domingo, 29 de marzo de 2015

El Simulador: Capítulo 6

Después de leer el libro no una sino dos veces, Pedro llegó a la conclusión de que el Arreglo de vida en veintiún días tenía un título equivocado. Según García, se suponía que la vida de una persona cambiaba en veintiún días, pero él solo se reunía con ellos seis de esos días.
Desde el punto de vista de Pedro aquello era una estafa. Si el tipo le prometía a la gente arreglar su vida en veintiún días, debía estar presente durante ese tiempo o al menos de lunes a viernes, como cualquier persona que trabaja. Pero García explicaba en su libro que ofrecía dos sesiones de psicoterapia intensiva por semana durante las tres semanas que dura el Arreglo, por un precio simbólico. Pedro se preguntaba qué sería lo que el doctor consideraba un precio simbólico.
Y ahora que lo pensaba, Paula Chaves no le había pagado un céntimo. Esa idea le hizo sentirse mejor, dejó de sentirse como un estafador, aunque a decir verdad si alguien debería sentir algo así, ese era García.
Hizo a un lado el libro, se frotó el puente de la nariz y trató de recordar que tenía ese día libre. Les asignaron el trabajo de la reconstrucción de García, gracias a que elaboró un presupuesto lo más accesible que se había atrevido y se lo presentó a Sofía el día anterior. Siempre acostumbraban a tomar juntos todas las decisiones. Así lo habían hecho desde que el hermano de Sofía falleció y ella se encargó de su parte en el negocio.
- Sofía: está bien -.
Comentó ella al aprobar el precio, pero en realidad lo aprobó por él y Pedro lo sabía. En otras circunstancias él habría hecho un presupuesto mucho más elevado, ya que ésa era la condición para aceptar trabajos en la ciudad, pero si no se adjudicaban este trabajo  Pedro tendría que encontrar la manera de evadir al otro contratista y sus trabajadores cuando éstos estuvieran en el consultorio si quería reunirse con Paula Chaves. Cuando se reuniera con Paula Chaves se corrigió a sí mismo, esa mañana, a las once.
Gracias a Dios, les asignaron el trabajo. No había podido respirar tranquilo desde que envió el fax con el presupuesto hasta aquella mañana, cuando abrió su oficina en la constructora y encontró las hojas enroscadas en el suelo, al lado del fax. El contrato estaba firmado y el doctor Golding había enviado también tres páginas de instrucciones. Pedro tomó el delgado papel del fax y pensó de nuevo en lo que habría ocurrido si le hubieran dado el trabajo a otra persona. Comenzó a sudar ante la sola idea.
- Sofía: trae aquí, los dos sabemos quién se hará cargo de este trabajo. -.
Pedro  buscó alguna señal de enfado en su voz, pero no percibió más que su normal humor seco. Le entregó los papeles.
- Sofía: tengo que hacer un par de planos y terminar el trabajo de Mather antes de empezar éste.
Pedro se quedó pensando, el trabajo de Mather era pesado y faltaba mucho por terminar. La reconstrucción de un restaurante ocuparía buena parte del tiempo de Sofía.
- Pedro: bueno, ¿cuánto tardaremos en reconstruir el consultorio de García?. Lo único que hay que hacer es derribar los muros interiores, instalar la fontanería y cableado para el jacuzzi, pintar y colocar la alfombra.
- Sofía: si ponemos a trabajar a todos y contamos con los materiales necesarios podemos terminar en una semana.
- Pedro: y yo di una semana de margen en el presupuesto.
- Sofía: entonces terminaremos a tiempo, incluso si no lo iniciamos de inmediato -. Contestó de mala gana.
- Pedro: puedo llevar a los electricistas y a los fontaneros para que empiecen a trabajar, por si alguien se presenta a revisar. Únicamente pospondríamos lo de los muros el mayor tiempo posible.
- Sofía: solo una pregunta por curiosidad, ¿qué habrías hecho si le hubieran dado el trabajo a alguien más?
- Pedro: no tengo ni la menor idea
- Sofía: me alegra que no seas un estafador profesional. No eres muy bueno engañando ¿verdad?
