Pedro se puso su mejor traje para el día en el que iba a tener reuniones importantes. Por algún motivo, estar casado le daba una mayor estabilidad y le resultaba más fácil salir a comerse el mundo. Había notado que Paula estaba un poco nerviosa en los últimos días. Quizá le preocupaba que él fuera a montar su propia agencia. Con suerte, pronto podría tranquilizarla diciéndole que ya tenía clientes. Por supuesto, podía tranquilizarla en ese mismo momento diciéndole que tenía abundantes fondos para empezar, pero no estaba seguro de cómo reaccionaría ella ante el trato que él había hecho con su padre. El sentimiento de culpa se apoderó de él. Deseaba haber podido hacer todo aquello sin dinero, pero no se podía empezar un negocio sin capital. La compensaría siendo un marido ejemplar. Besó a Paula después de disfrutar del delicioso desayuno que ella le había preparado a base de huevos, beicon y pan. Por algún motivo, ella iba vestida de punta en blanco, con un vestido verde que acentuaba sus curvas.
–Estás preciosa, como siempre. Te veré en la fiesta de esta noche.
Ella ladeó la cabeza.
–¿Qué fiesta?
–Creí que te lo había dicho. Hay una gran fiesta para celebrar el nuevo contrato de Reynolds Automotive.
–No, no me has dicho nada.
–Hmm. No estaba seguro de cómo reaccionaría Antonio ante la noticia de que iba a marcharme. Quizá medio pensaba que él me habría sacado de la oreja a estas alturas.
–Me sorprende que no lo haya hecho –Paula arqueó una ceja.
–Dice que confía en mí. En la agencia han sucedido algunas cosas extrañas últimamente, alguien ha filtrado información a una empresa rival, y yo lo ayudé a solventar los problemas que le han causado. También le ayudé a ganar la cuenta de Reynolds, así que quiere que antes de que me vaya trabaje un poco más.
–Está bien tener un jefe que tiene tan buen concepto de tí. –Pedro levantó la vista. Le parecía haber percibido cierto sarcasmo en el tono de Paula. No. No podía ser. Su encantadora sonrisa iluminaba la habitación.
–Sí. Estoy seguro que hay gente que opina que estoy loco por haber decidido marcharme, pero tarde o temprano todo llega a su límite natural.
–¿Incluso el matrimonio?
Lo miró a los ojos fijamente. Él esbozó una sonrisa.
–Hasta que la muerte nos separe. Ése es el único límite natural que veo –la besó en la mejilla.
¿Se había puesto tensa cuando él la había abrazado? Era una lástima que tuviera que marcharse. Tenía una reunión a la hora del desayuno con el director de marketing de Argos Shoes, una cuenta por la que daría casi cualquier cosa para ganarla. Incluso estaba preparado para desayunar dos veces, puesto que no había querido rechazar el maravilloso desayuno con el que Bree lo había sorprendido.
–Sí, supongo que tienes razón –lo miró–. Con suerte, eso queda muy lejos, aunque supongo que nunca se sabe.
–Esta mañana estás un poco negativa.
Ella se encogió de hombros y el vestido verde se pegó a su cuerpo, resaltando sus senos. Pedro tuvo que contener el deseo que lo invadió por dentro.
–Será mejor que salga de aquí antes de que me distraiga y me pierda la reunión. Adiós, amor mío.
La besó y se dirigió hacia el ascensor. Si todo salía bien, la nueva agencia empezaría a funcionar y él podría calmar los temores de Paula.
Paula se apoyó contra la puerta en cuanto Pedro la cerró. Aquella mañana no había sido capaz de ocultar sus emociones demasiado bien. Se había maquillado y se había puesto un vestido bonito, había preparado un buen desayuno y había sonreído como un maniquí, pero no había sido capaz de ocultar el dolor y el miedo que sentía por dentro. Hacer el amor con Pedro la noche anterior no la había ayudado demasiado. La intimidad sólo le había recordado todo lo que perdería cuando lo apartara de su vida. Había sido feliz sola porque nunca había conocido otra cosa. Sin embargo, a partir de entonces intentaría disfrutar de todos los placeres que proporcionaba tener pareja y que perdería. Ali se restregó contra sus piernas.
–Lo sé, princesa, es la hora de tu inyección. Sigues siendo mi primer amor. No debería haber pedido más –el gato la miró como asintiendo–. Y al menos os tendré a Faith y a ti cuando él se vaya –se agachó y le acarició el lomo–. Eso será más que suficiente.
Se quitó los zapatos de tacón que se había puesto para ser doña perfecta. ¿Cómo había permitido que la embaucaran en aquello? ¿Y además tendría que actuar como la esposa perfecta en una fiesta con todos los amigos y compañeros de Pedro? Deseaba llorar. Quizá eso era lo que debía hacer. No podía sentarle mal. De ese modo, descargaría y podría sonreír durante toda la noche del brazo de Pedro Alfonso.
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