martes, 13 de noviembre de 2018

No Quiero Perderte: Capítulo 27

Se volvió y desapareció entre los invitados. Paula se quedó mirándola.

–Antonio debería deshacerse de ella. Una persona así es peligrosa para la empresa.

–Así que, aparentemente, hay un espía. ¿A qué se refería con eso? –preguntó Paula.

–Alguien ha estado filtrando secretos de la empresa a sus competidores. Lleva pasando algunos meses, y nadie sabe quién es.

–Parece que Antonio pensó que pudieras ser tú.

La mirada de Paula indicaba preocupación, ¿O sospecha? A Pedro le invadió una incómoda sensación.

–Supongo que tendría que sospechar de todos nosotros, aunque te aseguro que yo preferiría morir antes de traicionar a mi jefe.

Paula ladeó la cabeza y lo miró con los ojos entornados.

–No. La gente entra y sale de esta empresa todo el rato. Es lo habitual.

Paula puso una tensa sonrisa. ¿De veras pensaba que él era capaz de traicionar a la empresa? ¿Qué pasaba con ella?

–Creo que ambos necesitamos un vino. O incluso champán.

–No puedo estar más de acuerdo.

Pedro pasó el resto de la fiesta convenciendo a la gente de que no tenía intención de robarle clientes a Maddox para su nueva empresa. Algunas personas se sorprendieron de que estuviera allí. Todo el mundo rumoreaba acerca de que Lucas Emerson fuera un detective privado, pero nadie sabía si había descubierto al espía.

En un momento dado, Marcela agarró del brazo a Paula y se la llevó. Le dijo a Pedro que iban a tener una conversación de mujeres y que ella la llevaría a casa. Pedro se sintió aliviado, ya que parecía que Paula estaba muy tensa. Aparte del drama de que él dejara la empresa y de los rumores de que había un espía, la fiesta fue agotadora.

Media hora después, Pedro se dirigió a las oficinas de Maddox para recoger sus cosas. Estaba preparado para dejar atrás Maddox Communications y comenzar de cero. Al bajar del ascensor en la sexta planta, sonrió al guarda de seguridad.

–¿Está cerrado? Necesito que me dejes entrar. He entregado mi llave.

–El señor Maddox me dijo que vendría. Está dentro.

–¿Antonio está en el despacho?

–Lleva allí toda la noche. Hace un rato me mandó a por su cena, y me dijo que no le molestara nadie excepto tú. También me pidió una botella de whisky –el guarda arqueó las cejas.

Pedro frunció el ceño. ¿Qué estaba pasando? No soportaba tanta intriga. Abrió la puerta que daba a las oficinas.

–¿Antonio?

–Estoy aquí –dijo su jefe–. Pasa.

Él cruzó a oscuras hasta el despacho de Antonio. Su jefe estaba sentado en su butaca de piel tras el escritorio, y tenía el rostro demacrado.

–No sabía que te afectaría tanto que me marchara –dijo Pedro.

–Créeme, eres el menor de mis problemas.

–Sabes que yo no soy el espía, ¿No?

Antonio se pasó la mano por el rostro.

–Sería más fácil si lo fueras.

Pedro cruzó la habitación y agarró una silla.

–¿Sabes quién es?

Antonio respiró hondo.

–Claro que lo sé. El detective que contraté ha encontrado pruebas irrefutables.

–Tanta intriga me está matando.

–Es Marcela.

–¿Tu secretaria?

–¿Conoces a alguna otra Marcela?

–Pero si estaba en la fiesta hace un momento. Paula se ha marchado con ella –el pánico se apoderó de él. ¿Qué estaba pasando?

–Todavía no le he dicho que lo sé.

–¿Por qué no?

–Somos amantes –Antonio agarró un vaso y bebió un trago de whisky.

–¡Cielos!

–¿Qué te sorprende más? ¿El hecho de que tenga una aventura con mi secretaria o que ella sea una espía? –arqueó una ceja y penetró a Pedro con la mirada de sus ojos azules.

–Pero ¿Por qué?

–Imagino que preguntas por qué nos ha estado espiando. No vas a creerlo. Es la nieta de Alfredo Koteas.

Alfredo Koteas dirigía Golden Gate Promotions, un rival para Maddox en el ámbito de la publicidad.

–¿De veras crees que la han enviado para sabotear tu empresa?

–Lo sé. Y he sido lo bastante idiota como para permitirle el acceso a nuestros archivos, incluso a la información más confidencial, y a mi cama. Ha estado boicoteando nuestras operaciones y dándole a Golden Gate información sobre nuestros mejores clientes durante meses.

Pedro suspiró.

–Imagino que vas a despedirla.

–Ahora no sé qué diablos hacer –sus ojos brillaban de dolor–. Crees que conoces a alguien y entonces…

Pedro blasfemó en voz alta.

–Sabes, le he presentado a Marcela a Paula. Incluso han pasado tiempo juntas los fines de semana. Me preocupa que la haya embaucado en algo –eso explicaría por qué Paula estuviera tan tensa.

–No tengo ni idea de cuánto daño nos ha hecho, y siempre pensé… –Antonio  se calló un momento–. No sé lo que pensé. Mujeres. Será mejor que tengas cuidado, Pedro. Nunca se sabe qué es lo que tienen en la cabeza.

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