que la conocí, he cambiado mi perspectiva de todo. El trabajo sigue siendo importante para mí, pero he descubierto la alegría de tener una compañera. Nunca he sido tan feliz en mi vida como lo he sido durante las últimas semanas con ella. La echo muchísimo de menos.

–Eres adorable –la presentadora le dio una palmadita en la pierna–. Me casaría contigo si no te hubiera pescado esa chica afortunada –se volvió hacia una de las tres cámaras que los enfocaba–. Paula, volverás con él, ¿Verdad?

Pero no había vuelto.

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