jueves, 19 de marzo de 2015

Un Extraño Amor: Capítulo 4

El problema era que no podía cambiar la imagen que Paula tenía ya de él como el vecino amable al que podía contarle todo y pedirle ayuda. Necesitaba hacer que lo viera de un modo completamente distinto. Pero en aquel momento no había sabido cómo conseguirlo.

Hasta esa mañana, cuando ella le había dicho que necesitaba un stripper y, sin pensárselo dos veces, él había cometido la temeridad de enviarla al club a hablar con su “amigo” Monsieur Enmascarado.
Bueno, en realidad no era del todo mentira que el Enmascarado fuera amigo suyo y lo cierto era que no le importaba lo más mínimo haber tenido que engañar a Paula para que le diera una oportunidad.
–Pedro –lo llamó Steve, el barman, desde la puerta del vestuario.
–¿Sí? –respondió él mientras se subía a toda prisa los pantalones de cuero bajo los que sólo llevaba un diminuto tanga dorado.
–Ya está aquí –anunció Steve con un gesto triunfal.
El miedo se le agarró a la boca del estómago. Paula estaba en el club e iba a verlo actuar, iba a verlo desnudarse.

Al otro lado de la cortina podía oír los gritos de las mujeres que aclamaban la presencia del Enmascarado al ritmo de la música de Nueve semanas y media. Pedro sintió el impulso de echarse atrás, de salir corriendo por la puerta trasera del club, pero una vocecita en su interior le dijo que se enfrentara a sus miedos. “No desperdicies esta oportunidad”. Respiró hondo, se quitó las gafas y las sustituyó por una máscara de cuero negro que le tapaba prácticamente toda la cara.
Era ahora o nunca. Había llegado el momento de presumir de lo que tenía.
Paula se quedó boquiabierta. Monsieur Enmascarado tenía el trasero más espléndido que había visto en toda su vida.
Todo él era fascinante, cautivador e increíble. El trasero enfundado en aquellos estrechísimos pantalones de piel se movía frente a ella con maestría.
¡Y esos abdominales!
Un centenar de mujeres gritaban y aullaban como si se encontraran delante del mismísimo Elvis resucitado. Pero cuando Monsieur Enmascarado por fin se dio media vuelta fue en Paula  en quien fijó la mirada. Fue a ella y sólo a ella a la que dedicó una sonrisa inescrutable y un guiño provocador.

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