jueves, 8 de noviembre de 2018

No Quiero Perderte: Capítulo 22

El sonido de la llave en la cerradura hizo que Paula sintiera ganas de cerrar los ojos con fuerza durante un instante, pero no quería estropear su maquillaje. Acababa de ponérselo para asegurarse de que no lloraría.

–Hola, cariño –dijo Pedro con ternura.

–Hola –contestó ella, tratando de parecer entusiasmada, como si no tuviera ni idea de que la habían comprado por dinero–. ¿Qué tal tu día?

–Muy bien –Pedro colgó la chaqueta en el armario y se acercó a Paula con los brazos abiertos.

Ella trató de no ponerse tensa, estiró los brazos y se acercó a él.

–¿Qué tal el tuyo? –le preguntó Pedro.

–Bien –comentó, acerca del peor día de su vida–. He hecho lasaña para cenar –se volvió antes de que él pudiera ver la expresión de su rostro.

–Mmm, fantástico. He estado tan ocupado que ni siquiera he comido, así que menos mal que no quedamos.

–¿Algo emocionante en Maddox?

–En cierto modo sí –su tono hizo que Paula se volviera.

–¿Sí?

–Me marcho –dijo con una sonrisa.

Ella se quedó de piedra.

–¿Dejas Maddox Communications? –un millón de dólares no era suficiente para retirarse en San Francisco. ¿Quizá el pensaba vivir de su dinero?

Paula se dirigió a la cocina para vigilar la lasaña. Cocinar la había ayudado a no pensar tanto en Pedro aquella tarde.

–Estás sorprendida, ¿Verdad? –Pedro la siguió hasta la cocina. Su presencia llenó la habitación y ella tuvo que luchar contra el deseo que la invadía.

–Sí. Pensé que te gustaba trabajar allí –no lo miró y continuó ocupándose con el plato que tenía en el horno.

–Era un buen lugar para crearme una reputación, pero ahora estoy preparado para montármelo por mi cuenta –se acercó y la rodeó por la cintura.

–Cuidado. Quema –ella trató de retirarse de su lado.

–Entonces no haberte puesto tan irresistible. No es justo que te hayas puesto un vestido así y que no dejes que te toque.

Una ola de excitación la invadió al notar la mano de Pedro en la cadera. El vestido que llevaba era uno de los que había comprado con Marcela.

–No quiero quemarme –«ya me he quemado bastante por hoy».

–Está bien, pondré la mesa.

–Ya está puesta –tenía todo planeado y organizado a la perfección–. ¿Por qué no te sientas? Ya casi está listo –consiguió mantener la calma y parecer animada. Sirvió la comida con una sonrisa. Quería tener buen aspecto para que él no supiera que estaba destrozada por dentro–. ¿Por qué vas a dejar Maddox Communications?

–Para empezar mi nueva empresa –dijo él con una amplia sonrisa.

Paula tragó saliva y se sentó. Todo cobraba sentido.

–¿Qué tipo de empresa?

–Una agencia de publicidad. Boutique, muy creativa y especializada en marcas innovadoras –sus ojos tenían un brillo de confianza que provocó que ella se enfureciera.

–¿No es un proyecto arriesgado? Debe de ser muy difícil ahorrar dinero para una inversión así.

Pedro dejó de sonreír.

–Sí, sin duda lo es, pero tengo muchos años de experiencia y confío en mi capacidad para hacer que funcione –estiró el brazo y le agarró la mano–. Contigo a mi lado no hay forma de que pueda fracasar.

Sus palabras sonaron vacías en el aire. El día anterior la habrían llenado de orgullo. Pero ese día le sonaban falsas. Pura mentira. Por supuesto, en cierto modo, decía la verdad. Era difícil fracasar si se recibía el apoyo de uno de los inversores más importantes de San Francisco y éste le había dado el dinero como recompensa por haberse casado con su hija.

–¿Y vas a llevarte clientes de Maddox?

Pedro hizo una pausa.

–Me encantaría, pero no lo considero ético.

–No te gustaría hacer nada que no fuera ético –«como casarte por dinero»–. Es mejor hacer las cosas con sinceridad, a la manera de siempre –«como casarse por dinero».

Al fin y al cabo, lo que él había hecho no era tan extraño. Paula estaba segura de que todos sus antepasados se habían casado por dinero. Eso explicaría por qué había tanto en su cuenta bancaria. ¿Estaba intentando disculparlo?

–¿Y dónde piensas buscar los clientes?

–Hay un par que se fueron de Maddox y a los que tengo intención de ir a buscar. Y desde que dicho que voy a montármelo por mi cuenta, he creado expectación.

–Ah. ¿Hace cuánto tiempo que has ido diciendo que vas a montar tu propia agencia? –quizá llevaba algún tiempo trabajando en ello y en realidad no tenía nada que ver con ella y con su dinero. Quizá fuera rico sin más. Quizá la amara de verdad.

–Durante los dos últimos días. Llevo planeándolo mucho tiempo pero esperaba a que llegara el momento adecuado.

–Ah –clavó el tenedor en una hoja de lechuga–. Me alegro de que haya llegado –lo miró con frialdad.

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