—Lo prometo. Valentina.
—Está bien. Y si no encuentras a nadie más, te quedarás y cuidarás de mí hasta que vuelva mi madre, ¿Verdad?
— ¿Encontró todo lo que necesitaba?
Paula no creía que pudiera alegrarse tanto de ver a Pedro Alfonso, pero así fue.
—Sí —respondió, levantándose rápidamente—. Gracias.
—Será mejor que vaya a calentarse a la cocina —dijo él, y bajó la mirada hasta la niña—. Hola, Valentina.
Paula sintió cómo Valentina le apretaba la mano.
—Hola —respondió, sin mirarlo—. ¿Puedo ver los cachorros de Daisy? Cachorros, conejos, burros y su propio poni. No era extraño que la niña quisiera quedarse allí. ¿Y dónde estaría la llama?
—Están en el establo. Pero no voy a sacarte con esa ropa.
—Puede cambiarse —dijo Paula—. Si fuera tan amable de traer su bolsa de mi coche... No está cerrado.
Pedro Alfonso la miró con dureza, advirtiéndole que no lo tomara por tonto.
— Llevaré los cachorros a la cocina —dijo, y se alejó sin esperar respuesta.
Al entrar en la cocina, Paula vió que en la mesa había puesto una tetera y un pastel de cerezas.
— ¿Quieres un poco de té, Valentina? ¿O prefieres leche?
— Té. por favor. Y un poco del pastel de Alicia.
Puala le sirvió una taza de té y le añadió una buena cantidad de leche. Mientras estaba cortando el pastel, el móvil empezó a sonar. Era Vickie. Le tendió el plato a Valentina y se llevó el teléfono al despacho para poder hablar libremente.
—Bueno, Sandra, ¿Qué tienes?
— No he podido localizar a Brenda, pero le he dejado un mensaje pidiéndole que me llame enseguida. En cuanto lo haga, me dirá qué alternativas tiene.
— Buen intento, pero Valentina dice que su madre está de camino a China. No oirá el mensaje hasta mañana.
— Oh…. —murmuró Sandra, y soltó una palabra que ninguna niñera respetable usaría, ni siquiera en privado.
— ¿Qué pasa? Sandra? ¿Creías que no lo averiguaría?
—Te juro que no sabía adónde iba su madre. Éste era un simple trabajo de... ¿Has dicho a China?
—De donde viene la seda —respondió Paula mordazmente—. Va a pasearse por la Gran Muralla con una ropa que ni tú ni yo podremos permitimos nunca. Debes tener un contacto de emergencia.
—Por supuesto —dijo Sandra, carraspeando—. Su abuela. En High Tops.
—Oh, vamos...
— ¡Lo digo en serio! Mira, es verdad que quiero tenerte en mi base de datos. Has nacido para ser niñera. Pero no soy tan tonta como para creer que podía engañarte.
— ¿Ah, no? ¿Entonces qué hago aquí?
—Está bien, está bien. Admito no haber jugado del todo limpio al encargarte el trabajo. Simplemente quería recordarte cuál era tu papel antes de que te fueras a la playa a meditar sobre tu futuro. Y admito también que me aproveché de este encargo hasta tener el trabajo adecuado para tí...
—Podría demandarte —espetó Paula.
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