- Paula: bueno, ayer, cuando volví al trabajo después de haber faltado el martes, me llamó a su oficina. Cuando entré y me senté, él solo me miró un minuto o dos y luego comentó: "Eres guapa y lo que más me gusta es que no lo sabes" -. Se sintió avergonzada incluso de repetírselo al doctor, como si hubiera sido ella la que hubiera actuado mal.
El rostro de Pedro se estaba poniendo rojo.
- Pedro: ¿Y luego qué?
- Paula: después se me acercó y me puso una mano en el hombro y me indicó que lamentaba haber tenido que ser tan duro conmigo el día anterior y que deberíamos ir a comer para hablar acerca de lo que podía hacer por mi asistencia irregular.
- Pedro: ¿Y usted que hizo?
- Paula: me puse de pie de inmediato y me acerqué a la puerta. Le respondí que podíamos hablar de ello, pero que yo ya tenía planes para comer. Luego él se mostró arrogante y me advirtió que debería pensar en lo difícil que sería encontrar otro trabajo sin una buena recomendación de mi último empleo-.
Tenía en el pecho aquella sensación líquida que siempre precedía al llanto.
- Pedro: ¿con cuánta frecuencia ocurre esto?
- Paula: casi cada semana-. Se tomó un instante para recuperar el control, no quería comenzar a llorar como el Martes -. Creo que soy una buena trabajadora, doctor García. Sé que he faltado uno o dos días cada mes, pero trabajo por horas. Gano siete dólares con cincuenta centavos la hora y si no me presento, no me pagan.
Pedro tensó los labios. Se inclinó hacia el frente en la silla y su rostro quedó a pocos centímetros del de ella.
- Paula: en fin, a veces ni siquiera me dan ganas de entrar en la oficina, porque sé que el señor Brinnon estará junto a mi escritorio, esperándome.
Paula sintió que aparecían manchas rojas en su cuello, como ocurría siempre que lloraba. Aspiró profundo un par de veces y estuvo a punto de cerrar los ojos, pero optó por imaginar su fantasía favorita: una cabaña con una chimenea de piedra en el bosque. Lo que la llevó de manera natural al tercer punto que le molestaba.
- Paula: me parece que en tercer lugar me preocupa el sitio en el que vivo, vivo en West Oakland, en un viejo edificio de apartamentos cerca de las fábricas. Es una mala zona de la ciudad y a veces no me siento segura.
Pedro asumió una expresión preocupada.
- Pedro: no se siente segura porque tal vez no está segura. Dígame otra vez lo que ocurre con esa cerradura.
- Paula (encogiéndose de hombros): a veces funciona, a veces no, así que tengo que forzarla.
La expresión del doctor se volvió entre incrédula y divertida.
- Pedro: ¿Y que usa para forzarla?
- Paula: mi tarjeta del Safeway Club
Al oír esto, el doctor García se levantó. Fue detrás del escritorio y tomó su chaqueta del respaldo del sillón.
- Pedro: ¿a qué hora tiene que volver al trabajo?
- Paula: como a las doce
Pedro le sonrió y le tendió la mano. Ella no supo que otra cosa hacer, así que se la tomó. La sintió cálida y un poco áspera cuando envolvió por completo la suya.
- Pedro: por favor, venga conmigo, haremos un poco de trabajo de campo.
Primero se dirigieron al vehículo del doctor García, que en realidad era una camioneta azul con las palabras Constructora Alfonso-Martínez en un costado.
- Pedro: es de mi cuñado-.
Fue todo lo que acertó a decir cuando ella arqueó las cejas. Paula notó con creciente alarma que se dirigían hacia su trabajo, pero comenzó a preocuparse en serio cuando él le pidió que le llevara a la oficina del señor Brinnon.
Ella le obedeció pero podía sentir en los oídos los latidos de su corazón mientras subían en el ascensor.
- Paula: doctor García, ¿qué va usted a hacer?
Pedro sujetó la puerta mientras ella salía del ascensor, avanzaron por el corto pasillo y luego él se detuvo; tenía la mano en el manillar de la puerta del centro de operaciones y área de secretarias.
- Pedro: Paula, confíe en mí.
- Paula: ¿Y si pierdo mi empleo?-. Reaccionó al fin, pero entonces comprendió que podría perderlo de todos modos.
- Pedro: si eso sucede le prometo que yo mismo la contrataré-. Le aseguró él.
Abrió la puerta y le indicó que pasara. Paula le guió por el pasillo hasta la oficina del señor Brinnon. El doctor García entró sin siquera llamar primero. El señor Brinnon estaba sentado de lado detrás de su escritorio, muy concentrado en la pantalla del ordenador. Pedro miró rápidamente el nombre en la placa metálica en la orilla del escritorio: STANLEY BRINNON, DIRECTOR DE OPERACIONES.
- Pedro: ¡mira hacia aquí, Stanley!-. Le dijo en un tono molesto.
El señor Brinnon levantó la cabeza y sus ojillos redondos como de cerdo miraron primero a Paula y luego a Pedro.
- Sr. Brinnon: ¡ah! ¡pero miren, si es la estrella de nuestra novela trágica! -. Comentó el señor Brinnon en tono sarcástico al ver a Paula, luego miró al doctor García y le dijo-. Parece conocerme pero yo no sé quién es usted.
Pedro no se molestó en responderle. En lugar de ello acercó una silla para Paula.
- Pedro: siéntese Paula. Estoy seguro de que el doctor Brinnon estaba a punto de pedírselo.
Paula se sentó, pero él siguió de pie. Tenía los puños apretados, se acercó y los colocó contra el borde del escritorio del señor Brinnon, luego se inclinó hacia delante.
- Sr Brinnon: ¡lo siento, no sé quién es usted, pero estoy muy ocupado!-. Se enfrentó a él molesto.
- Pedro: muy bien Stan, no tardaremos mucho-. Se retiró del escritorio, tomó una silla y la colocó al lado de la de Paula, luego se sentó y se apoyó en el respaldo. Se veía muy tranquilo, en vívido contraste con la forma en la que ella se sentía-. Sólo tenemos que tratar algunos asuntos antes de marcharnos, hay algo que la señora Ivey quiere decirle.
El señor Brinnon abrió la boca para responder, pero el doctor García levantó la mano para detenerlo.
- Pedro: en primer lugar, lo que ha estado haciéndole usted a Paula se llama acoso sexual y puede castigarse con multas y sanciones, e incluso, le quiero informar que puede ir a parar a la cárcel.
El rostro del señor Brinnon pasó de un rojo encendido a un blanco como el papel.
- Pedro: en segundo lugar, Paula ha estado trabajando para ustedes por un sueldo miserable. Estoy seguro de que pueden disponer de más dinero para pagar a una mujer de su talento. Creo que el abogado de la señora Chaves estará encantado de ponerse en contacto con el departamento legal del banco para hablar de las promesas que le hicieron antes de contratarla y que nunca cumplieron. A mí me parece que ella tenía un contrato verbal, pero ¿yo qué sé de eso? Les diremos que lo solucionen en los tribunales.
Paula se llevó una mano a los ojos.
- Pedro: y por último, además de someterla a su acoso sexual y amenazar con despedirla cada vez que le pide el día libre, apostaría a que ha trabajado muchas horas extra sin la debida retribución, lo que tal vez merezca una pequeña queja a la inspección del trabajo.
El señor Brinnon había quedado estupefacto. A Paula le zumbaban los oídos. Entonces el doctor se inclinó hacia ella y le susurró al oído:
- Pedro: ahora le toca a usted. Dígale que la deje en paz-. Su aliento era cálido y sus rostros se rozaron.
- Paula: no creo que pueda, voy a perder mi empleo.
El doctor volvió a hablarle al oído y esta vez con firmeza.
- Pedro: es usted quien tiene que hacer esto-. Se acomodó en la silla y se cruzó los brazos. Luego asintió con la cabeza.
Paula aspiró profundo, ya había comenzado, así que bien podría terminar.
- Paula: muy bien… señor Brinnon, quiero que me deje en paz. Ya estoy harta de que siempre me vigile y me invite a comer. Estoy cansada de sus amenazas cada vez que me levanto a por una taza de café o para ir al baño
Le temblaban un poco las manos, igual que la voz. Pedro extendió la mano y le dio unas palmaditas en el brazo. Volvió a aspirar hondo y luego prosiguió, ya más calmada
-Paula: Y además de eso, me molestan sus constantes insinuaciones de que no hago un trabajo profesional. Soy muy buena secretaria, siempre llego a tiempo y casi nunca tardo más de veinte minutos en comer. Hago el trabajo de dos personas, como usted bien sabe, ya que despidió a dos y las remplazó conmigo. Estoy cansada de que me critique, me amenace y me acose. Y quiero el sueldo y las prestaciones que me prometió al contratarme.
No podía creer que ella hubiera pronunciado aquellas palabras, pero estaba feliz de haberlo hecho. Sintió que la envolvía una sensación cálida, pero no supo si provenía de su propio valor o de la mano del doctor García sobre su brazo.
Wowwwwwwwww, qué genial el impulso que le dio Pedro a Paula. Me encantaron los 4 caps Naty.
ResponderEliminarbuenisimos los 4 capitulos. Finalmente Pedro es mucho más efectivo que el Dr García. Le dará soluciones de verdad a Pau!!!
ResponderEliminarmuy buenos capítulos! Pedro es mejor que un psicólogo! me encanta todo lo que está haciendo por Pau!
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