jueves, 15 de noviembre de 2018

No Quiero Perderte: Capítulo 29

Carlos Jewelers. Probablemente era el joyero más famoso de la zona de Bay. Su joyería era el tipo de lugar al que su padre iría a comprar unos gemelos. Y eran conocidos por sus llamativas campañas publicitarias. Pero ¿Pedro quería que trabajara o que simplemente hiciera unas fotos de forma gratuita? Ella decidió ponerlo a prueba.

–Soy fotógrafa profesional. Tendrías que pagarme –sonrió.

Pedro se quedó un poco sorprendido, pero la agarró de las manos y se las apretó.

–Por supuesto que te pagaré. Diez mil dólares por día de rodaje y otros mil por cada hora de trabajo después de las cinco. Es la tarifa más alta de Maddox.

–Entonces lo haré –una sonrisa inundó su rostro.

¿Cómo no iba a entusiasmarse con una oportunidad así? Sería divertido. Algo nuevo e inesperado para añadir a su carpeta y, quizá, una nueva dirección para su carrera fotográfica.

–Somos un gran equipo, cariño –dijo Pedro tras besarla en la boca.

A Paula se le encogió el corazón. Sólo eran un equipo mientras ella pudiera continuar con la farsa del matrimonio feliz. Él dejaría de sonreír en cuanto ella provocara un escándalo pidiéndole el divorcio. Se levantó y se dirigió al baño porque estaba al borde de las lágrimas. Lo peor era que odiaba la idea de hacerle daño, de destrozar sus sueños igual que él había destrozado los de ella. Se limpió el maquillaje con un pañuelo de papel y respiró hondo. «Se supone que tienes que vengarte, ¿Recuerdas?».

 Paula sonrió con entusiasmo mientras Pedro recibía a los clientes en el estudio de fotografía que habían alquilado para el día. El equipo de Carlos lo formaba un hombre y una mujer. Eran jóvenes y modernos. Le habían enviado a Paula algunas fotos de las piezas y ella les había devuelto los bocetos con sus ideas, que les habían encantado. Había dos modelos sentados al otro lado del estudio, preparadas para ponerse las joyas y vestidas con la ropa negra que Paula había pedido prestada en su tienda favorita. La encargada de la tienda había estado encantada de ayudarla, quizá porque les había comprado montones de ropa para mejorar su nueva imagen.

La nueva secretaria de Pedro les ofreció té, café y limonada casera, mientras comentaban las ideas de Paula. Ella se sentía relajada y totalmente profesional. Tener a Pedro a su lado, sonriente y seguro de sí mismo, no le hacía daño. ¿Por qué diablos tenía que estar tan contento? ¿Y por qué no iba a estarlo? Su sueño se estaba haciendo realidad. Era difícil no compartir su entusiasmo y ella tenía que recordarse continuamente que no era más que un títere de su juego. Preparó a las modelos con la ayuda de una peluquera profesional y de una maquilladora y tomó las fotos. Los resultados fueron fantásticos, sobre todo unas copias en blanco y negro que sacó en papel en lugar de en imagen digital.

–Es un genio. ¿De dónde la has sacado? –el hombre del equipo de Carlos le dió una palmadita a Pedro en la espalda mientras miraban las fotos en un ordenador portátil.

–Soy un hombre muy afortunado. Es mi esposa –sonrió a Paula.

Ella sonrió radiante durante un instante, antes de recordar por qué era su esposa… Para que él pudiera estar allí, recibiendo de sus clientes palmaditas en la espalda. Hubiera sido mejor que no lo hubiese descubierto nunca, ya que en aquellos momentos se sentiría verdaderamente feliz y disfrutando de su trabajo como fotógrafa profesional junto al amor de su vida. Maldita venganza. No podía vivir más tiempo aquella mentira. Había llegado el momento de decirle a Pedro que sabía la verdad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario