sábado, 28 de marzo de 2015

El Simulador: Capítulo 4

Pedro se dirigió en su camioneta al lugar al que siempre iba cuando necesitaba pensar. Lo había mandado a limpiar, pero nada más. Se detuvo bajo un roble, puso el freno de mano y bajó el cristal de la ventanilla. Era un lugar pacífico, por eso le gustaba. Si prestaba atención, podía oír el gorgoteo del agua del arroyo contra las rocas; por un momento pensó en bajar de la camioneta, pero luego decidió quedarse y pensar.
Abrió un recipiente de metal y sacó uno de los sándwich de atún que se preparó por la mañana. Tuvo la sensación de que habían pasado muchos días desde entonces.
¿Qué opciones tenía? Podía llamar a García y dejarle que se hiciera cargo del asunto por completo, después de todo, Paula Chaves era su paciente, pero al doctor le estaban haciendo una operación a corazón abierto. Pedro le dió un mordisco al sándwich, que no le supo a nada, y descartó esa posibilidad.
Podía llamar al número de urgencias del contestador automático y pasarles todo aquel lío a ellos, dejar que le dieran a Paula el mismo mensaje que él había recibido aquella mañana: que el doctor García había sufrido un ataque cardíaco, pero sin la parte de pedir la llave a los de seguridad y la de enviarle por fax el presupuesto para la reconstrucción, ni la advertencia de García de que el trabajo tendría que estar terminado en tres semanas, el tiempo que tardaría en recuperarse de su operación. Así Paula, se daría cuenta de que había cometido un error. Pero no, Pedro también descartó esa idea, algo en los hombros temblorosos de la chica hizo que le pareciera una mala idea.
Le dio otro mordisco a su sándwich y luego abrió el termo para servirse una taza de café bien cargado. Iría a verla el Jueves para explicarle que tendría que enviarla con otro médico, inventaría alguna razón para convencerla de que eso era lo más conveniente para ella. Sin embargo, no conocía a ningún psicólogo y le resultaban familiares las historias de charlatanes que se aprovechaban de mujeres como Paula, solas y confiadas. ¿Qué tal si caía en manos de alguno de esos?.
Cuando ella aseguró que volvería el Jueves a las once, Pedro sin saber qué hacer, sólo asintió y le dijo algo tonto, como "Cuídese". Él también iría, era consciente de que cometería una locura, pues ignoraba todo acerca de la psicología. Su especialidad era arreglar y construir cosas, aunque por lo que Paula le contó, eso le solucionaría parte del problema.
Además de que su jefe era un infeliz y que ella estaba muy triste porque su hijo no tenía un padre, le preocupaba que se burlaran de él en la escuela porque todo el tiempo usaba una capa de Supermán.
Su departamento era una desgracia y ni la cerradura de la puerta funcionaba.
Después de pensar en todo ello, Pedro llegó a un diagnóstico simple: el principal problema de Paula Chaves se reducía a que no contaba con nadie que la escuchara. Estaba completamente sola.
Él era bueno para escuchar, tal vez no para hablar, pero sí sabía escuchar. Su última novia concluyó que él "estaba emocionalmente negado"; la verdad siempre fue tímido con las mujeres. De hecho, antes de aquella mañana había decidido olvidarse por un tiempo del sexo opuesto, tomar su martillo y disfrutar del sol en la espalda. Pero Paula Chaves trastornó todo aquello. Ella era diferente, aunque lo confundió con el doctor García, no le había exigido nada, sólo se sentó allí a llorar.
Pensó en ella: mujer con un rostro de rasgos finos y delicados y cabello negro como el azabache ojos negros preciosos y una mirada profunda. Terminó su sándwich y bebió su café. Iría el Jueves y , para ser sincero consigo mismo, tuvo que admitir que esa decisión no acababa de tomarla en ese momento. Muy en su interior, sabía que desde el instante que acercó la silla y se sentó a unos centímetros de ella y sólo atinó a preguntar ¿Qué le pasa?, decidió hacer todo lo que estuviera a su alcance para lograr que dejara de llorar y asegurarse de que nunca volviera a derramar lágrimas de esa manera.

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