jueves, 8 de noviembre de 2018

No Quiero Perderte: Capítulo 21

Entró en la habitación donde las sábanas todavía estaban calientes y arrugadas debido a su último encuentro.

–No puedo creerlo –susurró Marcela con sorpresa.

–¿No lo sabías?

–Te prometo que no. Conozco a Pedro como compañero de trabajo, pero no sé nada de su vida privada.

–Tu número está grabado en este teléfono.

–Soy la secretaria de Antonio. Él me llama todo el rato para concertar reuniones.

–Así que no sabías nada de todo esto.

–Ni la más remota idea, Paula.

–¿Nunca me has mentido acerca de nada?

Se hizo un silencio.

–No sobre esto. Estaba convencida de que a Pedro le gustabas de verdad. ¿De dónde has sacado la idea del dinero?

–Oh, sólo por el mensaje que le ha dejado mi padre acerca de la transferencia que le ha hecho.

–Paula, lo siento. No tenía ni idea.

–¿Y por qué has dudado tanto cuando te he preguntado si me habías mentido?

–Tengo mi propio secreto. Ojalá no lo tuviera porque está haciendo que la mentira sea parte de mi vida diaria. Tengo una aventura con mi jefe.

–¿Con Antonio Maddox? –Paula no ocultó su sorpresa.

–Sí. Desde luego no era mi intención, pero sucedió y ahora todo es muy complicado. Ojalá pudiera contarte más, pero es mejor que no lo haga.

–Estoy segura –Paula negó con la cabeza.

–¿Lo quieres?

La pregunta de Marcela la sorprendió.

–No.

–¿Ni un poquito?

–Lo amaba locamente hasta hace cuatro minutos. ¿Te ha quedado claro?

–Uno no puede amar y dejar de amar así como así. Nadie lo sabe mejor que yo –la voz de Marcela era de arrepentimiento–. Debes de seguir enamorada de él, de alguna manera, a pesar de la rabia y del dolor que sientes.

–Estoy segura de que así es. Soy así de tonta. Pedro es un buen hombre. Tiene que haber algo más en esa historia. Quizá ese pequeño descubrimiento no tenga por qué arruinarlo todo. A lo mejor sólo es un escollo que se puede superar.

–¿Qué aceptara dinero de mi padre? Eso es demasiado para superarlo.

–¿Por qué no le das una oportunidad?

¿Podría hacerlo? La posibilidad se encendió como una bombilla en la cabeza de Bree, como las luces del Golden Gate. ¿Podría salvar su relación de todas maneras? ¿Podrían ser felices y abrazarse durante la puesta de sol? Las lágrimas se agolparon en los ojos y comenzaron a rodar por las mejillas.

–Marcela, no lo comprendes. Toda mi vida ha sido así. Siempre he sabido que los hombres sólo estaban interesados en mí por el dinero que heredé de mi madre. Me enamoré de Pedro porque pensaba que era diferente. Pero no es mejor que el resto. Es mucho peor.

–Quizá te quiere de verdad, a pesar del dinero. Cada vez que te mira expresa adoración.

Nunca lo había visto así y, como podrás imaginar, no le faltan mujeres alrededor. No te diría esto si no lo pensara, pero creo que te quiere de verdad.

–Supongo que hay una pequeñísima posibilidad de que tengas razón.

–Él gana un buen sueldo e incentivos. Lo sé porque hago los registros. No necesita casarse contigo por dinero. Creo que deberías aguantar y descubrir qué pasa antes de arruinar una buena oportunidad de ser feliz. A veces la vida es más complicada de lo que parece, pero eso no significa que no merezca la pena.

–No sé si puedo filosofar ahora, pero no me apresuraré –Paula frunció el ceño–. Al menos, quiero oír su versión de la historia.

–Quizá su relación se fortalezca después de pasar por esto.

–Lo dudo mucho, pero intentaré mantener la mente despejada –Paula se pasó la mano por el cabello–. No se lo cuentes a nadie.

–No te preocupes. Debido a circunstancias desafortunadas me he vuelto muy buena guardando secretos.

Paula colgó el teléfono, borró el mensaje que había dejado su padre y limpió las huellas como si fuera una delincuente.

Cuando el teléfono sonó de nuevo, contestó, temiendo descubrir más secretos acerca de su marido. Su marido. La palabra que la había llenado de felicidad momentos antes sólo significaba tristeza y dolor. La llamada era del hotel de Sausalito. Las fotos de la boda estaban listas y se las habían enviado por correo. Fotos de ella sonriendo como una tonta enamorada, agarrada del brazo del hombre que se había casado con ella por dinero. La gran pregunta era qué debía hacer cuando él regresara a la casa aquella noche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario