lunes, 23 de marzo de 2015

Un Extraño Amor: Capítulo 18

Las siguientes dos noches, Paula tuvo el mismo sueño erótico.
Estaba de nuevo en el club, bailando sobre el escenario.
Con el hombre de la máscara.
Sus intensos y misteriosos ojos marrones volvían a inmovilizarla. En el sueño, Paula no sentía la menor vergüenza al darse cuenta de que estaba tan desnuda como él y se dejaba llevar por el ritmo de la música. El público permanecía en silencio, observándolos.
Él la agarraba por la cintura y hacía que se le cortara la respiración al ver la expresión enigmática de su rostro. La máscara de cuero le rozó el labio superior con una suavidad que desató mil y un escalofríos en su cuerpo.
Se le endurecieron los pezones mientras él hacía sonidos salvajes y apretaba la pelvis contra la de ella. La besaba y lamía como si jamás fuera a hartarse. Sus cuerpos encajaban a la perfección, desprendiendo un calor que se pasaba de uno a otro.
Era una sensación insoportablemente dulce y tan erótica que Paula se estremeció entre sueños.
Entonces todo cambió. El público había desaparecido dejándolos solos en el club en completo silencio y el escenario se había convertido en una cama redonda y negra hacia la que él la atraía.
La tumbó boca abajo sobre el colchón y le acarició el trasero.
–Tienes un culo precioso –le susurró suavemente.
El corazón empezó a latirle descontroladamente. ¡Era increíble! ¡Qué aventura tan erótica! ¿Por qué tenía que ser sólo un sueño? Deseaba tanto que fuera real.
El amante de su fantasía le besaba las nalgas mientras se las acariciaba dulcemente, Paula sentía su mano dura sobre la piel ardiente.
–Eres tan bonita que me cortas la respiración. ¿Lo sabes?
Entonces colocó su enorme erección entre las nalgas con increíble delicadeza y ella pudo sentir cómo aumentaba más y más.
–Estás tan mojada –dijo él–. Eres tan dulce.
–Es por ti –murmuró Paula–. Todo por tí.
Y supo que era cierto. Aunque se tratara de un sueño, nunca había sentido tal excitación por nadie, sólo por aquel desconocido.
Entonces, sin previo aviso, su sumergió en ella, adentrándose entre los pliegues de su cuerpo.

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