Pedro negó con la cabeza sin admitirlo con palabras. En definitiva, él no era muy bueno para engañar, nunca había sido bueno en ninguna clase de mentira y su representación del doctor Gabriel García quizá sería otro ejemplo de ello.
Ya llevaba dos días enteros leyendo las bobadas de García y todavía no se sentía capaz de urdir un plan. Estaba seguro que ninguna de las locas estrategias del doctor le servirían a Paula Chaves, quien sufría problemas reales. Pedro sintió que aquella nube de ansiedad se condensaba en frustración y tomó el libro de García y lo tiró. Salió volando por la oficina y cayó en una silla muy mullida que tenían en un rincón.
- Sofía: ¿acaso no van bien las cosas?
- Pedro: ya lo leí todo y aún no sé qué hacer.
- Sofía: ¡no puedo creer que vayas a seguir con esto!, ¿en serio crees que una vez que se tranquilice no va a tener dudas sobre la manera como conduces la terapia?. Quiero decir, yo misma he ido alguna vez a terapia.
Pedro enmudeció de la impresión, para él Sofía, con su imperturbable rostro que nunca dejaba traslucir sus sentimientos, el cabello bien arreglado y la boca elegante, sería la última persona en necesitar terapia. Otros acudían a ella en busca de consejo.
- Sofía: fue después de que mi hermano muriese, fui poco menos de seis meses, una vez por semana.
Pedro no sabía si tenía que hacerle preguntas, así que guardó silencio.
- Sofía: como sea, si estás decidido a seguir con esto, puedo explicarte cómo eran las sesiones. Lo que el psicólogo me decía y todo eso-. Sacudió un poco la cabeza para dejar en claro lo que pensaba de esa idea.
Pedro asintió lentamente y le esbozó una sonrisa a Paloma.
- Pedro: gracias, de verdad te lo agradezco.
Incluso después de que Sofía terminara su relato, Pedro seguía sin saber lo que le diría  al ver a Paula Chaves.
- Pedro: no suena muy complicado-. Se frotó el cuello, sentía los músculos rígidos.
- Sofía: lo sé, de vez en cuando me hacía una pregunta o dos, pero la mayor parte de las veces sólo me escuchaba.
- Pedro: ¿y si tú le preguntabas algo?
- Sofía (riéndose): entonces él inclinaba la cabeza hacia un lado y decía "¿Usted qué piensa?".
Pedro  inclinó la cabeza imitando el movimiento y se la sujetó con las manos. Si a Sofía eso le parecía gracioso o no, le daba lo mismo, a las once de la mañana él tendría que convencer a Paula Chaves de que era psicólogo.
- Sofía: mira querido Pepe, no te preocupes, lo más importante que el doctor Henry hizo por mí fue simplemente escucharme y estar ahí cuando lo necesitaba. No es que me dijera nada mágico. Además, a juzgar por la expresión de la chica al salir, lo que le hayas dicho el martes funcionó de maravilla, sólo haz lo mismo y todo saldrá bien.
- Pedro: gracias, lo digo en serio, Sofía, gracias por contarme todo esto.
Sofía tomó su bolso del último cajón del archivo y caminó para esperarlo junto a la puerta. Pedro había logrado convencerla de hacer el papel de su secretaria una vez más. Tal vez su sincero pánico la conmovió, no obstante, ella insistió en llevar su propio coche. Se sentaría frente al escritorio de la recepción del consultorio de García, recibiría a Paula Chaves, la haría pasar y luego se iría.
- Sofía: tengo trabajo que hacer, alguien tiene que manejar este negocio mientras tú juegas.
Estaba de pie, con la mano en el manillar de la puerta y parecía ansiosa por acabar con su parte.
- Sofía: escucha Pedro, no puedes resolver todos los problemas de esa chica, es probable que ella ni siquiera pretenda que lo intentes -. Le dirigió lo que él interpretó como una sonrisa de aliento, luego pasó por la puerta y le dijo por encima del hombro -: te veré allí. Buena suerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario