martes, 28 de mayo de 2024

Inesperado Amor: Capítulo 22

 —Como si fuera una espina en su colchón —dijo—. Iba a España — añadió para cambiar rápidamente de tema, respondiendo a su pregunta anterior.


— ¿España? —repitió él—. Ah, sí, sus vacaciones. ¿Se iba sola?


Paula tomó un sorbo de té, pues se había quedado con la boca seca.


— ¿Importa eso?


—Si fuera con su novio, imagino que estaría harto.


—Si fuera con mi novio, créame, sería yo la que estuviese harta. Pero no se preocupe. Ningún hombre fuera de sí va a presentarse en su puerta para empeorar aún más la situación.


Pedro no pareció especialmente aliviado, aunque un hombre fuera de sí posiblemente hubiera sido un aliado para él.


—Hay muchos vuelos a España —dijo—. Sólo habrá perdido un día.


Paula no se dejó engañar. No era que Pedro Alfonso se preocupara por su bienestar. Simplemente, quería que se marchara de allí lo antes posible.


—Me temo que no es tan sencillo. Era una oferta de última hora. Si no me presento, pierdo el billete y su importe.


— ¿No puede cambiarlo?


¿Pero en qué planeta vivía ese hombre?


—No se moleste en intentar buscar una solución. Su prima y la agencia me compensarán por todo. Me han prometido que no perderé el dinero.


—Me alegra oírlo, pero no recuperará el dinero hasta dentro de un par de semanas, ¿Verdad?


—No importa. En estos momentos sólo me dedico a hacer trabajos temporales, así que puedo programar mis vacaciones como mejor me convenga.


—Eso no me parece justo. Si le sirve de algo, yo correré con sus gastos y luego lo solucionaré con Bianca.


—Santo Dios, sí que está desesperado por librarse de mí —dijo ella, intentando poner una mueca divertida—. Primero se ofrece a pagar la reparación de mi coche, y ahora a compensar la pérdida de mis vacaciones.


—Sólo intento hacer lo que es más razonable.


— ¡Razonable! Razonable sería lamentarse por las molestias y ofrecerle que se quedara en la casa mientras su incompetente familia solucionaba aquel desaguisado.


—No lo entiende, ¿Verdad?


— ¿Entender el qué?


Paula tomó un sorbo de té y se arriesgó a mirarlo sobre el borde de la taza. No parecía tan insensible, sino más bien un poco desesperado, pero ella no quería sentirse culpable. No tenía motivos para ello. Era él quien se comportaba como un cretino.


—Tiene que entender que no podré ir a ninguna parte hasta asegurarme de que Valentina se queda en buenas manos.


—En ese caso le sugiero otra cosa, señorita Moore. Váyase a España y llévese a Valentina con usted —sugirió, y aguardó en silencio, como esperando una respuesta entusiasta que, obviamente, no se produjo—. De ese modo cobrará por estar tomando el sol.


Ella se echó a reír.


—Obviamente, tiene usted una idea muy limitada de lo que implica cuidar a un niño.


—Le pagaré la diferencia.


—Lo siento —dijo ella, sin lamentarlo en absoluto—. Pero, por muy atractiva que sea su oferta, hay dos buenas razones que me impiden aceptarla. Una, necesitaría contar con la autorización de la responsable legal de Valentina antes de sacarla del país... Algo que seguro que hasta usted comprende que es indispensable. ¿Tiene idea de cómo se trafica con niñas pequeñas en el negocio de las adopciones ilegales?


—Creo que tengo bastante más idea que usted —respondió él—. Y como no soy el estúpido por el que usted me toma —siguió, sin darle tiempo a asimilar la primera respuesta—, he llamado a su agencia esta tarde y le he pedido a la encantadora señora Campbell que me enviara un e—mail con su curriculum y sus cartas de recomendación.


— ¿Y se lo ha enviado?


— ¿Por qué dejó la universidad a mitad del segundo año?


—Se lo ha enviado.


Lo dejó en eso. Él no quería una respuesta a su pregunta. Simplemente había sido un juego de poder, una demostración de que lo sabía todo sobre ella, mientras que Paula no sabía casi nada sobre él. No podía decir que estuviera teniendo un buen día.

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