jueves, 2 de mayo de 2024

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 51

 -No lo sé. Quizá. Eso espero. Espero que se dé cuenta de que están hechos el uno para el otro.


-¿Quieres decir que están enamorados?


-Yo no diría tanto, no sé si ella se atreve a enamorarse. Paula guarda su corazón bajo llave hasta estar segura de estar a salvo, pero la cosa va bien - comentó Pedro.


-¡Vaya, no tenía ni idea! Hace tiempo que no le pregunto nada.


-Pues no la presiones. Romi -advirtió Pedro-. Ella quería encontrar marido, y de momento va bien, pero dale tiempo. Deja que se aclare con sus sentimientos. Lo último que necesita son más interferencias.


El corazón de Paula latía aceleradamente, tratando de salírsele del pecho. ¿Hablaban de Ignacio?, ¿Creía Pedro que estaba enamorada de Ignacio, que lo quería como marido?, ¿Esperaba que se diera cuenta de que estaban hechos el uno para el otro? Por supuesto. Al fin y al cabo ella misma se lo había dicho. Quería un marido, alguien como Ignacio. No alguien como él. Él no era más que su aventura. Y eso era todo lo que Pedro querría ser para ella, todo lo que ella le había confesado desear de él. Hubiera deseado poder gritar y marcharse de allí dando un portazo, pero era una reacción demasiado infantil. En lugar de ello se dirigió a la cocina y dió un golpe a la puerta. Sacó el móvil y marcó el número de Ignacio. Si Pedro insistía en que saliera con Ignacio, saldría con él.


-Paula, ¿Qué ocurre?


Paula se volvió y le dió la espalda. El contestador de Ignacio estaba a punto de pitar.


-Hola, Ignacio, soy Paula...


Pedro le quitó el teléfono y lo dejó lejos, sobre la encimera. La acorraló y la tomó de la barbilla, obligándola a mirarlo a los ojos. Paula cerró los ojos. Sabía que era infantil, pero le daba igual. Estaba dolida, y no quería que él lo adivinara.


-Paula, ¿A qué viene esto? -preguntó él enfadado y frustrado.


-¿A qué viene qué? -preguntó ella a su vez abriendo los ojos.


-¿Por qué llamas a Ignacio? 


-¿Tú qué crees? Se me ocurrió invitar a mi novio a mi fiesta de cumpleaños -respondió Paula.


-¿Tu novio?


-Bueno, prácticamente acabas de anunciar mi compromiso con él, ¿No?


-¿De qué estás hablando?


Paula apretó los dientes y trató de soltarse, pero fue imposible. Finalmente contestó:


-Le estabas contando a Romina que mi relación con Ignacio va bien, que somos perfectos el uno para el otro, así que, ¿Por qué no voy a invitarlo?


Pedro le soltó la barbilla y puso las manos sobre sus hombros. Juró, respiró hondo y la besó.


-No estaba hablando de Ignacio, Paula. ¡Estaba hablando de mí!


-¿Qué? ¡Pero si has dicho que yo no me atrevía a amarlo!


-¿A amar a quién?


-¡A tí! ¡A Ignacio! -gritó Paula.


Una mujer de treinta años no debía gritar, pero le resultaba difícil mantener la calma. Paula no estaba segura de que sus palabras tuvieran sentido, pero tenía la desagradable impresión de que le estaba diciendo que lo amaba aunque fuera con un rodeo. Por eso lo apartó y dió un paso atrás, añadiendo:


-No lo sé, a la persona de la que estuvieras hablando.


-Paula, estaba hablando de mí. No sabía si tú estabas preparada para contarle a los demás... Lo nuestro. No quería decirle nada a Romina hasta no hablar contigo primero. Pero tú ni siquiera querías que viniera a esta fiesta. Primero tenía que saber qué te parecía que me presentara aquí.


-Pensé que no querías venir, que te molestaría que todos dijeran que eres mi novio -contestó Paula. 


-Quiero ser tu novio. ¿Por qué crees que estoy aquí? 


-Dijiste... Que serías una aventura. 


-Paula... ¿Qué te parece una aventura muy larga? 


-¿Larga y a distancia? -preguntó Paula tragando. 


-¿Qué?


-¿Es que no te marchas a Japón? 


-No -negó Pedro.


Hubo un silencio. Pedro la miraba tan fijamente que le costaba respirar. Alargó un brazo y la rozó. 


-Paula, tengo un regalo para tí. En el coche. Espera un momento, voy por él. 

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