jueves, 2 de mayo de 2024

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 52

Paula asintió, pero Pedro sacudió la cabeza y la agarró de la mano, añadiendo:


-No, no confío en ti. Tienes que venir conmigo. 


Paula sonrió en medio de aquella confusión mientras Pedro la arrastraba al coche y sacaba una enorme caja del asiento de atrás.


-¿Qué es? 


-Ábrelo.


Pedro la arrastró de nuevo a casa, pero volvió a salir inmediatamente al tropezar con Romina, que los miraba intrigada.


-¡Maldita sea, aquí no hay intimidad! -musitó Pedro mirando a su alrededor y llevándola por fin al garaje.


-Pedro, ¿Qué hacemos en el garaje?


-Abrir el regalo -contestó Pedro abriendo la puerta, encendiendo la luz y volviendo a cerrar-. Bueno, ya puedes abrirlo.


Paula lo miró suspicaz, pero tiró del lazo y abrió el paquete sobre el suelo. Alzó el objeto que había dentro cuidadosamente y le quitó el plástico.


-¿Qué es esto? 


-¿Qué parece?


-Bueno, parece lo que tú llamarías una horrible obra de arte -repuso Paula.


-Sí, la he comprado con el cheque que me diste. 


-¿Has comprado esta horrible escultura con el cheque? -repitió Paula.


-Sí -sonrió Pedro-, es de las que a tí te gustan, ¿No?


Paula dió vueltas a la escultura y añadió:


-Pero tú detestas el arte abstracto, ¿Por qué la has comprado?


-La he comprado para tí. ¿La has mirado bien? 


Paula volvió a mirarla. Varias veces. 


-Sí, ¿Y?


-¿Qué ves? -preguntó Pedro.


-Una pompa -respondió Paula alzando la vista hacia él y comprobando que Pedro esperaba una respuesta más elaborada-. Bueno, son unas cuantas pompas todas juntas.


-¡Exacto! ¿No ves el simbolismo? -preguntó Pedro.


-Pues... No -negó Paula volviendo a observar la escultura. 


-Se llama «Familia» -explicó Pedro suspirando. 


-Ah.


-Aún quieres tener marido e hijos, ¿No?


Paula sacudió la cabeza en una negativa que la sorprendió incluso a sí misma, y luego contestó:


-Te quiero a tí.


Pedro la tomó de la muñeca, y Paula dejó la escultura en la caja antes de que él la abrazara y dijera: 


-La he comprado porque creo que me gustaría formar una familia contigo.


-Pero aún no has cumplido los treinta y cinco, tú no querías tener hijos hasta los treinta y cinco -objetó Paula.


-Me falta poco -sonrió Pedro-. Entre la luna de miel, lo que tardemos intentando tener un hijo, y luego el embarazo... ¡Demonios, puede que para entonces tenga treinta y cinco!


-¿Sabes qué?


-¿Qué? -preguntó Pedro.


-Creo que es perfectamente posible que me haya enamorado de tí, maldito mujeriego.


-¿Maldito mujeriego? -rió Pedro-. ¿Quién te ha enseñado esas palabras?


-¡No tiene ninguna gracia! -exclamó Paula enfadada.


Ella le abría su corazón, y él se reía. Trató de soltarse, pero él no se lo permitió.


-Creo que yo también me he enamorado, Paula. 


Los ojos de Paula, inundados de lágrimas hacía rato, rebosaron por fin.


-Bien, comprendo -repuso Pedro-. Ya veo que no querías oírme decir eso.


-Sí quería -lo contradijo ella-. Quiero oírlo. Es maravilloso, Pedro.


-Te quiero, Paula.


Paula lo miraba a los ojos y sonreía a pesar de que las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Por lo general Pedro detestaba ver llorar a las mujeres, pero aquellas lágrimas eran lo más precioso que había visto jamás.


-¿Entonces sabes ya si estás enamorado?


-Sí, fue anoche. Esa cosa roja... Fuera lo que fuera, lo conseguiste -contestó Pedro. 


-¿Cómo puedes bromear en un momento así? -preguntó Paula fingiendo ofenderse.


-Creí que te gustaría saber que tu compra logró el efecto deseado.


-Sí -afirmó Paula apoyando la cabeza en su hombro-. ¿Quieres tener un niño dentro de nueve meses?


¿Nueve meses? Pedro estaba preparado, pero no tanto. Se quedó helado. Pero entonces vió la sonrisa maliciosa en los labios de Paula, y la acorraló contra la puerta poniendo ambas manos a los lados de su cabeza.


-Me estás tomando el pelo, ¿Verdad?


-Yo jamás haría algo así, Pepe.


-Mentirosa. Tendremos niños. Pero ahora mismo no, ¿De acuerdo? Quiero tenerte para mí solo un tiempo primero. No quiero que nuestro hijo venga a la luna de miel.


-¿Luna de miel?, ¿Es que vamos a casarnos? -preguntó Paula.


-Bueno, vas a pedírmelo, ¿No?


-¿Que si voy a...? -repitió Paula tratando de soltarse-. ¡Suéltame, tengo que darte un puñetazo!


-Pelea cuanto quieras, yo soy más fuerte. Además, eso me da una idea.


-Sólo iba a arrodillarme -añadió Paula sin dejar de luchar-. Ya sabes, para regalarte un anillo de diamantes. Suéltame y te lo enseñaré.


-Me encantan las mujeres emancipadas.


Paula se quedó quieta al fin, se apartó el pelo de los ojos y lo miró. Los ojos de Pedro la contemplaban fija e intensamente.


-Pedro, ¿Hablas en serio sobre eso de la familia?


-Sí, pero es un proceso complicado. Puede que tardemos un poco.


-Tienes razón -musitó Paula-. Hay muchos factores a tener en cuenta.


-Seguiremos practicando a ver qué tal se nos da, ¿De acuerdo? -sugirió Pedro.


Paula sonrió maliciosamente, dándole a entender que la fiesta ni siquiera había comenzado, y contestó:


-Perfecto. 






FIN

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