jueves, 22 de noviembre de 2018

No Quiero Perderte: Capítulo 40

Paula arqueó una ceja.

–De algún modo, eso es cierto. Apuesto a que mi padre te habría exigido que se lo devolvieras.

–Puede ser. No lo quiero. Nunca aceptaré dinero de él, o de otra persona, a menos que me lo haya ganado de forma honesta –su expresión sincera provocó que a Paula se le encogiera el corazón–. Me he avergonzado de mí desde que me percaté del daño que te había hecho. Fui idiota, y sólo espero que puedas perdonarme de corazón.

–Ni siquiera sé dónde tengo mi corazón. Ha sido una semana muy estresante.

–Para mí también. He sido un desdichado sin tenerte a mi lado.

–Oh, vamos –soltó una carcajada–. Seguro que has estado demasiado ocupado con tus negocios como para llorar por mí.

–He estado muy ocupado corriendo de un lado a otro para tratar de encontrarte como para pensar en los negocios. Empezaba a pensar que te habías ido al extranjero. Es mucho más difícil encontrar a una heredera que a alguien que tiene un trabajo normal al que tiene que acudir por obligación.

Ella suspiró.

–Sí, pobre niña rica que no ha dejado de llorar en su lujoso escondite de Napa Valley. Supongo que es normal que la prensa se riera de mí.

–Nadie se ha reído de tí, pero muchos estaban preocupados. He recibido llamadas de todas partes del mundo, y algunas nada agradables. Tienes muchos amigos.

–¿Yo?

–Sin duda. Un chico de Colombia estaba tan enfadado que pensé que iba a amenazarme.

Ella sonrió.

–Nicolás. Estuvimos juntos en el grupo de teatro de la universidad. Es un encanto.

–Y una chica de Nueva York me regañó muchísimo y me dijo que era un canalla.

Ella se rió.

–Esa es Nadia. Es muy lanzada.

–Y tu tía Celina… –suspiró–. Ella tampoco se queda corta con las palabras.

–Así que no puedes esperar para llamarlas y decirles que no se preocupen, que me has encontrado y que todo está bien.

–La verdad es que no me importan nada –la miró fijamente–. La única que me importa eres tú –movió las manos en los bolsillos como si estuviera deseando sacarlas–. Eres la persona más importante del mundo para mí.

Ali se movió entre las piernas de Paula.

–Ten cuidado, estás poniendo celosa a mi gata. No creo que vaya a dejarte pasar.

Pedro miró al animal.

–Vamos, Ali, dame un respiro.

Ali movió el rabo y se metió en la casa.

–Hmm. Esa respuesta podría interpretarse de muchas maneras.

–Creo que quería decir: entra.

–Eso o: piérdete –sonrió Paula.

–Supongo que no podría culparla por pensar eso último, pero espero que tú seas más comprensiva –se miró las manos– Y quizá dejes que saque las manos de los bolsillos.

–Está bien, pero ten cuidado dónde las pones.

–Me comportaré. Aunque te advierto que están desesperadas por acariciarte.

Paula se mordió el labio inferior para disimular su sonrisa.

–Yo también te he echado de menos un poco.

–¿Sólo un poco?

Ella juntó el dedo índice con el pulgar.

–Quizá todo esto.

–Yo te he echado tanto de menos que todavía me duele, a pesar de que estoy aquí contigo.

–Puedo darte una aspirina.

–Un abrazo sería mejor –su sonrisa cautivadora la hizo sonreír.

–Será mejor que pases. No quiero que los vecinos te vean merodeando.

Pedro miró por encima del hombro. No había ninguna casa a la vista.

–Buena idea. Puede que haya moros en la costa.

–No queremos que le cuenten nada a la prensa –le ardía el cuerpo de pensarlo.

La presencia de Pedro hacía que la habitación pareciera pequeña. Él olía de maravilla, a aire fresco mezclado con una pizca de sudor. A ella le gustaba hacerlo sudar.

–Supongo que esperas que te perdone.

Él la miró a los ojos.

–No te pediré tal cosa. Prefiero continuar hacia delante. Te quiero, Pau. Sé que puede que no lo creas después de lo que ha pasado, pero perderte ha servido para asegurarme aún más de ello. Te necesito igual que necesito respirar. Los días no tienen sentido sin ti. Ni siquiera el trabajo me parece interesante si no puedo compartirlo contigo.

Paula respiró hondo.

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