Paula estaba caminando de un lado a otro del departamento cuando Pedro llegó a casa, poco antes de la medianoche. Marcela había intentado consolarla y convencerla de que Pedro merecía una segunda oportunidad, pero en aquellos momentos ella estaba demasiado dolida como para intentar cualquier otra cosa que no fuera sobrevivir a la noche.
–Hola, Pau–Pedro cerró la puerta.
–Hola, Pedro–dijo con voz temblorosa, forzando una sonrisa–. ¿Qué tal el resto de la fiesta?
Él frunció el ceño.
–Muy interesante. ¿De qué has hablado con Marcela cuando se marcharon?
Paula se quedó de piedra. ¿Marcela le había contado a Pedro que ella sabía que había hecho un trato con su padre?
–Te lo pregunto porque Antonio ha descubierto que Marcela es el espía de Maddox –dejó la chaqueta sobre una silla y se dirigió al dormitorio.
–¿Qué? –preguntó Paula.
El puzzle de su nueva vida se estaba rompiendo y ni siquiera tenía todas las piezas.
–Antonio tenía a un detective trabajando en la empresa. Ha estado vigilando y siguiendo a los empleados desde hace semanas, haciéndose pasar por un ejecutivo de cuentas. Un pésimo ejecutivo de cuentas, he de añadir. Yo no podía comprender por qué Antonio no lo despedía –sacó un refresco de la nevera y lo abrió–. ¿Quieres uno?
–No. ¿Marcela es una sinvergüenza?
–No sé si ha incumplido la ley pero, sin duda, ha perdido la confianza de Antonio.
–Pero ellos… –sintió que se sonrojaba. Quizá Pedro no sabía nada acerca de la relación íntima que mantenían.
–Están liados. También me lo ha contado él. Quizá ella lo planeó así para que él no sospechara.
Paula se dirigió al sofá y se sentó.
–¿Te ha intentado sonsacar alguna información? –preguntó Pedro, acercándose a ella.
–¿Marcela? No creo. ¿Qué tipo de información iba a querer?
–Sobre las cuentas de Maddox, supongo.
–No sé nada acerca de eso. ¿Cómo iba a saberlo yo?
Él se volvió y paseó por la habitación.
–¿Podría ser que ella quisiera información acerca de mi nueva agencia? También le haré la competencia a Golden Gate. ¿Te ha preguntado algo acerca de mis planes?
–No pero, si lo hubiera hecho, tampoco habría podido contarle nada –dijo con cierta amargura. Él no le había contado ningún plan hasta que no tenía asegurados los fondos para llevarlos a cabo gracias a su matrimonio con ella.
–Cierto –se pasó la mano por el cabello oscuro, provocando que a Paula se excitara–. ¿De qué han estado hablando?
–Cosas de chicas –«sobre tí»–. Nada que tenga que ver con el trabajo.
–Supongo que ya es algo –bebió un trago de soda–. Vamos a dejar de lado toda esta intriga y a hablar de cosas importantes.
Paula se quedó quieta, preguntándose a qué se refería.
–Lo primero, no nos hemos besado desde que he entrado por la puerta –se acercó a ella, la tomó en brazos para voltearla y la besó de manera ardiente en los labios.
Cuando la soltó, estaba sonriendo. Paula se movió para que la dejara en el suelo. Tenía el corazón acelerado y la respiración entrecortada. ¿Cómo podía seguir excitándose cuando estaba con él? Sus pezones se pusieron erectos y un fuerte calor se asentó en su entrepierna. Se sentía intranquila y sin aliento. Y todo por un hombre al que no le importaba ni una pizca. Él la dejó en el suelo con cuidado.
–La buena noticia es que ya tengo a mi primer cliente. He recibido la llamada mientras estaba en la fiesta. Carlos Jewelers quiere que haga una campaña para ellos que se publicará en las mejores revistas.
–¡Eso es fantástico! –Paula no pudo evitar entusiasmarse. ¿Cómo podía alegrarse por él después de todo lo que se había enterado?–. Has trabajado muy duro para ello –casarse con una extraña era un duro trabajo, después de todo.
–Y me gustaría que tú fueras la fotógrafa.
–Bromeas.
–Ni una pizca. He visto tu trabajo y sé que tienes un gran talento.
Paula pestañeó. ¿De veras admiraba su fotografía o era parte de la actuación? No se arriesgaría a arruinar el trabajo de su primer cliente si pensara que su trabajo no era impecable. A menos que el cliente no existiera y aquello no fuera más que una excusa para halagarla.
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