¿Y aquel magnífico espécimen era amigo de Pedro Alfonso? Increíble. No tenían absolutamente nada en común.
Fue entonces cuando Monsieur Enmascarado le tendió una mano y, sin dejar de mirarla con aquellos ojos enigmáticos, la invitó a subir al escenario. Paula se señaló a sí mismo como preguntándole “¿Yo?” Él asintió y movió la mano instándola a subir.
Ella negó con la cabeza. Era valiente, pero no estaba segura de serlo tanto.
“Nada de miedos, ¿recuerdas? La vida es demasiado corta. Hazlo”.
Él seguía acercándose a ella, provocándola. Paula sentía cómo le ardían las mejillas mientras él movía los labios para pronunciar una sola palabra.
–Ven.
Y fue.
Se subió al escenario, ágil como una gata.
Él le tendió la mano y Paula la aceptó. Sus dedos suaves se entrelazaron en los suyos.
De pronto se le ocurrió que ella jamás habría aceptado la mano de Pedro Alfonso y le dolió pensarlo. Si ella supiera la verdad... Él no era más que un arqueólogo disfrazado de stripper, un hombre dispuesto a hacer cualquier cosa para poder financiar su pasión. Paula había caído en la fantasía de Monsieur Enmascarado y, aunque Pedro se alegraba de que lo hubiera hecho, también se sentía extrañamente decepcionado con ella.
Pero, por el momento, decidió seguir hipnotizándola, disfrutar del hecho de que fuera sólo suya. Sus miradas se unieron y el resto del club desapareció a su alrededor. Para Pedro, no existían más que ellos dos, bailando juntos.
No podía evitar comérsela con los ojos.
Llevaba un sencillo suéter de tirantes cuya fina tela dejaba adivinar sus pezones, lo cual demostraba que no llevaba sujetador. Pedro sintió un estremecimiento en el estómago. Si hubieran estado en su edificio, si no hubiera llevado aquella máscara cubriéndole el rostro, jamás habría tenido el valor de mirarla con tal descaro.
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