martes, 14 de mayo de 2024

Inesperado Amor: Capítulo 8

En aquel momento se dio cuenta de lo que estaba pasando. Sandra le había dicho que la nueva niñera que había elegido para Brenda Alfonso estaba de vacaciones. Era obvio que ella, Paula, era esa niñera. ¡Qué tonta había sido! Se había percatado de la coincidencia y aun así había picado. «Llévala a casa de su abuela...». Eso era todo lo que le había pedido que hiciera. No «Llévala con su abuela». Nunca había habido una abuela en aquella casa. Y cuando, horror, resultó que no había ninguna viejecita encantadora esperándolas, sino un hombre refunfuñón que ni siquiera les había permitido pasar, Sandra confiaba en que su instinto de niñera la ayudara a hacerse cargo de la situación. Sabía que Paula renunciaría a sus vacaciones para cuidar de la niña hasta que regresara su madre. Después de todo, ¿Qué otra cosa podía hacer?


— ¿Paula? ¿Sigues ahí?


—Oh sí. Sigo aquí, pero no por mucho tiempo. He tardado un poco pero al fin he descubierto tu jugada, Sandra Campbell. Y te aseguro que no va a funcionar.


— ¿De qué estás hablando?


¡Qué inocente parecía! Como si realmente no tuviera ni idea...


—De tu malévolo plan para volver a incluirme en tu base de datos y hacerte ganar dinero, cariño, de eso estoy hablando. No voy a hacerlo más, Sandra. Ya te lo dije. No puedo...


—Paula, pareces turbada. ¿Has tenido un accidente? ¿Valentina está bien?


— ¿Valentina? ¿Estás preocupada por ella?


Y mientras tanto, ¿Dónde estaba la princesa fugitiva? Abrió otra puerta. Un despacho pequeño y desordenado. Paula no estaba segura de qué sensación predominaba: Gratitud por no haberse encontrado aún al ogro, irritación por la desaparición de Valentina o simplemente disgusto consigo misma por ser tan ingenua.


—Me preocupo por las dos —dijo Sandra.


—Yo también, pero sobre todo me preocupa perder mi vuelo — respondió ella—. Era una oferta de último minuto. No me devolverán el dinero. Te advierto que tendrás que compensarme con creces si la pierdo... —suavizó un poco el tono—. Espero que Brenda Alfonso entienda por qué un simple trabajo de dos horas le cueste tan caro —abandonó la búsqueda y recurrió a toda la fuerza de sus pulmones—. ¡Valentina! ¿Dónde estás?


— ¿Paula? ¿La has perdido? —preguntó Sandra. Empezaba a mostrarse preocupada, lo cual agradó bastante a Paula.


—Sólo temporalmente. Te la encontrarás sana y salva cuando vengas a recogerla.


— ¿Yo? No puedo ir a recogerla. Tengo una cita con el director del banco y... ¿Dónde estás, exactamente?


— ¿Exactamente? En un pasillo de High Tops. Valentina también está por aquí, pero dónde exactamente no lo sé. La única persona que no está en High Tops es su abuela.


—No lo entiendo. ¿Dónde está?


—En Nueva Zelanda.


— ¿Se puede saber qué está haciendo en Nueva Zelanda?


—Supongo que estará... De vacaciones —respondió Paula con soma.


—Está bien. Está bien. Lo siento...


—No lo sientas y ven enseguida. Tardarás una hora y media en llegar. Si sales ahora mismo hay posibilidad de que pueda tomar mi vuelo. Si lo consigo, tal vez te perdone.


—Paula sé razonable. No puedo irme en este momento...


—Me temo que tendrás que hacerlo. El tiempo corre. Ya has perdido otro minuto...


— ¡Dame diez minutos! Intentaré localizar a Brenda y averiguar qué está pasando.


—Buen intento, pero no podrás volver a engañarme. Voy a dejártelo muy claro: No hay nada que puedas decirme ni ofrecerme para que acepte ser la niñera de Valentina Alfonso.


—Pero...


—Por cierto, lo del ogro ha sido un detalle muy agradable. ¿De dónde lo has sacado? No, no me lo digas. Del casting para la representación local de Jack y las judías mágicas. Con esa cara no le haría falta maquillaje.


—De acuerdo, dale el teléfono a una enfermera para que pueda decirme en qué hospital estás ingresada y...


— ¡Paula! ¿Dónde estás? Se me han enredado las medias...


El grito de Valentina procedente de la planta alta devolvió a Paula a la realidad.


-High Tops en Little Hinton. Sandra. No es el pequeño desvío que me hiciste creer, pero te darán las indicaciones en la tienda del pueblo... Después de someterte al tercer grado. Conduce con cuidado al subir —le advirtió—. Los baches son profundos, y una vez que dejes atrás la civilización, los nativos no son exactamente... —se dió la vuelta y vió que ya no estaba sola. El ogro, sin duda alertado de su presencia por el grito de Valentina le bloqueaba el paso—... hospitalarios. 


Paula se enorgullecía de ser una mujer moderna y sensata que nunca sucumbía a los nervios, cualquiera que fuese la provocación, pero ante aquella inesperada aparición el corazón estuvo a punto de salírsele del pecho. Lo que sí le salió fue un chillido, no muy fuerte pero sí expresivo. La clase de chillido que emitiría un ratón al verse, no frente a un gato doméstico bien alimentado sino ante un tigre salvaje y hambriento.

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