Paula sintió que se le encogía el corazón. Entonces recordó que había llorado, que estaba despeinada, que llevaba una camisa de cuadros que había encontrado en un armario, un pantalón de chándal y unos calentadores.
–No creo que vaya a gustarte lo que te vas a encontrar.
–Créeme, si eres tú, me gustará.
–No estoy arreglada.
–Mejor. Tanto glamour era un poco agotador –se rió.
Paula se acercó despacio a la puerta y cuando agarró el pomo dudó un instante. Pedro estaba allí, al otro lado. Podía ver su silueta a través del cristal opaco y casi sentir el calor de su piel.
–Abriré si prometes no tocarme.
Temía el poder que él tenía sobre ella. Era demasiado atractivo y encantador y podría convencer a cualquiera de todo lo que se propusiera.
–No sacaré las manos de los bolsillos. ¿Te parece bien?
Paula tragó saliva y contestó.
–Sí –giró el pomo despacio, movió la llave y abrió.
Pedro llevaba una camiseta blanca que resaltaba la musculatura de su torso. Tenía las manos en los bolsillos de su pantalón oscuro. Ella se fijó en su rostro y en su boca sensual. Sus ojos grises brillaban. Su cabello oscuro estaba alborotado. Y estaba más atractivo que nunca. El deseo de lanzarse a sus brazos era desbordante… Pero lo resistió.
–Mi padre y tú tramaron todo esto antes de que ni siquiera me conocieras, ¿Verdad?
–Cierto –dijo él, bajando la vista.
–¿A quién se le ocurrió?
Pedro respiró hondo.
–Me temo que a él. Al principio pensaba que estaba bromeando. Me lo presentaron en la gala y estuvimos hablando sobre mis ambiciones. Entonces, me hizo un montón de preguntas sobre mí… De dónde era, dónde había estudiado, cuál era mi meta en la vida…
–Sin duda estaba asegurándose de que tus orígenes no mancharían el nombre de la familia Chaves.
Él esbozó una sonrisa.
–Sin duda. Creo que le gustó que descendiera de una familia de generales de la armada.
–Los Chaves eran gente belicosa. Hay quien dice que todavía lo son –contuvo una sonrisa–. ¿Así que te preguntó si te casarías conmigo por ese dinero?
–Sí. Como te dije, pensé que estaba bromeando. Después nos presentó y nos llevamos bien. Cuando tu padre y yo volvimos a hablar aquella noche, me aseguró que hablaba en serio y que yo tendría asegurado un buen comienzo.
–¿Tienes idea de lo humillante que esto es para mí?
–Ahora me doy cuenta de que me equivoqué completamente, pero en ese momento… No sé, me parecía algo de la vieja escuela. Del estilo de tu padre.
–Una especie de dote –Paula entornó los ojos.
–Sí. Algo así. Supongo que la idea de tener todo ese dinero para comenzar mi negocio hizo que no valorara otros aspectos de la situación –suspiró–. Lo siento mucho. De veras.
–No lo hagas. No eres el único hombre que se habría sentido tentado de casarse conmigo por un millón de dólares. Supongo que debería sentirme afortunada porque, al menos, mi padre escogió a uno atractivo.
–Lo tomaré como un cumplido –dijo él, medio sonriendo.
–Oh, vamos, ya sabes que eres muy atractivo. Por eso estabas tan seguro de que te saldría bien. Debes de tener montones de mujeres dispuestas a comer de tu mano.
Pedro se miró las manos que tenía en los bolsillos.
–Ahora no.
–Déjalas ahí. Esas manos son peligrosas –se cruzó de brazos–. Pero me alegro de oír la verdad. Estoy segura de que te sorprendiste cuando me conociste. Probablemente esperabas que fuera una rubia con un vestido negro ceñido.
–Me alegro de que no lo seas. Prefiero a las morenas con curvas.
Paula sintió que se le aceleraba el corazón.
–¿De veras pensaste aquella noche que te saldría bien?
–No pensé demasiado. Simplemente disfruté del baile y quería verte otra vez.
–Te diste mucha prisa. Me volviste loca.
–No eras la única que estaba volviéndose loca. Enseguida supe que eras especial.
Ella tragó saliva.
–Prefiero la verdad.
–Es la verdad. Aunque no sé cómo hacer que te la creas después de todo lo que ha pasado. Lo único que puedo decir es que he devuelto el dinero porque me he dado cuenta de que no significa nada si tú no estás a mi lado.
–¿Y tu negocio? ¿Tendrás que cerrarlo?
Él se encogió de hombros.
–Es posible, pero no disfrutaría de él si para ello tenía que perderte.
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