martes, 21 de mayo de 2024

Inesperado Amor: Capítulo 15

 —Sí que lo es —corroboró Paula, agachándose junto a la niña y acariciando al cachorro en la cabeza—. ¿Cómo se llama?


—No sé si tiene nombre.


—Entonces deberías pensar en uno —le sugirió, levantándose—. Pero debe de estar echando de menos a sus hermanos. Tengo que hablar con el señor Alfonso.


—Ha vuelto al sótano —dijo Valentina, devolviendo el cachorro a la cesta donde estaban los demás perritos—.Creo que está arreglando la caldera.


— ¿Ah, sí?


—Es una pérdida de tiempo. Mi abuela dice que está definitivamente estropeada. Por eso ella... —se interrumpió.


— ¿Por eso qué, Valentina?


—Por eso va a comprar una nueva.


—Oh, claro. En ese caso, será mejor que no volvamos a molestarlo. Iré a sacar nuestras cosas del coche.


—Puedes llevar el coche hasta la parte trasera para no tener que cargar con las cosas. Es lo que hace todo el mundo.


—Bien pensado, Valentina.


—Puedes dejarlo en la cochera, si quieres.


—Mejor espero a que Pedro lo sugiera —dijo ella. Antes de tomarse más libertades, tenía que ver la reacción de Harry cuando supiera que iban a quedarse—. No tardaré. No te muevas de aquí mientras estoy fuera. Y no toques nada.


—No, Paula.


— ¿Lo prometes?


La niña la miró y sonrió, y en ese instante Jacqui supo que su destino estaba sellado. No se iría a ninguna parte hasta que Valentina hubiera acabado con ella.


—Lo prometo.



Pedro Alfonso levantó la cabeza al oír el motor de un coche. El ruido demostraba sin lugar a dudas que el tubo de escape había sufrido bastante en el camino de la montaña. Le había prometido a su tía que arreglaría la caldera antes de que ella volviese de sus vacaciones. Y lo haría. Lo último que necesitaba era recibir visitas. Incluso había convencido al cartero para que le dejara el correo en la tienda del pueblo. Maldición, se había refugiado allí para evitar toda compañía. Quería estar solo. ¿Acaso era pedir demasiado? Soltó la llave inglesa y se dirigió hacia las escaleras. Si Paula Chaves bajaba el camino con el tubo de escape medio suelto, no quedaría nada de él cuando alcanzara la carretera. Pero cuando abrió la puerta principal, no vió ni rastro de su coche. Escuchó con atención, pero no oyó nada, lo cual lo sorprendió. Debería haber sentido alivio, pero caminó hacia la verja, casi esperando ver cómo Paula detenía el coche en el camino. No, no sentía alivio. Sólo culpa. Al día siguiente volvería a estar solo. Mientras tanto, llamaría al taller del pueblo y se preocuparía en ofrecerle ayuda. Uno de los perros, grande y mestizo con pretensiones de sabueso, se unió a él con la esperanza de otro paseo.


—Olvídalo, chucho —espetó Pedro, volviendo a la casa. Tuvo que agarrar al perro por el collar para que no traspasara la puerta—. Mejor vamos a la parte de atrás. Susan nos matará a los dos si manchamos de barro su suelo inmaculado —cerró la puerta y siguió al perro a la parte de atrás.


Entonces se detuvo en seco cuando vió el VW apartado en el patio. Alertada por el perro al lanzarse hacia ella, Paula Chaves se apartó con un respingo del asiento trasero, Como si la hubieran pillado en un delito.


— ¿Qué demonios cree que está haciendo? —masculló, olvidando por un momento que su primera intención hacía sido impedir que se fuera y ayudarla.


Una pregunta estúpida, pues podía ver perfectamente lo que hacía. Estaba descargando sus cosas del coche.


— ¿Le importaría no usar ese lenguaje delante de Valentina? —replicó ella, dándole a la niña una pequeña bolsa blanca.


—Lo siento —dijo él. Se acercó más y llamó al perro antes de que las pusiera perdidas de barro—. Lo preguntaré otra vez. ¿Qué demonios cree que está haciendo?


Paula se inclinó hacia el interior del coche, presumiblemente para agarrar otra bolsa, pero en realidad para ganar espacio. Entendía que Pedro Alfonso no las quisiera allí. Lo entendía y lamentaba ser una molestia, pero su primera preocupación era Valentina. Odiaba los enfrentamientos, pero como no le quedaba otra opción, lo mejor sería acabar cuanto antes.


—Lleva tu bolsa dentro, Valentina. y quédate junto a la estufa —le ordenó a la niña, y a continuación le dedicó toda su atención a Pedro.

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