- Sofía: Pedro, a mí sólo explícame una cosa.
Sofía Martínez observaba con atención los planos que había trazado para la reconstrucción del consultorio del doctor Gabriel García. Se veía como si el escritorio de la secretaria de García fuera suyo.
- Sofía: ¿Qué diablos va a hacer un psicólogo con una bañera de agua caliente de este tamaño en mitad del consultorio?.
- Pedro (encogiéndose de hombros): nuestro trabajo no es hacer preguntas - comentó y entró en el consultorio del doctor para terminar de tomar las medidas-. Tal vez le agrada el concepto de espacios abiertos.
- Sofía: ajá.
A Pedro también le resultaba un poco extraño, pero por lo que su cliente Bob Metzger le había contado, este tipo siempre daba con un nuevo modo de desplumar a la gente y su más reciente proyecto era una especie de terapia de renacimiento en la que uno se metía en una bañera con agua caliente y fingía nacer otra vez.
Pedro movió de un lado a otro la cabeza, incrédulo ante la idea de que las personas pagaran por algo así. Siguió midiendo la habitación que en una semana más ya no existiría, cuando se pusiera en marcha el plan del doctor.
La cinta métrica Stanley de Pedro rebobinó sus ocho metros de extensión y él se inclinó para anotar la última medida en un cuaderno de espiral.
La puerta del consultorio se abrió. Alzó la mirada pensando que sería Sofía, pero no fue ella a la que vio entrar por la puerta, sino a una mujer bellísima que de un rápido vistazo noto que había estado llorando mucho y hacía muy poco. Le salpicaban el rostro unas manchas encarnadas que se extendían por el cuello y hasta el pecho y tenía la nariz de un rojo brillante.
Pedro dejó caer la cinta métrica en la silla detrás del escritorio del doctor García, al lado de su gorra raída azul de la Constructora Alfonso- Martínez. Sofía estaba de pie en la entrada, detrás de la mujer, con los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión entre divertida y recelosa. Después de un segundo o dos, la llorosa mujer balbuceó.
- Paula: me llamo Paula Chaves. Vine para el arreglo de vida en veintiún días-.
Caminó hasta el pequeño sofá del doctor García. Miró al asiento y luego a Pedro y él entendió que esperaba que la invitara a sentarse.
- Pedro (haciendo un ademán para que se sentara): por favor
- Paula: gracias
Respondió en tono amable pero con actitud nerviosa, al tiempo que tomaba asiento. Tardó uno o dos segundos y parecía estar preparándose para decir algo. Pedro vió cómo se le transformó la cara de tensa a compungida y luego comenzó a llorar de nuevo.
- Paula: Ya no puedo seguir así
Sofía hacía señas y pronunciaba palabras sin sonido que Pedro no alcanzó a descifrar; él mismo le hizo una señal para que se acercara y hablara con la mujer, pero ella le hizo adiós con la mano y volvió a la sala de espera, dejándole solo.
Pedro se sintió como un tonto de pie, así que tomó una silla de un rincón y la acercó al sofá. Se colocó frente a la llorosa joven, pero no podía verle muy bien la cara porque la había apoyado sobre las rodillas y se abrazaba a las piernas y sus hombros se sacudían con fuerza de sus desgarradores sollozos.
Pedro tuvo miedo de tocarla, así que únicamente apoyó los codos sobre las rodillas, se inclinó hacia el frente y esperó a que terminara. El corazón le latía con fuerza a causa de todos los sentimientos que flotaban en el ambiente. Pero eso fue sólo el principio, como cosa extraña, después de un rato se olvidó de su propia incomodidad y en algún recoveco de su pecho comenzó a sentir lástima de que una persona tan joven y hermosa tuviera que soportar una carga tan pesada que la hubiera llevado hasta ese estado. Por fin, después de algo que le pareció una eternidad, los sollozos disminuyeron. Paula Chaves levantó el rostro bañado en lágrimas, sacó un pañuelo desechable, se limpió los ojos y se sonó la nariz. Pedro cambió de postura en la silla.
- Paula: lo lamento
- Pedro: no tiene por qué disculparse.
Ella se enderezó y él hizo lo mismo, pero ninguno habló. Pedro pensó que después de liberar toda esa tensión, Paula debía ser la primera en hablar y lo hizo por fin; al principio titubeó, pero luego cobró fuerza y velocidad conforme proseguía. Pedro se retrepó en su silla y la escuchó.
No le pareció el momento más apropiado para sacar a Paula de su error de haberlo confundido con el doctor García, pero conforme el relato se extendía Pedro comenzó a sentirse muy incómodo. Unas cuantas veces ella se detuvo y él abrió la boca para confesarle lo ocurrido, pero tardó mucho en encontrar las palabras adecuadas y en cada ocasión, antes de que pudiera decir algo, ella retomaba su historia o volvía a derramar lágrimas.
Pedro notó que Paula tenía lo que su madre hubiera llamado un rostro dulce... después de que ella se tranquilizase un poco y él pudiera echarle un vistazo a su estado virginal, por así decirlo, puesto que ella tenía un hijo. No era casada, sólo tenía un hijo. Le contó eso además de muchas otras cosas, hechos y revelaciones que se sucedían con tanta rapidez que él no alcanzaba a catalogarlos ni cuestionarlos. Mientras seguía aquel caudal de palabras se preguntó cuánto tiempo habría pasado desde la última vez que alguien la había escuchado.
En un momento ella guardó silencio y miró los zapatos de Pedro.
- Paula: ¿por qué tiene puestas botas con punta de acero? -
Le preguntó llanamente, con una candidez tal que Pedro habría apostado que era la causante directa de algunos de sus problemas. Se le ocurrió entonces que ella estaba confiando en él y sintió una punzada que le hizo comprender que ése sería el mejor momento para decirle que era Pedro Alfonso y no el doctor Gabriel García. Sin embargo, se oyó respondiendo otra cosa.
- Pedro: es día de ropa informal - contestó después de un instante de titubeo y luego se dio cuenta de que había desperdiciado la oportunidad de sacarla de su error.
- Paula: pensé que el día de ropa informal era el viernes. ( ese día era martes).
Pedro no pudo idear una buena respuesta a eso, así que sólo se encogió de hombros y agregó otra mentira más.
- Pedro: tenía que hacer un poco de trabajo en el consultorio - aseguró con el rostro encendido.
Paula Chaves hizo una pausa, asintió y continuó hablando.
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