jueves, 16 de mayo de 2024

Inesperado Amor: Capítulo 11

No se quedó para esperar una respuesta. Se dió la vuelta para poder ver dónde pisaba y subió las escaleras en busca de su carga. Valentina, con las manos en las caderas y las medias enrolladas por los tobillos, la miraba con el ceño fruncido desde la puerta del baño.


— ¿Dónde estabas? ¡Llevo horas esperándote! ¡Te dije que tenía que ir al baño!


—Lo sé —admitió Paula con más suavidad—. Pero no vuelvas a desaparecer, ¿De acuerdo?


—Está bien —murmuró Valentina.


—Lo digo en serio.


— ¡Está bien! Ya te he oído.


—Así me gusta.


Le colocó las medias a Valentina y, mientras la niña se lavaba las manos, aprovechó para usar las toallas que le había ofrecido Alfonso. Con suerte, su ropa se secaría en la cocina y no pillaría una neumonía pero viendo cómo estaba siendo su suerte, no contaba con ello.


—Muy bien, Valentina, vamos a ver si podemos solucionar este lío.


— ¿Qué lío?


—Bueno, tu abuela no se encuentra aquí...


—Ya lo sé.


— ¿Lo sabes?


—Lo he oído —dijo Valentina—. No importa. Puedo quedarme hasta que venga mi madre. Tengo una habitación en una de las torres, ¿Sabes? Se decoró especialmente para mí. Las paredes son malvas y las cortinas de encaje, y tiene vistas al campo donde viven el poni y los burros. El poni es mío.


— ¿En serio? A tu edad yo también tenía un pequeño poni.


— ¿Sí?


—Aja. Se llamaba Applejack. Era de color naranja con manzanas pintadas en el trasero.


Valentina la miró con lástima.


—Mi poni es de verdad. Se llama Fudge. ¿Te gustaría conocerlo?


—No creo que haya tiempo para eso, Valentina. El caso es que necesitas algo más que una habitación...


—Tengo más...


—Más que una habitación y un poni. Necesitas a alguien que cuide de tí.


—Están Pedro... Y Alicia.


— ¿Alicia? —repitió Jacqui. ¿El gigante se llamaba Pedro y tenía una esposa? Bueno... estupendo. Si Pedro Alfonso estaba casado, o si aquella mujer era su novia, las cosas podrían solucionarse. Suponiendo que Sandra pudiera contactar con Brenda Alfonso antes de que ésta saliera del país—. ¿Quién es Alicia?


—Viene todas las mañanas a limpiar.


—Oh. ¡Genial! —exclamó, borrando la sonrisa de su rostro. No había nada por lo que sonreír—. Mira, Valentina, ha habido una pequeña confusión. Pero no tienes que preocuparte por nada. La señora Campbell va a llamar a tu madre desde la agencia, y seguro que encuentra una solución.


Valentina suspiro.


—No podrá hacerlo. Mi madre estará ahora en el avión, y hay que apagar el móvil cuando se viaja en avión.


— ¿Sabes adonde va tu madre?


—Pues claro. Va a hacerse una sesión de fotos a la Gran Muralla China. Está al otro lado del mundo, ¿Sabes?


—Sí, eso he oído.


—Mi madre me dijo que se tarda una eternidad en llegar.


No exactamente una eternidad, pensó Paula, pero estaba claro que Brenda Alfonso no respondería a llamadas personales hasta el día siguiente. Valentina la miró con los ojos muy abiertos y expresión solemne.


—Está bien. Puedes quedarte y cuidar de mí.


—¡No!


— ¿Por qué no esperamos a ver lo que dice la señora Campbell? — sugirió Paula, apartando la ridícula idea de que la niña formara parte de aquella conspiración. 


Estaba rozando la paranoia. Además, no habían pasado más de dos horas desde que su madre la había dejado en la agencia. Mientras que la mayoría de los mortales necesitarían todo ese tiempo para llegar al aeropuerto y facturar, estaba segura de que para las personas como Brenda Alfonso el tiempo era infinitamente más flexible. Era posible que el avión aún no hubiese despegado.


— ¿No quieres cuidar de mí? —le preguntó Valentina.


—No se trata de lo que yo quiera —respondió ella. 


Quizá en otro tiempo, en otra vida...


Valentina la miró fijamente.


— ¿Es porque no soy hija de mi madre? ¿Porque soy de un color distinto al de ella?

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