—¿Por qué no lo hiciste?
—Yo era la reina del rodeo. Tenía que cuidar mi imagen —dijo ella moviendo la cabeza—. Pero estaba muy furiosa. Sentí que si no hacía algo lo perdería.
—Sí —dijo Pedro, sabiendo que Diego había sido el tipo de persona que utilizaría aquello en su beneficio.
—Lo que hubo entre Diego y yo fue maravilloso —dijo ella sonrojándose un poco a pesar del tono ligeramente defensivo de su voz—. Pero me hubiese gustado hablar contigo antes de que todo se complicara. No hice las cosas bien y mi única excusa es que era muy joven.
—Esa es una de esas experiencias de las que hablaba tu padre que forman el carácter.
Camila sonrió con tristeza y suspiró.
—Solo quiero decirte otra vez que lo siento. Sé que llego con diez años de retraso, pero espero que aceptes mis disculpas.
—De acuerdo. ¿Lo zanjamos ya?
—Sí —dijo ella, y pareció aliviada—. Dime, ¿Hay alguien especial en tu vida?
«Tu hermana». Aquel pensamiento le vino de forma instantánea, y por un momento temió haberlo dicho en voz alta, pero la mirada inquisitiva de Jen no se había cambiado por otra de sorpresa o desaprobación.
—¿A qué te refieres con especial?
—Paula—dijo ella sin dudarlo. Había dado en el blanco, pero Pedro sabía que no tenía ningún sentido admitir que estaba enamorado.
No era adecuado para Paula. El padre de ella le había dejado aquello muy claro respecto a Camila.
—¿Quién querría a una persona que va dando tumbos de un lado a otro, como yo? —le preguntó, deseando cambiar de tema.
—Una pregunta más fácil sería ¿Qué mujer no lo querría? —dijo ella riéndose.
—No —dijo él negando con la cabeza—. Soy un hombre solitario, siempre lo he sido y siempre lo seré.
—¿No tendrás aún la espina clavada?
—¡No! Soy así —dijo él intentando sonreír.
—Lo sé —dijo Camila, y a Pedro le pareció que sus ojos verdes le atravesaban el alma—. ¿Necesitas que te diga que eres más que apropiado para ella?
—Ese no es tu trabajo.
—Pero alguien tiene que hacerlo porque, si no, vas a echar a perder algo maravilloso con mi hermana.
—¿Qué te hace pensar que...
Camila levantó una mano.
—No hace falta ser un genio para darse cuenta. Llevas varias semanas viviendo con ella. Taylor y yo conversamos casi todos los días, y sé leer entre líneas. Además, conmigo nunca hablaste de la forma en que lo hacías con Paula—dijo Camila—. A mí nunca me contabas todas las cosas que le contabas a ella. Muchas veces los ví hablando y riendo, pero conmigo eras introvertido y callado.
—Era fácil hablar con Paula—dijo él—. No sentía la necesidad de impresionarla, no tenía que ser lo suficientemente bueno.
—Papá ya no está —dijo Camila—. Soy la mayor de la familia, y es mi responsabilidad decirte que si él estuviese aquí te diría que se había equivocado contigo, que eres un buen hombre y que eres bienvenido a la familia.
—¿Lo piensas realmente?
—Con todo mi corazón —dijo ella—. Eres más que bueno.
De repente, todos aquellos años de falta de seguridad en sí mismo empezaron a borrarse y por fin se sintió libre.
—¿Y tú? ¿Hay alguien especial en tu vida?
Una triste expresión se dibujó en el rostro de Camila.
—Yo ya tuve mi oportunidad con el amor, y fue maravilloso mientras duró. He tenido lo que el destino me ha reservado.
—¿No ha habido nadie más? —le preguntó.
Paula se lo había dicho, pero resultaba difícil creer que una mujer tan guapa como Jen no hubiese tenido otra relación.
—Nunca he querido a nadie más —dijo ella mirándolo.
—Tengo que hacerte una pregunta —dijo él pasándose la mano por el pelo—. ¿Te volverías a casar con Diego?
—Sin dudarlo —dijo ella—. Creo sinceramente que es mejor amar y perder que no amar nunca. Así que no seas tonto y dile a Paula lo que sientes.
—El que te encuentre será un hombre afortunado —dijo él tomándola de las manos—. Gracias, Cami.
Se acercó a ella y la besó en la mejilla. Después le dió un abrazo. En aquel mismo momento Pedro supo que había hecho las paces con su pasado, el cual ya no tenía ningún poder sobre él. Quería echar raíces y formar una familia con Paula. En cuanto la viese... Se oyeron las pisadas de unas botas.
—He visto tu coche, Cami. ¿Dónde estás? —dijo Paula, apareciendo de improviso.
Pedro se dió la vuelta justo a tiempo para ver la chispa que desaparecía de los ojos de Paula; rápidamente se separó de Camila.
—Hola, Paula—dijo.
—Lo siento. No quería interrumpir —dijo ella sin mirarlo.
—No lo has hecho. Solo hablábamos de los viejos tiempos —intervino Camila sonriendo—. ¡Hola hermanita!
Extendió los brazos y las dos se abrazaron. No había ninguna duda sobre el cariño que se tenían. Pedro lo envidiaba. Lo más cerca que había estado de aquella sensación fue la amistad que compartió con Marcos, Gabriel y Ariel. Pedro no había podido imaginarse una relación más estrecha hasta ahora, con Paula. Vió la dolorida mirada en sus ojos y quiso asegurarle que no sentía amor por Camila.