-Bien, pero entonces, ¿Cómo es que yo puedo ayudarte? -preguntó Pedro poco satisfecho con el puesto que ella le había asignado.
-Es fácil. Tú lo sabes todo sobre las citas, y yo tengo que recorrer el camino entero para encontrar a esa persona. Puedes ayudarme a tomar un atajo.
-No te sigo.
-Es muy sencillo -declaró ella inclinándose sobre la mesa con ojos sinceros-. Realmente yo jamás he tenido citas en mi vida, y quiero que me enseñes cómo hacerlo. Necesito saber cuáles son las reglas, cómo comportarme, qué tengo que hacer en determinadas ocasiones, cómo saber qué piensan los hombres, qué quieren, qué significa realmente lo que dicen... Para mí todo eso es un misterio. Además, no confío en mi propio juicio. Los hombres cambian de la noche a la mañana, quizá haya pistas que permitan averiguar por adelantado lo que puede ocurrir.
-Comprendo.
-Te preguntarás qué sacas tú -continuó Pedro-. Quiero contratarte como consultor. En mi empresa contratamos consultores todo el tiempo, te pagaré lo mismo que les pagan a ellos. Que es una pequeña fortuna, dicho sea de paso. Además, para tí también podría ser una experiencia muy educativa. Podrías ver las cosas desde el punto de vista de una mujer.
-No quiero tu dinero.
-No te estoy pidiendo un favor, te estoy contratando -insistió Paula-. Te pagaré. Necesito tu experiencia. Para mí esto no es un juego.
-¿Y por qué precisamente yo?
-Tú sabes lo que haces, ¿No? Conoces todos los detalles, sabes qué debe hacerse y qué no. Sabes cómo funciona la mente masculina, yo no. ¿Lo harás? -preguntó Paula tras una pausa.
-No lo sé...
Pedro apenas podía articular palabra. Paula se encogió de hombros desilusionada.
-No es necesario que lo decidas inmediatamente, puedes tomarte un tiempo para pensarlo -añadió ella.
-Sigo sin comprender por qué piensas que soy perfecto para el trabajo.
-Bueno, tú tienes costumbre de salir con mujeres, y es evidente que tienes mucha confianza en tí mismo. Has demostrado mucho valor montando esa escena, me has dejado impresionada -explicó Paula echándose a reír-. Tú no sabías cómo iba a reaccionar yo. Y además eres el perfecto ligón: Guapo,elegante, suave...
-Gracias -la interrumpió él.
A pesar de lo positivo de aquellos adjetivos, Pedro era perfectamente consciente por el tono de voz de Paula de que no lo estaba elogiando. Y, la verdad, prefería no seguir escuchando. Pero ella continuó:
-Tienes fobia a los compromisos, ni siquiera buscas a la mujer ideal.
Pedro asintió de mala gana. Paula lo tenía catalogado.
-¿Lo ves? Eres perfecto. Apuesto a que eres un hombre de negocios. Agente de bolsa, ¿Verdad? El índice Dow te sube la presión sanguínea, ¿cierto?
-¿El índice Dow...?
-Bueno, lo siento, ni siquiera te conozco -se disculpó Lea bajando la voz-. No debería juzgarte así, pero es que mi ex era precisamente todo eso. Lo admito, puede que haya bebido una copa de más.
-Si saliste con él durante años, es imposible que fuera un mujeriego.
-Eso crees tú -respondió Paula frunciendo el ceño-. Mantuvimos una larga relación, pero él jamás se sintió preparado. Bueno, se mudó a mi departamento, pero conservó el suyo. Y a mí no me dejó llevar más que el cepillo de dientes.
Giró la copa de vino, observó el líquido, y añadió:
-Cometí un error. O pensándolo mejor quizá no fuera un error. Lo cierto es que empecé a presionarlo. Le dije que pagar dos departamentos era tirar el dinero. ¿Mencionaste la posibilidad de tener hijos? Eso hace huir a los hombres comentó Pedro, a quien todo aquello le sonaba familiar, De hecho él había volado al otro extremo del mundo en una ocasión. No era algo de lo que se sintiera particularmente orgulloso, pero recordaba la sensación de pánico y asfixia al sentirse atrapado.
-Lo pensé, pero jamás lo hice -contestó Paula sacudiendo la cabeza-. Aunque puede que me leyera el pensamiento. El tuvo una aventura, y sabía que yo lo descubriría. Se sintió terriblemente aliviado cuando lo mandé al infierno. Supongo que quería deshacerse de mí, pero no tenía agallas. Por eso decidió hacer algo que me obligara a abandonarlo.
-¡Qué desgraciado! -exclamó Pedro con disgusto-. Es un golpe bajo. Ni siquiera él habría utilizado un truco tan sucio.
Los ojos de Paula brillaron con cinismo.
-¿No harías tú lo mismo en su situación?
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